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El agredeño Manuel Cacho Ruiz celebra su centenario

La residencia Virgen de Olmacedo, en Ólvega, ha sido protagonista hoy de la celebración del centenario de Manuel Cacho Ruiz que nació en Ágreda el 14 de febrero de 1925 y que llega al siglo de vida.

La diputada de Servicios Sociales, Laura Prieto, le ha hecho entrega de una placa conmemorativa y del pergamino con el acta de su nacimiento, el día de los enamorados.

Por su parte la teniente alcalde de Ólvega, Olmacedo Pérez, le ha obsequiado con un ramo de flores y le ha transmitido la felicitación de toda la corporación.

Por su parte los responsables de la residencia, junto con vecinos, amigos y residentes, han compartido con el centenario un acto entrañable para festejar esta fecha tan señalada.

Manuel Cacho Ruiz es hijo de Juan Cacho y María Ruíz, también nacidos en la villa agredeña, Manuel es el segundo de cuatro hermanos, una mujer y tres varones.

Nuestro centenario ha vivido toda su vida en Ágreda, salvo el tiempo que estuvo haciendo el servicio militar, “la mili”, que lo hizo en un acuartelamiento en Jaca, Huesca.

Su primer trabajo, como el de casi todos los de su época, fue ayudar a sus padres en las faenas de la agricultura y el cuidado del pequeño rebaño de ovejas y cabras, del que, con la venta de leche, lana, corderos y cabritos, constituían un ingreso para la economía familiar.

Más adelante, residió en una casa de campo junto con otras dos familias más que también tenían su casa en el mismo lugar, formando un conjunto conocido como “El corral de la era la bota”, donde realizaban las tareas de agricultura y pastoreo, consiguiendo el sustento necesario tanto para ellos como para los animales que estaban a su cargo.

Tras la muerte de su padre, fijó su residencia junto con su madre en el centro urbano de Ágreda, donde consiguió trabajo en el secadero de Bacalao en el que estuvo hasta su jubilación.

Junto a sus hermanos, Manuel cuidó de su madre hasta su fallecimiento. Desde ese momento, ha vivido sólo, siendo independiente, o como le gusta decir a él “haciéndose él todo”, prácticamente hasta el día de hoy.

Su gran afición ha sido la caza, que fue, en muchas ocasiones, más que una afición, una forma de sustento en los momentos más difíciles. Junto a su fiel compañero, su perro de caza, ha seguido practicando esta actividad hasta hace muy pocos años.

Su carácter y temperamento es el propio de las personas de su generación, que sufrieron los duros años de la guerra y la postguerra. Con sus necesidades y sus carencias, Manuel nunca estudió porque su ayuda era necesaria en casa, y, en vez de lapicero, usó el cayado para cuidar de las ovejas, una vida austera que marcó su carácter. 

Con el paso de los años y tras ver cómo los amigos iban desapareciendo y sus limitaciones físicas iban aumentando, unido a la soledad por todos estos motivos, su carácter apenas ha cambiado, un carácter siempre serio, pero, según el momento y el entorno, Manuel puede llegar a ser una persona alegre.

Su fortaleza y su capacidad para afrontar y superar situaciones difíciles que caracterizaban la época vivida, su resiliencia y resistencia ante cualquier adversidad y su trabajo duro para ayudar a su familia desde sus años más jóvenes, son, sin lugar a dudas, el gran secreto de su longeva y excepcional vida.

¡Muchas felicidades, Manuel, y que cumplas muchos más!

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