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TRIBUNA / De poco un todo

Ángel Coronado reflexiona sobre la frase prodigiosa "de poco un todo" en este artículo de opinión e intenta salir del lío de las frases capicúa.

TRIBUNA / De poco un todo

A fin de cuentas no tenemos otra cosa que deseo. Y todo deseo vale, a no ser que…. A fin de cuentas, no tenemos otra cosa que “a no ser que…”, y a no ser por esos puntos suspensivos, que a fin de cuentas no tenemos sino eso, puntos suspensivos, con todo el problema que los puntos suspensivos guardan entre sí, solo tenemos eso. Y no es que los tengamos, es que los somos. A fin de cuentas solo somos puntos suspensivos. Somos eso, eso somos. Una esencial y hermosísima frase capicúa.

El mundo al revés. De todo un poco, se nos dice y nos decimos sin cesar. Por eso, cuando te dicen lo mismo pero del revés (“de poco un todo” nos dice un grafitero callejero), el conjunto de los sesos se te da la vuelta en la cabeza y de pronto te ves, mosqueado, metamorfoseado, caramba, buenos días señor Kafka, caramba, andando como si nada por el techo. Urge repetirlo, pero no rogándoselo a quien lo dijese (nosotros lo vimos escrito en una pared de la calle) sino repitiéndotelo a ti mismo. Urge repetírselo a ese otro que siempre lleva uno dentro de sí. Nosotros nos lo repetimos siempre que podemos. Ahora podemos siempre porque ya, por fin, nos lo hemos aprendido, que andar por el techo como una mosca tiene su aquél.

“DE POCO, UN TODO”. Una vez memorizado el sentido y así comprendido (que la memoria colabora para entender pero nada tiene que ver con el entendimiento, así como al revés ocurre lo mismo porque el entendimiento colabora con la memoria pero de ninguna manera es su pariente sino siempre buen amigo, ella y el), una vez comprendido eso de que de todo un poco, lo digo al revés: “DE POCO, UN TODO”. Acordamos entonces salir de ese lío de las frases capicúa.

¿“De un poco hacer un todo”?

¡Animal! ¿Es que no sabes que “un poco” es diferente a “otro poco” diferente al anterior?

Las discusiones parecían no tener final hasta que entre todos decidimos recurrir de nuevo a los torreznillos y probar. Yo mismo lo dije: “Del torreznillo un todo”, procurando situar el torreznillo a tal altura que se perdiese entre las nubes de una grandiosa generalidad ya sin olor ni sabor ni esa crujiente textura, indescriptible a más no poder, y consiguiendo, a pesar de todo, reducirlo a la concreción y particularidad escueta, limitada, modesta incluso, no del TODO, lo que sería seguir otra vez con eso de las imponentes generalidades, sino de un todo, un todo cualquiera, un todo entre otros muchos todos, que tapitas de cualquier clase te puedes encontrar en cualquier bar al que vayas, una croqueta, una anchoa con o sin aceituna, una patata o vaya usted a saber qué. Cualquier todo como conjunto de opciones a elegir. Cualquier fuente llena de torreznillos a elegir. Modestamente, un todo, solo uno, ese, ese todo.

Vale, ¿Pero qué todo?

¡Animal! ¡!Uno. ¡Uno cualquiera!. ¡Uno entre otros!. Del conjunto universal de los torreznillos, ¡quiero ese! ¡ese todo!, ¡ese conjunto de cositas! ¿Es que no lo ves? ¡El torreznillo de la izquierda, ese que asoma debajo del otro! ¡Por favor, camarero, quiero ese! Me lo comí. Estaba rico. ¡Animal! ¡Cada torreznillo es un todo, cada croqueta es un todo, cada cañita es un todo, cada cosita es un todo, ninguna cosita es TODO! ¡Animal!

De tal manera (¿chusca dice usted?) llegamos a convenir que siendo la tierra redonda lo de andar por el techo como una mosca no tenía nada esencial de particular. No hace falta más que pensar en los pobres de las antípodas andando bocabajo como moscas y de paso perdonar (con perdón) de alguna forma a los terraplanistas. Lo que de verdad interesaba era otra cosa como de otra galaxia pero a fin de cuentas amiga. Diferente pero amiga, amiga pero diferente. Lo que de verdad interesaba era encontrar una frase capicúa. Somos eso, eso somos.

O mejor, encontrar el camino a las frases capicúas, pero no atravesando el río de piedra en piedra, puntos suspensivos de piedra (como hiciese un día nuestro alcalde de Madrid), pero tampoco, por favor, tampoco, levantando un monumento al torreznillo como acaso haga en cuanto pueda nuestro alcalde de Soria. ¿Se imaginan ustedes la escultura gigante de un torreznillo al otro lado del puente frente al cangrejo? Eso nunca.

Retrocedimos. Era preciso encontrar la senda de la mano de Beatriz en esta nueva Divina Comedia. Y como suele ocurrir, en ese lugar de cuyo nombre nadie quiere acordarse, la encontramos. Nos referimos a ese muro costroso y olvidado, lienzo perfecto en el que grafiteros y demás gentuza olvidada elige para pintar y escribir, nos referimos a un muro del que quisimos acordarnos y lo encontramos y nos acordamos de la gentuza que pinta en él y al punto de ser recordada esa gentuza se hacía gente y leíamos entonces lo que antes no se había podido leer y ese muro dejaba entonces de ser el lugar costroso y olvidado de siempre y la sin par Dulcinea del Toboso y Beatriz y Gea y Lourdes y Fátima y la Virgen de El Escorial aparecían en toda su majestad y gloria de cuyo nombre es imposible olvidarse.

Avanzamos, o mejor dicho, nos abalanzamos sobre aquélla frase memorable, recuérdenla, esa que dice “DE POCO, UN TODO”, e inmediatamente, según decíamos antes también, la metimos en un zulo junto a la otra, esa tan corriente de la que todo el mundo se acuerda, quieras que no: ”de todo un poco”. Y al punto eso, el conjunto de los sesos que se te da la vuelta en la cabeza y de pronto te ves, mosqueado, metamorfoseado, caramba, buenos días señor Kafka, caramba, andando como si nada por el techo.

A continuación se armó muchísimo revuelo. Hubo de intervenir la policía local en evitación de males mayores. Por nuestra parte vemos la cosa tumultuosa y fea, fea. Pero a nuestro haber, esa frase prodigiosa: “ DE POCO UN TODO”

Fdo: Ángel Coronado

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