Los paralelismos entre la gripe de 1918 y el coronavirus
La epidemia de gripe de 1918 es considerada una de las más letales de la historia de la humanidad, ocasionando una alta morbilidad y mortalidad que quedó reflejada en la prensa española. En Soria, mil quinientas personas perdieron la vida. Entre aquella epidemia de hace más de un siglo y la actual del coronavirus, hay paralelismos que sorprenden.
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La pandemia más mortal del siglo XX se saldó con 50 millones de personas fallecidas en todo el mundo, de las que 1.500 fueron en Soria, el 1 por ciento de su población total.
En los textos analizados por Laura Almudéver en una tesis doctoral sobre los profesionales de Enfermería en la epidemia de gripe de 1918, presentada en la Universidad de Valencia, se ponen en evidencia medidas que vuelven a aplicarse ahora, con la pandemia del coronavirus, como la suspensión de las clases, la clausura de espectáculos públicos y medidas de higiene en general, así como el aplazamiento de las fiestas populares, que congregaban a multitud de personas y podían diseminar la enfermedad con mayor facilidad.
El aislamiento de los enfermos, las cuarentenas y el control en las fronteras con cordones sanitarios que restringían la libre circulación de personas, también fueron otras de las medidas adoptadas.
Por otra parte, también se realizaron recomendaciones higiénicas que incrementaron entre la población la educación higiénica, especialmente en materia de hábitos de aseo y limpieza.
La mayoría de los profesionales sanitarios estuvieron de acuerdo en considerar que la prevención contra la gripe quedaba limitada a la profilaxis individual, que combinaba las medidas tradicionales de la higiene privada con la desinfección de las vías respiratorias, ya que la única profilaxis pública efectiva era una vacuna específica contra la gripe, de la que no se disponía dado el desconocimiento del agente causal, pese a los numerosos intentos de elaborarla.
Tanto la Real Academia Nacional de Medicina como individualmente los científicos, reconocieron que no existía un tratamiento específico para la gripe, aunque sí fueron muchos y muy diversos los recursos terapéuticos empleados, administrándose preparados farmacéuticos, inyecciones hipodérmicas e inoculaciones.
Entre los tratamientos que se presentaron en la prensa destacaron los sueros, las vacunas, la quinina, los yodos y la aspirina.
Sin embargo, un gran número de profesionales sanitarios también sufrió la gripe, provocando la carencia de los mismos y siendo insuficientes para la asistencia a los enfermos, siendo necesaria la ayuda de voluntarios.
La epidemia de gripe de 1918 ocasionó un gran impacto demográfico que modificó la tasa de mortalidad decreciente que iba produciéndose desde principios del siglo XX y que no se recuperó hasta pasado el año 1920.
En esos años predominaba en España el hacinamiento de la población y la insalubridad de los barrios y las viviendas, siendo uno de los problemas más acuciantes que presentaba nuestro país, al igual que el escaso nivel de vida de una población básicamente agrícola, con bajo nivel cultural e higiénico, escasez de personal sanitario y poca demanda de sus servicios, por parte de una sociedad que consideraba la mortalidad como un parámetro natural e ineludible enfermedades infecciosas se presentaban como enfermedades sociales típicas.
Además, la gran repercusión que tuvo la epidemia en la población activa ocasionó un efecto negativo en la economía y productividad del país.
El aumento de la mortalidad general coincidió con el desarrollo de los tres brotes de la epidemia, siendo muy importante el incremento registrado durante el segundo brote, sobre todo durante el mes de octubre de 1918.
De la información estudiada Laura Almudéver en su tesis doctoral llega a la conclusión que la deficiente gestión de la epidemia de la gripe de 1918 pudo ser una de las causas del gran impacto de la gripe en la primera quincena del mes de octubre, pues las decisiones de la administración para impulsar medidas de salud pública fueron adoptadas con cierto retraso.