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CARTA AL DIRECTOR/ La batalla del Cerro

Ángel Coronado ofrece, en esta carta al director, otra visión de lo que está pasando en el Cerro de los Moros, en Soria. Parece una batalla nueva, pero es la de siempre, recalca.

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CARTA AL DIRECTOR/ La batalla del Cerro 

En el Cerro de los Moros se libra una batalla. Parece nueva, pero es la de siempre. Ni Don Pelayo en la cueva Covadonga ni Agamenón contra Troya ni ahora el alcalde de Soria en esta ciudad castellana que raya con Aragón, se vieron en otra batalla distinta de la que ya se sabe, porque siempre ocurre lo que ahora pasa en el Cerro de los Moros de Soria.

Hablando en términos de reconquista, los cristianos llevan las de ganar. El Partido Socialista Obrero Español (P.S.O.E.) parece que ocupa posiciones de ventaja. Bajo las mismas siglas, el pueblo soriano obrero español (que a partir de ahora mencionaremos como el p.s.o.e. y que junto a los Pepes de siempre van cogidos de la mano como si no), es el que de verdad lleva delantera, porque tiene la sartén por el mango.

Y a todo esto, los moros, en pacífica comunión con algunos judíos y cristianos viejos (dando la mano también a todas las bellas artes y las letras juntas), componen bellísimas leyendas y canciones y versos de primerísima categoría que ya los quisieran para sí los habitantes del paraíso. Citaría miles. Que no se me olvide La Corza Blanca. Y ese Mairena, bendito de Dios.

Y es que ahora quienes mandan son las huestes del ladrillo. Bajo las siglas que fueren se les reconoce muy pronto. Como en Troya el caballo con los invasores dentro y en el Cerro de los Moros ahora, tenemos ese lío de las siglas del que salen, como moscas mil, paletadas de cemento y ladrillos.

Parece una nueva batalla pero es la de siempre. Que si te urbanizo, Que si no. Que te anulo. Que te anulé. Que te dejé colgado. Que no te firmé. Lo de siempre. Mareando la perdiz. Mirando para otro lado. Todos agazapados en el Limbo, que para eso le han puesto nombre. Lo llaman el Limbo de los justos (menos mal que ahora lo han quitado). Y a todo esto y al mismo tiempo, aplaudiendo esas canciones, leyendas y versos, haciendo como si, como si no, como si qué se yo, como que lo siento, como que ya es tarde, como que ya veremos lo que se puede hacer. Mareando la perdiz. Peor. Vendiéndote derechos, los tuyos, como si fuesen favores mientras que un resto, la inmensa mayoría, la mayoría de siempre (la  silenciosa), la que se cuenta de uno en uno, nace y crece y trabaja y descansa y vota y paga el tributo y reza y blasfema y envejece y muere.

Con el permiso de ustedes me incluyo como puedo en esa muchedumbre del uno por uno, lo que no impide, sino al revés, que de vez en cuando imagine al Cerro de los Moros según lo quieren dejar y entonces blasfeme.

Fdo: Ángel Coronado

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