TRIBUNA / Soria, fábrica de alimentos
Mario González incide en este artículo de opinión en la crisis alimentaria que vive España y las oportunidades que tiene Soria para convertirse en una fábrica de alimentos.
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TRIBUNA / Soria, fábrica de alimentos
Carmelo Gómez, a la sazón Presidente de ASAJA Soria, lleva tiempo denunciando en este y otros medios una normativa agrícola-ganadera cada vez más restrictiva que frena las producciones e impide el desarrollo de una auténtica industria agraria tanto en Soria como en España, cuando lo que necesitamos son alimentos de calidad y asequibles al poder adquisitivo real de las familias y esto pasa, inexorablemente, por industrializar ese sector y permitir que sea rentable.
Frente a esta realidad, encontramos a un Gobierno perdido que solo piensa en encontrar a un culpable para colgarle el sambenito de la subida de los alimentos –el culpable es él- no porque quiera arreglar el problema, sino porque no puede soslayarlo, no le puede dar la habitual larga cambiada por la sencilla razón de que todos los ciudadanos –que tienen el vicio de comer a diario- sufren continuamente y en sus carnes el disparado coste de la cesta de la compra.
Lo más cierto es que desde el propio gobierno se está limitando y encareciendo la producción de todo tipo de alimentos con más y más requisitos, con más y más burocracia, y nadie reclama una flexibilización del sistema sino todo lo contrario: una intervención para limitar esos precios tan molestos (no lo duden, de aprobarlo, esto sería Cuba en cuestión de meses).
Toda la cadena alimentaria, desde el agricultor hasta el supermercado, está ahora señalada y bajo sospecha para una sociedad acostumbrada a alimentos de calidad a precios bajos.
Los que ahora se lamentan son los mismos que antes atacaban a los agricultores, ganaderos y pescadores por atentar supuestamente contra el medio ambiente y/o parasitar Europa con una PAC que, en el fondo, no hace sino fomentar el abandono de tierras, recortar cupos pesqueros y ganaderos y dificultar sobremanera con una normativa asfixiante que, para más inri, no se exige a los productos importados. Un pan como unas tortas.
Las políticas tienen consecuencias y esta basura de política ha conseguido que muchos abandonen el campo –¡no se vacía, los echan!- y que, en consecuencia, las producciones vayan a menos y los precios vayan a más.
Esto solo puede empeorar si no se sustituyen esas políticas por otras que garanticen nuestra autonomía y seguridad alimentaria, en cantidad y en calidad, así como una rentabilidad suficiente para esos actores económicos que, de lo contrario, dejarán de invertir e incluso dejarán de trabajar, acrecentando aún más el problema.
La globalización, hasta hace poco, con su eficiente intercambio de mercancías que favorecía la producción especializada y las economías de escala, había conseguido unos precios asombrosamente bajos.
Sin embargo, las ansias de poder de nuestros amigos Rusia y China, que anteponen el tablero geopolítico a su desarrollo interno y que pretenden extender su nefasto modelo a otras jurisdicciones, gracias precisamente a las ventajas económicas obtenidas de la globalización, han obligado al Tío Tom a cortar por lo sano: ¡adiós globalización, hola bloques!
La guerra de Ucrania le ha dado la puntilla y, a partir de ahora, habrá más barreras y menos libre circulación de productos y materias primas, incluso desajustes de suministro, que se traducirán, en todos los sectores, en subidas de precios hasta que el nuevo sistema alcance su equilibrio. Por eso, ahora es más necesario que nunca espabilar y flexibilizar la producción de los alimentos, porque las masivas importaciones a precios de saldo con las que hasta ahora se controlaban los precios se han terminado.
Soria -¡qué linda eres!- quiere fiscalidad diferenciada, quiere futuro y quiere… la luna, pero su oportunidad está en el campo –le sobra campo- y podría convertirse en una gran fábrica de alimentos porque también tiene la tecnología necesaria para ello.
Sin embargo, la sorianidad progre-urbana –pocos viven ya de verdad en los pueblos- desprecia la agricultura y la ganadería, incluso las condena en aras de una malentendida sostenibilidad -¿sostener el qué?- y directamente condena esa producción agrícola-ganadera porque todo les molesta: la labranza, los invernaderos, los regadíos,… y, sobre todo, las granjas y las granjas grandes y rentables más aún.
Les impiden disfrutar de la naturaleza prístina a esos turistas de fin de semana en que se han convertido todos. Frente a los cuentos están las oportunidades y Soria debería fusionarse en un único municipio y ponerse las pilas para sobrevivir y tener un futuro partiendo de lo que realmente tiene: campo y un sector primario potente con todo lo necesario para avanzar. Hay que dejar los castillos en el aire y bajar a la realidad. ¡Ojalá os deis cuenta a tiempo!
Fdo: Mario González. Abogado. Mautiko Abogados.