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TRIBUNA / Tres tristes tigres

Ángel Coronado incide en este artículo de opinión en un asunto de actualidad como el agua y su explotación cuando están por medio parajes reconocidos por su valor como Doñana.

TRIBUNA / Tres tristres tigres

Si fuésemos pastores diríamos que tan malo es un perro que come lobos y ovejas todo en uno, como un perrillo faldero de los que ensucian todas las aceras, todas en una. Y si fuésemos carpinteros lo mismo, que una llave inglesa sirve de martillo, pero si quieres clavar un clavo, cuida de tus dedos y vete apretando la tuerca como Dios manda.

Y si fuésemos a corregir alguno de los males de la España Repleta, que los hay (el peor, si me apuras, ese urbanita de visita por el pueblo explicando, sí, explicando al aldeano las excelencias del pueblo), mira primero, y con atención, alguno  de los bienes de la España Vacía, que también los hay, sin olvidarte de sus males, males Vacíos (el peor: ese labrador subido encima de cuatro ruedas balón de cuatro mil caballos cada una, Fittipaldi derrapando en curva). Y  cuida de tus dedos mientras aprietas la tuerca como Dios manda.

¿Clavar un clavo? Pues allá que voy con la llave inglesa. ¿Apretar una tuerca?, allá que voy con el martillo. Y si alguien dice algo, que no diga que quiero dejar la tuerca floja, como si a nosotros nos gustasen las tuercas flojas, carajo. A martillazos arreglo yo esto, y lo que sea.

Evidente, me dice otro con cara de listo, porque listo es. Me dice que su llave inglesa tiene una tuerca floja y que solo tiene una y a ver qué hace, vamos a ver, a ver que hago yo, anda, dímelo, pero aprisa. Tengo prisa.

Y le digo que para eso están las ferreterías, que a ver dónde la compraste, y las tuercas y los clavos, anda, dímelo. Cómprate otra llave inglesa en la ferretería.

Sí, mira qué fácil. ¿Y qué hago yo con dos llaves inglesas en mi caja de las herramientas? Anda, dímelo. Tengo prisa.

Pues nada, un atasco de llaves inglesas. Un atasco más entre otros. Llévate una para tu pueblo y de paso tráete una ristra de chorizo del de la abuela, que la pobre tiene un atasco de vientre de comer tanto chorizo, otro atasco que no se arregla con un semáforo, mira tú que cosa. Y como ustedes se habrán dado cuenta, de esta forma quería decirle lo dicho a ese señor con cara de listo, que listo era. A mí me sobra una llave inglesa (tengo dos), pero no se lo quería decir de primeras, a ver por dónde salía, que salió, vaya que si salió. Y me dijo:

¿Decirle lo dicho? ¿A usted? ¿No será que quiera usted decírmelo a mí?

Y sin pensarlo dos veces le dije: Pues mire, preferiría no hacerlo…, pero ya que lo dice se lo digo a usted también, pero antes me gustaría decirle que si fuese pastor podría decirle que tan malo es… Me cortó y me dijo:

No siga, por favor, no siga, que ya me huelo yo lo que me quiere usted decir. Que ya le veo por donde va. Que no quiero perder el tiempo. Tengo prisa. Y pensé para mis adentros en Doñana. Con esta sequía urge regar las fresas.

Y le dije: Preferiría no hacerlo, pero ya que me dice usted que no siga, no sigo. Solo quería decirle que tuviese usted mejor olfato para eso de tener solo una o tener dos. Incluso tres.

¿Llaves inglesas?

Y le dije, mire usted, hubo un matemático conocido del mundo entero que nos dijo del misterio que se abre entre el uno y el dos, porque a partir del dos todo es cantidad, pero del uno al dos se abre un pozo, un pozo muy hondo. Calidad no es cantidad, le dije.

¿Un pozo? Y le noté una ligerísima conmoción, como si se hubiese sentado encima de una chincheta.

Y le dije, mire usted, ¡más que pozo, se abre un abismo!

Pues yo no veo la diferencia, me dijo. Del uno al dos pasa lo mismo que del dos al tres.

Nada de eso, majo. Un abismo, majo. Que Doñanas solo hay una.

¿Y Daimiel? ¿Y la lagunita de Alconaba? ¿Y La Janda? ¿Y Ruidera? ¿Y la otra lagunita, la de Efrén, en el Cubo de la Solana? ¿Y qué de La Laguna del Taray, Quero, Toledo, Castilla la Mancha? ¿Y el Mar Menor? ¿Y Gallocanta? ¿Y esa, la de Hinojosa de la Sierra? ¿Y la de Añavieja? ¿Y las de Villafranca de los Caballeros, Toledo? ¿Y la de Conquezuela, Soria, de la que solo queda un ojo, tuerta ya en tiempos, hoy ciega? ¿Y las lagunas de Alcázar de San Juan, Ciudad Real? ¿Qué me dice usted de Villafáfila, Tierra de Campos? ¿La Albufera? ¿Es que no se daba usted cuenta de que La Albufera se me olvidaba? Doñanas hay muchas, para que lo sepa usted.

Mejor me lo pone, caro amigo. Uno y otro, y otro más, no son tres, amigo mío, son uno detrás de otro tres veces, amigo mío. Cuente como tresvecesuno a los tres tristes tigres, Y Daimieles solo hubo uno y Lagunas del Taray solo hubo otra y Mares Menores igual, el de Murcia y se acabó. A Villafáfila no quiero ir porque me temo lo peor y a Gallocanta igual, pero lo de Doñana no tiene nombre. De Doñana nos separa un solo abismo para que lo sepa usted. El milagro está en los mil pozos que se hunden en las cloacas de lo ilegal. Dicen de Castilla y León ser la despensa de Europa. Será la de los primeros y segundos platos revueltos, porque los piratas poceros del entorno de Doñana, todos revueltos y en uno, cargan ya con el postre de los cinco continentes a golpe de Doméstico Fresón. A todo esto mi caro amigo ya estaba regando.

No tendrá nada que ver, pero veo a Bergman conquistando el mundo, como Blancanieves, con su cestita de Fresas Salvajes.

FDO: Ángel Coronado

 

 

 

 

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