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TRIBUNA / Ese oscuro 82

Mario González incide en este artículo de opinión en los cuarenta años de democracia que ha vivido España en los que la política y sus representantes han incurrido en vicios que están lejos de cumplir las expectativas para muchos españoles con este sistema político.

TRIBUNA / Ese oscuro 82

Hoy todo son halagos para la victoria del PSOE en el 82 y para el bipartidismo que llegó después, en el 96, con la victoria de Aznar, pero lo más cierto es que ambos sucesos, con sus luces y con sus sombras, han dejado en el fondo bastante que desear, propiciando la aparición de un duopolio -que yo llamo la ‘PPSOE’- que amenaza seriamente con acabar con la mini democracia que tenemos en España –ya que no consiste sólo en votar- atendido que ninguno de estos dos grandes partidos tiene ahora como fin transformar la sociedad, el país y su economía, para construir una España mejor entre todos y para todos, sino que solo buscan perpetuarse en el poder al margen de la ciudadanía, de sus problemas y necesidades.

La victoria del PSOE en el 82 supuso la supresión de la recién estrenada división de poderes de la Constitución del 78 (Alfonso Guerra lo confirmó poco más tarde al declarar: “Montesquieu ha muerto”) eliminando, a su vez, cualquier debate sobre ideas y proyectos, transformándose en ‘partidos de gobierno’, esto es, en ‘partidos de poder’, abandonando cualquier postulado ideológico real, sustituyéndolo por actuaciones guiadas por la demoscopia para alcanzar o retener ese poder, incluyendo la fabricación de unos líderes ad hoc. Evidentemente, esa ponzoña no tardó en extenderse al resto de territorios y ámbitos de poder, particularmente a las ‘autonosuyas’, dejando fuera de juego a la sociedad civil y, consecuentemente, a la idea de España como ese todo a desarrollar en beneficio de los españoles, imponiendo la verticalidad del territorio a la horizontalidad de España. Y en esas seguimos.

En este contexto y desde el 82, los grandes partidos deifican a sus líderes mientras se convierten en una oligarquía que toma todas las decisiones en función de sus propios intereses y, por lo tanto, alejadas del interés general que luego predican, hasta un punto en que podemos afirmar que la democracia deliberativa ha muerto y el debate ideológico se limita a determinar quién será el cabeza de cartel en los siguientes comicios (con la lista correspondiente), imponiendo un modelo cesarista que ha borrado cualquier nota de democracia en España con la única excepción de las elecciones. Incluso las ‘primarias’ exigidas a los partidos van en ese sentido: el ganador se lo lleva todo y puede a continuación hacer lo que le da la gana, abandonando lógicamente tanto a la militancia como a la ciudadanía. Dicen representarnos a todos, pero, en realidad, sólo se representan a ellos mismos. Por eso cada césar ha nombrado tradicionalmente a su sucesor para que luego lo aclame el partido: Felipe impuso a Joaquín Almunia y Aznar a Mariano Rajoy. La ‘dedocracia’ en España se ha impuesto siempre a la democracia.

A partir de aquí surge la ‘razón de Estado’, argumento con el que el líder partidario y partidista puede hacer lo que quiera porque él es el Estado y el ‘Estado tiene razón’ dejando a un lado el tedioso ‘Estado de Derecho’ para pasar, en lo económico, del supuestamente perseguido ‘Estado de Bienestar’ a algo tan distinto como logrado: el ‘Bienestar del Estado’. Por eso se recaudan cada vez más impuestos sin que el ciudadano advierta mejoras en la misma proporción, porque ese ‘Bienestar del Estado’ requiere de ingentes cantidades de dinero para comprar la complacencia del resto. Particularmente, de los grandes medios de comunicación, para que sirvan de altavoz a la propaganda del gobierno mientras le cierran la puerta a cualquier tipo de disidencia o alternativa; de las instituciones que no han podido ser ocupadas, para que les sigan la corriente o callen; de la patronal y los sindicatos, guiados ahora con la correa del presupuesto, y de las grandes empresas que, con honrosas excepciones, medran al calor del dinero público. Rebosantes, gracias al maná público, todos continúan hacia delante mientras no se toque el statu quo.  

Todo lo demás ha quedado atrás, especialmente el ideal de justicia social sobre la base de una igualdad de oportunidades y una meritocracia que los partidos desprecian y que se han ocupado de enterrar con las sucesivas leyes de educación. Ahora todo se rige por el apotegma “el que se mueve no sale en la foto”, que también acuñara Alfonso Guerra. Un Estado desorbitado junto con el seguidismo acrítico y acéfalo del partido que sustenta al gobierno de turno ha dado pie a una corrupción sin precedentes que deja en nada a la corrupción del franquismo y que supera con creces a la corrupción de Felipe González que dio paso, por insufrible, a la victoria de Aznar. ¿Se corrigió entonces? No, Siempre ha ido a más. Eso sí, va por etapas: los gobiernos supuestamente “progresistas” consiguen hacerla avanzar –con Sánchez literalmente ya no hay límites- mientras los gobiernos supuestamente “conservadores” luchan por consolidarla. Es la ‘PPSOE’. Es lo que hay. Ambos pactaron en 2011 la reforma del 135 CE para introducir el concepto de ‘equilibrio presupuestario’ y desde entonces no le han hecho ni caso.

En definitiva, que 40 años después de esa victoria del 82 podemos concluir que fue un triunfo democrático, pero no un triunfo de la Democracia como nos quieren vender ahora porque acabó con la imprescindible separación de poderes que ha traído la creciente corrupción que padecemos sin crecer ni en libertades ni en representación, limitándonos a votar y poco más. Estamos en una suerte de franquismo de chaqueta de pana. En una dictablanda bien camuflada que nos ha dejado dos eméritos que retratan este periodo: Juan Carlos y Felipe. Éste último ya nos explicó que “la verdad es lo que la gente cree que es verdad” y muchos españoles siguen creyendo que vivimos en una democracia cuando no es cierto. Si queremos avanzar tendremos que abandonar a esa ‘PPSOE’ y buscar otros representantes que se atrevan a modificar el statu quo respondiendo de verdad a las promesas electorales que realicen ya que, de lo contrario, España se va a oscurecer muchísimo más.

Fdo: Mario González (MautikoAbogados)

 

 

 

 

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