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TRIBUNA / El ejemplo de Antígona

Mario Díez Collado actualiza los valores de Antigona, el personaje de la tragedía griega, y apunta lo que defendería hoy en una sociedad marcada por un feminismo que hace mucho daño a las propias mujeres.

TRIBUNA / El ejemplo de Antígona

“Hades quiere la igualdad ante la ley” (Antígona).

     Antígona es un personaje de la tragedia griega que no tiene ni el conocimiento ni, por supuesto, el reconocimiento que merece. Cualquiera sabe en nuestra sociedad que Platón era un filósofo griego, como Arsitóteles; cualquiera ha oído hablar de Pitágoras; pero para encontrar alguien que sepa quién es Antígona tendríamos que estar ante una persona con un nivel cultural superior y además no mutilada por el temprano desprecio de las humanidades. Sin embargo, Antígona es un personaje tan atractivo, tan humano, tan valioso, que bien merece que sepamos quién es y qué hizo, y no solo por razones culturales sino sobre todo porque es un modelo moral que muy bien puede inspirar nuestro comportamiento, muy especialmente en este tiempo en el que los santos cristianos han dejado de ser modelos conocidos en nuestra sociedad pos religiosa. Tal vez a quien le guste ser héroe vocinglero de puño cerrado y coctel molotov, Antígona le resulte una héroe insípida y poco digna de ser reivindicada y rescatada de la penumbra y, por supuesto, no muy atractiva para ser imitada. ¡Antígona no mata sino que ama! Pero es que los héroes ruidosos son muy dignos de desconfianza y miedo y quienes les quieren imitar debieran arreglar sus problemas en el diván de un buen psicólogo mejor que en las trincheras.

     Pero, ¿por qué tiene Antígona ese valor que aquí destacamos y reivindicamos? Por otra parte, ¿a quién se enfrentaría hoy Antígona y en favor de quién dejaría oír su voz desafiante y humana?

     1-Comencemos por resumir la historia de la adorable Antígona. Ante el rey Creonte, contra quien su hermano Polinices se ha revelado, Antígona se alza humana y desafiante: enterrará a su hermano muerto en la guerra a pesar de la prohibición del rey, y ello aunque le cueste la vida porque desobedecer al rey conlleva la pena de muerte. Hay en el comportamiento de Antígona dos hechos de un gran valor humano. Por una parte, Antígona reconoce que hay obligaciones morales que tienen valor de imperativo moral objetivo: debe enterrar a su hermano porque este es un acto de piedad necesario. Antígona es quien formula por primera vez la idea de que hay valores o verdades morales de valor objetivo e intemporal. Pero, sobre todo, reconoce esto con lucidez meritoria y ejemplar cuando el poder, representado por el rey, pretende dictar lo que es justo e injusto. Antígona era, por tanto, moralmente conservadora porque reconoce principios morales de validez intemporal a los que siempre hay que atenerse y respecto de los que no puede aceptarse su modificación o su sustitución.  Hay cosas que el poder no puede por mucho que presuma y pretenda que están también a su alcance. Ni el poder democrático ni ningún otro. ¿No es esto un gran consuelo para todas las víctimas del poder? Veamos las palabras de lúcida y valiente rebeldía de Antígona ante Creonte: “no fue Zeus quien dio ese bando, ni la Justicia que comparte su morada con los dioses infernales definió semejantes leyes entre los hombres. Ni tampoco creía yo que tuvieran tal fuerza tus pregones como para poder transgredir, siendo mortal, las leyes no escritas y firmes de los dioses. Pues su vigencia no viene de ayer ni de hoy, sino de siempre… de su incumplimiento no iba yo, por temor al capricho de hombre alguno, a recibir castigo entre los dioses”.

     Por mucho que en esta obra de Sófocles haya expresiones de un cierto desprecio hacia la mujer y del mayor valor que tiene el varón, es absolutamente ajena a la intención del autor   presentar a Antígona como como feminista enfrentada al tan ahora famoso patriarcado. Esta interpretación de la obra es tan errada como lo sería ver en la pintura de las cuevas de Altamira una manifestación de la lucha de clases y una confirmación del materialismo histórico. Antígona representa nada más, y nada menos, que la superioridad de la moral sobre la ley y es al tiempo una afirmación del papel que le cumple a la conciencia moral frente el poder. Aterrados por lo que los nacio- SOCIALISTAS hicieron en Alemania en el siglo pasado, la humanidad se vio en la necesidad de recordar que la ley no establece obligaciones absolutas sino que éstas están solo en los principios morales que tienen al hombre y su dignidad como clave, y para que esto no se olvidara se promulgó en 1948 la Declaración de Derechos del Hombre, que, pese a quien pese, tiene en nuestro mundo occidental una procedencia y una formulación filosófica cristiana. Creonte, es decir, el poder, “no tiene atribución alguna para impedirme mis deberes”, le dice Antígona a su hermana Ismena. Y tampoco la tiene para obligar a lo injusto. La ley injusta no es ley y no debe ser obedecida, dirá casi dos mil años después Sto. Tomás de Aquino. El concepto de delito es político, el concepto de injusticia es ya moral. Antígona desobedece la ley y se convierte por ello en delincuente, pero en una delincuente que lo es porque elige ser justa: “le enterraré…, habiendo cometido un piadosos delito”.  Esto por una parte.

     Pero por otra Antígona es ejemplarmente valiente. Hay cosas, piensa y dice, que están por encima incluso de la vida. No vale la pena vivir cuando se vive en la cobardía o en la indignidad que permite (aunque solo sea esto) que el mal se realice sin oposición. Veamos otra vez sus palabras llenas de profunda y conmovedora valentía: “nada habrá que me impida morir honrosamente”. Escribía Platón que la seguridad de la muerte permite salir de la vida con honor, y así también Antígona: “que iba a morir, ya lo sabía… y si muero antes de tiempo, lo tengo por ganancia… En cambio, si hubiera tolerado ver insepulto el cadáver de quien nació de mi madre, con eso sí me dolería”.

     2-Vayamos ahora con la segunda cuestión. Para poner a Antígona frente a situaciones parecidas a la suya y poder así tener un ejemplo concreto en ella, podemos preguntarnos ahora quién sería hoy el Creonte al que se enfrentaría para defender a su hermano Polinices, bien entendido que Polinice es solo alguien que sufre injusticia y Creonte alguien que con poder la perpetra. Como Antígona, seremos valientes al identificar las causas que hoy defendería. Que no nos ocurra lo que ella veía y lamentaba: que si bien a “todos estos les parece bien” lo que ella va a hacer, lo dirían “si no les atara la lengua el miedo” que provoca la tiranía.

     a)Antígona defendería hoy a su hermano Polinices de todo un sistema cultural, jurídico, educativo, propagandístico, etc., que se ensaña con su hermano solo por su condición de varón y que lo presenta como presunto violador, maltratador, responsable de todos los males que padece la humanidad, etc. Antígona levantaría su voz contra esta especie de reinvención del pecado original pero ya no de la humanidad sino del nacido sin culpa varón. Antígona no podría aceptar que ahora todo un género, el biológicamente masculino, ocupe el lugar que en otros tiempos ocuparon otros grupos de malditos: judíos, herejes, comunistas, terroristas, burgueses, aristócratas, ateos, etc., etc.

  1. b) Antígona levantaría su voz para defender gallardamente a su hermano cuando aún está en el seno de su madre para exigir as todos, y especialmente a la madre, que se respete su derecho a seguir el camino que le llevará a ser persona independiente. Al menos exigiría que se le permita tener la oportunidad de decirle a su madre: tengo corazón que late, ¡óyeme!; tengo ya un ser propio que está dentro de ti pero que no eres tú, ¡mírame! antes de sacarme del camino de la vida. Si no me matas y me educas y me tratas con amor puedo ser para ti y para todos alguien que te haga la vida más amable, un sol; si me matas puedo ser una sombra que te persiga sin yo quererlo y que como Caín oigas una voz que te pregunte: ¿qué hiciste con tu hijo?, ¿qué hiciste conmigo?
  2. c) Antígona estaría con Polinices cuando es detenido, o simplemente porque puede serlo, sin que para ello sea necesario nada más que la palabra de su mujer (o pareja, como ahora se dice) acusándole de que de cualquier manera la trata mal. Antígona estaría con su hermano en el duro calabozo y en el destierro posterior que viene con la rutinaria orden de alejamiento a la que le condena la nueva inquisición de género (para librarse de la cual ya no sirve la elección personal de género, que ahora es para otras cosas tan decisiva).
  3. d) Antígona estaría con su hermano y con sus sobrinos cuando desesperados y solo por una denuncia de su ex mujer-pareja-madre son cruelmente separados en perjuicio de todos pero sobre todo de los niños, a quienes se deja huérfanos con la hipócrita excusa de protegerlos cuando en realidad son utilizados como cuchillo para matar a su padre en la nueva y vengativa gine-aristocracia de género que en nombre de la igualdad se estrena. La madre, recordaría Antígona, no es dueña y señora de la vida de nadie, tampoco de sus hijos, y éstos no son su propiedad cuando han nacido porque la madre no quiso antes abortar (ahora se dice “ejercer sus derechos reproductivos”).
  4. e) Antígona reivindicaría para su hermano Polinices igualdad, igualdad ante la ley, y no aceptaría, aunque ella es mujer, el privilegio que se cuela taimadamente con el tramposo concepto de “discriminación positiva”. A iguales hechos iguales consecuencias legales sin que el género (biológico) pueda ser factor para que la ley cargue más sobre el género masculino, que de momento (de momento) sigue siendo uno de los dos géneros que componen la especie humana. Antígona se atrevería a decir a muchas mujeres: atreveos a ser iguales de verdad y no queráis privilegios que os den ventajas de todo tipo por ser mujeres y con la excusa del patriarcado pasado. No aceptéis la cruzada del actual feminismo, que no es sino más paternalismo, ahora disfrazado de defensa de la mujer.
  5. f) Mujer justa y valiente, Antígona no aceptaría una justicia de género que, aunque se diga lo contrario, en una especie malabarismo dialéctico, no respeta, por razón de género, la presunción de inocencia y el valor de la palabra ante el juez basado solo en la credibilidad del propio testimonio al margen del género. Antígona no querría tener la ventaja en un juicio de que su palabra tenga más credibilidad por ser mujer que ha denunciado a su marido o pareja. Antígona, en fin, querría que la Justicia se adecuara a la imagen que la simboliza: una mujer con los ojos tapados (imparcial) y una balanza equilibrada en una mano (igualdad) que tiene una espada en la otra para imponer sus justas sentencias. La (in)-justicia de género tiene los ojos destapados, mira con saña vengativa al varón y a sus pies están las cabezas cortadas de sus víctimas: varones que tuvieron la mala suerte de nacer con el género (biológico) equivocado en el momento equivocado y en el lugar equivocado.

     El fascismo tiene más disfraces que Mortadelo y Antígona se alzaría valiente contra el nuevo rostro del fascismo, que ya no es la patria, la raza, la religión… Ahora el fascismo tiene sujetador y ligueros y se llama feminismo, pero no ese feminismo que reivindicaba la igualdad de género cuando no había igualdad y al que la sociedad tiene tanto que agradecer (y que fue, por cierto, apoyado también por hombres), sino el otro feminismo, ese que ahora tanto daño está haciendo a todos y para empezar a las mujeres: el trasnochado, el dinamitero, el desquiciado, el inquisitorial, el soez, el resentido, el envenenado, el necrófilo, el panfletario, el de puño cerrado y gesto de odio. Ese feminismo que está ahora en las instituciones y en despachos elegantes como el caballo de Pavía estaba en Las Cortes, ese feminismo que  en un cartel del día 8 de  marzo del año 1986 “adornó” las calles de Madrid con la fotografía de algunas mujeres dignas de  elogio, entre las cuales había una criminal de la ETA (aún encarcelada) con decenas de asesinatos y cuyo mérito, según el cartel, era haber escapado a dos cercos policiales formados por policías que  eran… varones.  Después fue detenida para frustración de quienes hicieron el cartel, que quizá la hubieran ayudado a burlar una vez más el cerco policial si hubieran podido. Las criminales están bien en la cárcel aunque sean feministas y socialistas y veganas y agnósticas y animalistas y hagan yoga y… “No nací para odiar sino para amar”, dice Antígona en la obra de Sófocles y repetiría con tristeza hoy otra vez a tanta revolucionaria podrida de odio que pretendiera en su nombre linchar al humano varón que era Polinices.

Fdo: Mario Díez Collado

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