TRIBUNA / El asno de Apuleyo
Ángel Coronado incide en este artículo cómo en período electoral se obvia un principio tal elemental en economía como dar cuenta de lo ejecutado de lo prometido. No prometas lo que harás sin recordarle al mundo representado lo qué hiciste, aconseja a los candidatos en las elecciones municipales.
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TRIBUNA / El asno del Apuleyo
Tengo por cierto que la verdad, o mejor dicho, la Verdad, es tanto inmune a los avatares del tiempo como, a decir Verdad, inalcanzable. Guarda tu Verdad (como yo me guardo la mía), y a la otra, a la supuestamente de todos pero desconocida, vente conmigo a buscarla, nos dice Don Antonio Machado, a quien tengo por cierto decía verdad.
Tenemos, sin embargo, una especie de apaño, o por lo menos así lo vemos nosotros, una especie de apaño en superponer reiteradamente la idea de “verdad” sobre la de “certeza” para que la primera pase por la segunda sin gloria ninguna pero a la vez sin pena. Esta es la razón de que a esa enciclopedia del saber tradicional a la que llamamos refranero se trasforme como por arte de magia en un perfecto círculo vicioso, tan perfecto como una circunferencia trazada con el compás. No existe refrán que pueda salir al escenario del teatro de los refranes sin llevar cogido de la mano a otro, su doble, diciendo lo contrario. Por ejemplo, al conocido y veterano refrán de que “nunca es tarde si la dicha es buena” le acompaña otro que dice: “vale, colega, pero tampoco por mucho madrugar amanece más temprano”, y a quien va “piano” se le augura llegará “lontano”, pero no por eso dejes para mañana lo que puedas hacer hoy, y date prisa, colega.
Y a modo de garantía de que no tomo partido por el refrán de más arriba en perjuicio del de más abajo, o por el de un lado en desfavor del otro, lo que digo es que ambos son verdaderos pero nunca y al mismo tiempo ciertos, lo que me deja en la mano, sin poder hacer otra cosa que aceptarlo, esa cosa a la que se llama tiempo. Tiempo. No tiempo meteorológico ni tiempo del que pasa en la mochila de las manillas de un reloj. Tiempo a secas. Tiempo como una lluvia, como caída del cielo. Cualquier clase de tiempo. Todas las clases de tiempo, esto es, ninguna en particular y todas en general, que pareciendo lo mismo no lo es. Me refiero, por ejemplo, al “tiempo electoral” en el que ahora y aquí, estamos.
Tomo partido, porque de alguna forma o manera partido se ha de tomar, tomo partido en este tiempo electoral por estimar que dicho tiempo no es el mejor para dar cuenta o promesa de lo que se quiera hacer o querer que se haga por otro, no es el mejor a la promesa sino a dar cuenta de lo hecho comprobado como tal, y ello tanto para el sujeto político que represente a otros, como para el simple ciudadano representado y convocado a votar. Tanto para el sujeto que se presenta electoralmente como garante de lo que vende como para al votante que con su voto podrá comprar garantía. No más pero tampoco menos. Es curioso observar cómo este principio, tan elemental en economía, es tan sistemáticamente dado de lado en política, cuando la economía es política tanto y cuanto como la política economía.
A todo esto, garantía solo es tiempo. Y si la historia no lo es, solo se debe a que la misma, hablando de su pasado, nunca es inocente. Se debe, aun siendo historia y por serlo mucho más, al tiempo de la pluma que la escribe, siempre desfasada en su ser actualidad con respecto a los hechos que narra.
Resumiendo, y con todos los respetos para quien pudiese pensar lo contrario, nos gustaría recordar que todo votante debe ser al tiempo y de alguna forma político, sin perjuicio de que algunos, además, fuesen representantes de lo mismo (futuros elegidos). A todos recomendaría distinguiesen la verdad de la certeza, y a los representantes que hubiesen resultado elegidos en el tiempo electoral anterior, lo haría de una forma muy especial, porque solo ellos pueden llevar a las urnas el voto cierto y verdadero de una historia de la cual son protagonistas, sujetos de la misma y atados por lo mismo a ella.
Resumiendo, dos palabras más sobre el Tiempo en el que estamos, Tiempo electoral: no prometas lo que harás sin recordarle a mundo representado lo qué hiciste, y luego vota sin más, y si votas representado sin tener por eso mismo qué prometer ni qué representar sino tan solo la facultad de votar, pásate por la hemeroteca primero, que solo al foro después. Y si algo dices en ese foro sin historia que lo garantice, pide perdón después. No sobrarán aplausos ni pataleos aunque tampoco hagan mucha falta.
Nos tememos que nada podrá ser así. A la muestra nos remitimos. Todo parece indicar que volvemos al concierto de los rebuznos preelectorales. A Don Quijote se le supo guisar en el fuego de la locura y aliñar en los refranes de Sancho. De otra forma, por imbécil, siempre lo hubiese sido en lugar de ser lo que es y siempre será, Quijote. Imaginamos también al asno de Apuleyo, un asno como cualquier otro que supo, tan solo y escuetamente, rebuznar. Apuleyo nos dice que nunca, ese asno, supo confundir la verdad con la certeza. En efecto, el asno de Apuleyo rebuznaba ciertamente.
¿Sólo el asno, me pregunto?
El asno por descontado, pero perdón, nosotros con Apuleyo también.
Fdo. Ángel Coronado