TRIBUNA / No votar no es votar que no
Ángel Coronado reflexiona en este artículo de opinión sobre el significado de no votar en las elecciones.
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TRIBUNA / No votar no es votar que no
Para cuando estas líneas puedan ser leídas podrá parecer que llegaron tarde. Se podrá pensar que fueron escritas a destiempo, pero se da el caso de que también se puede interpretar que no, porque pensamos que también la idea que las anima se muestra más clara dejando aparte la incertidumbre que todavía hoy, día de las elecciones, domina sin posible remedio.
Dicho esto, es preciso aclarar que fundamentalmente nos dirigimos a quienes de forma deliberada decidieron no votar, para lo cual, necesitamos suponer que ya se ha votado. No llegamos tarde sino que, al contrario, necesitamos “llegar tarde”, para lo cual no existe mejor momento para expresar lo que sigue que ahora, justo al punto en que las urnas se abren.
O has votado con todas las consecuencias (positivas y negativas) que conlleva el haberlo hecho, o no votaste, con lo que perdiste todas las consecuencias (positivas y negativas también) de tu opción. Sólo ahora, no cuando escribimos esto sino cuando, lector, lo leas, deseamos insistir en esta segunda opción que tomaste hace tan poco tiempo pero a la vez irremisiblemente pasado. Sirva como consuelo el recordar que la oportunidad de votar se repite. Y que no nos falte.
Y con esto de que no nos falte intentamos expresar el universo de todo posible lector al que dirigirnos. Repetimos: nos dirigimos de forma exclusiva a quienes decidieron no votar para recordar entre nosotros y ellos eso de que no nos falte, que no nos falte la oportunidad de volver a votar, con lo cual podríamos concluir aquí estas letras por haber expresado ya todo lo esencial con lo que suponemos estará de acuerdo quien quiera que fuese nuestro lector (no lo serían quienes no estuviesen de acuerdo con la institución del voto, o solo lo quisieren como condición de posibilidad para decirle incondicionalmente que no, para poner condiciones a su favor negando condiciones en contra. En una palabra, no interesa el lector que no aceptase la democracia como suprema condición.
Nos interesa todo elector, fuere quien fuese, que no haya querido votar. Y a tales electores decimos que recuerden ese decisivo deseo de que “no nos falte” una nueva oportunidad de votar para votar, y de ninguna manera para volver a no hacerlo.
Porque no votar no equivale a votar que no. No votar equivale a votar que no a cualquiera de las opciones que las elecciones ofreciesen, buenas, malas o regulares. No votar equivale a negar esa democracia a la que se puede definir de muchas maneras, una de las cuales consideramos la mejor para recordarles a los electores que han decidido no votar, que dice de la democracia ser el peor de los sistemas políticos, a excepción de todos los demás. Esta declaración es bien conocida pero mal interpretada, porque no se trata de una obviedad ingeniosamente dicha sino de una verdad dicha convenientemente para quienes, demócratas, deciden no votar. Queriendo votar que no, no votáis, y lo que verdaderamente hacéis, en nuestra modesta opinión, es votar que no a la propia democracia, que lo malo es siempre mejor que lo peor aunque no por mucho madrugar amanezca más temprano, que los creyentes dicen con razón que a quien madruga Dios le ayuda por mucho que algunos creyentes se pasen de tanto creer.
Se dice que del antiguo Olimpo de los dioses clásicos surgió una voz de trueno diciendo que él era el único con más poder que los demás. Al resto de los dioses acometió tal ataque de risa que todos acabaron muriendo excepto Júpiter, el de la voz de trueno. A quien madruga cualquier dios le ayuda y no por dejar de votar se puede seguir siendo demócrata por mucho que se quiera seguir siéndolo.
Repetimos: no votar no equivale a votar que no. Ambas cosas se parecen entre sí como dice la ironía que un huevo y una castaña son iguales. Y es que la ironía, si doble, hace caer al muñeco de pie. Solo así es necesario recordar aquí al inefable diciendo lo de que un vaso es un vaso y un plato es un plato. Solo así el inefable tiene razón. Un huevo es un huevo y una castaña es una castaña, lo mismo que votar es democracia y no votar deja de serlo. Lo volveremos a repetir una y mil veces: no votar no equivale a votar que no, porque el voto tiene necesariamente cara plural y el no votar no tiene ninguna cara. Optamos por lo primero y a lo segundo decimos que no, recomendando a todos lo mismo.
Pero como tampoco nos gustan los sermones, y dejar esto así corre peligro de serlo, el no votar no será recomendable, pero de ninguna manera deja por eso de ser una opción. Habrá meigas, pero no creemos en ellas. Podrás no votar (no está prohibido quedarse en casa un día electoral), pero no creemos seas demócrata (tampoco está prohibido el no creerte).
Fdo: Angel Coronado