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M.A. Rodríguez: "las historias que cuento son todas reales"

Miguel Ángel Rodríguez publica su primer libro y lo hace recuperando recuerdos, enseñanzas y valores de hace medio siglo en Nomparedes, un pueblo que es el suyo pero que refleja bien lo que se ha perdido en este tiempo en buena parte de los pueblos de la provincia. Todo lo que cuenta son historias reales, resalta.

Nomparedes pertenece a una de las comarcas sorianas que más ha sufrido la despoblación: la de Gómara, y en sus calles y sus campos dio sus primeras carreras Rodríguez y se empapó del paisanaje que ahora desgrana en las páginas de este libro, de lectura recomendada para los que saben o quieren saber más del medio rural de la provincia.

Rodríguez, médico de profesión durante décadas en Soria y artista por vocación, ha escrito más obras pero ha decidido que la primera publicada sea la dedicada a su pueblo natal, y en la que refleja la última generación que sabía cómo se vivía en los pueblos en los años 60 y 70 del pasado siglo.

- En medio siglo ¿Ya nada es igual?

-Los pueblos, aunque siguen existiendo físicamente, lo que es la sociedad ha desaparecido. Las nuevas generaciones no se imaginan lo compleja y bien organizada que estaban esas sociedades. Cuesta imaginarlo ahora. No se imaginan por ejemplo que había una institución para solventar los conflictos entre los agricultores y los ganaderos; la importancia del juez de paz o lo trascendente que era ser alcalde del pueblo y encargarte de los asuntos públicos… Todo esto intento reflejarlo en este libro.

-Un mundo muy diferente al actual ¿Hasta qué punto?

-Completamente distinto. Ahora mismo en los pueblos no queda ni rastro de lo que eran las sociedades antiguas. Poca gente sabe que había una especie de seguro para cubrir las catástrofes, que era la sociedad de mutuo socorro. Se olvidará lo importante que era el colectivo de los mozos en los pueblos. O como estaba institucionalizado que se controlarán los unos a los otros. Son cosas curiosas.

- Todo cambia en los años 50, con la mecanización del campo…

- Sí. Fue la mecanización. Hay un proceso de concentración de tierras que hace que los pueblos sean pueblos factoría. La mayor parte de los pueblecitos a los que me refiero tienen vida quince días al año, no un mes. Y además es una vida de integración personal, sin ninguna institución de por medio. Es lo que he querido reflejar en este libro, que no tiene ninguna pretensión histórica ni literaria.

- Pero tiene un poso de verdad..

- He intentado reflejar los recuerdos que tenía de cómo se vivía entonces y las cosas que me han contado, que es importante. Las historias que cuento son todas reales, las he deformado con las licencias literarias que me he querido tomar, pero son cosas que me han contado. Lo pongo en el prólogo: también pienso que tenía una deuda con los que me habían contado estas historias.

- Nomparedes, un pueblo del campo de Gómara… ¿Hasta qué punto era dura la vida hace medio siglo?

- Curiosamente la mayor parte de los pueblos de Soria son así. Son pueblos producto de un modelo poblacional medieval. Ten en cuenta que para poder cultivar el campo sin tener grandes desplazamientos tenía que haber un núcleo de población cada cuatro kilómetros, porque no podías emplear una hora en ir al trabajo y otra en volver. Es la razón de la existencia de estos pueblos. En otras zonas no ha sido así, porque había otros modelos productivos.

- ¿Nos arrepentiremos de perder este mundo rural que refleja en su libro?

- Creo que hay que asumir lo que viene. Pero no hay otra. Esto va a ir a más. Ahora mismo hay una oportunidad con el teletrabajo, pero creo que no se está sabiendo aprovechar. El único valor que tenemos en los pueblos ahora mismo es que hay paz. ¿Pero sabes lo difícil que es para una familia con niños vivir en un pueblo? Es casi imposible. Cuando empecé a tener hijos me fui a vivir a Pedrajas, con la intención de que mis hijos tuvieran una infancia parecida a la que había vivido yo, y fue prácticamente imposible. Nos pasábamos el día en la carretera.

- ¿Qué piensa de la España vaciada?

- Pensamos que es una cosa solo nuestra pero está en todos los lados. El centro de Estados Unidos es un desierto. Hay estados que están prácticamente despoblados. Está pasando en todos los sitios. El futuro de estas zonas de cultivo es probablemente estar llevado por una empresa más grande.

- ¿Qué quiere decir?

- Una empresa grande que lleve mil o dos mil hectáreas. Yo diría que el 50 por ciento de los agricultores que hay se jubilan sin relevo generacional. Y tenemos personas de 80 años subidas a los tractores.  Para una persona que no tenga relación con el campo, es imposible hacerse agricultor. Ahora mismo una explotación de menos de 100 hectáreas es inviable. Y 100 hectáreas, a precio de hectárea del campo de Gómara, 700.000 u 800.000 euros, que empleados en cualquier otra cosa son más rentables. Y luego hay que tener unas naves, una maquinaria… Es imposible que una persona que no tenga relación con la tierra sea agricultor. La rentabilidad de las tierras, en contra de lo que muchas personas creen, está bajando, porque las máquinas hay que reponerlas, los combustibles son caros… El propio valor de las tierras hace que sea difícil aumentar una explotación. Más dificultades en la PAC.

- Me comentan que ha dedicado usted capítulos a Eustaquio y Genara. ¿Quiénes son?

- Hay una parte novelada. No es nadie en concreto. Son dos personajes que me he inventado para describir cómo vivió esta pobre gente. La historia de Eustaquio está basada en un alumno mío de las Aulas de la Tercera Edad. Y a este hombre le pasaron todo tipo de calamidades. Le tocó ir a la guerra de África y se salvó de milagro del desastre de Annual. Y luego le toco ir a la guerra civil… Y les he puesto estos nombres porque en mi pueblo nunca ha habido algún Eustaquio o Genara, para que nadie se sienta identificado. Me he adentrado en un territorio que desconocia, como la novela, y a la gente que lo ha leído le ha gustado.

- La despoblación ¿tiene freno? ¿Cómo se imagina a los pueblos sorianos como el suyo a la vuelta de cuarenta años?

- Los pueblos serán una segunda residencia. Hice un grupo para intentar luchar contra la despoblación, y que quedó en poca cosa con el tiempo. Creo que en los pueblos no hay que aspirar a tener trabajo en ellos. Nadie va a montar una empresa que dé trabajo para veinte o treinta personas, si no hay gente que los pueble. El objetivo viable de los pueblos tiene que ser como segunda residencia e intentar mantener la estructura del pueblo. En Italia por ejemplo están regalando casas con la condición de que las arreglen. En los pueblos de Soria, los propietarios de las casas prefieren que se hundan a venderlas.

- El refrán que habrá escuchado es que el que vende, pierde…

- Ya! Pero al que se le hunde no tiene una casa, tiene una ruina, que es un problema para el pueblo y para él. En mi pueblo se desescombraron cinco o seis casas. Y nos vamos a quedar sin casas. Va a ser una iglesia rodeada de un solar, porque hay unas cuantas casas más que se están hundiendo. Habría que tomar medidas para que las casas se rehabilitarán. Y una de ellas puede ser contar con licencias de construcción blandas. Bastante mérito tiene el que se tiene a arreglar una casa en un pueblo, que te consideran a todos los efectos como si tuvieran una casa en El Collado. Otra cosa que ha terminado de matar a los pueblos es cerrar las escombreras. Me parece bien procesar escombros, pero la tierra no es escombro y la piedra, tampoco. Hay que procesar el ladrillo, el cemento… La madera tampoco es escombro y siempre se ha quemado en los pueblos. Ahora mismo hay que llevar los escombros de una casa a Almazán, que es el punto más cercano, y te cuesta un dineral. Hay un plus añadido a la hora de restaurar una casa, entre los 15.000 a los 20.000 euros.

- Le veo poco optimista con esta España interior despoblada…

- Los pueblos fantasma no son una novedad. En Soria, sí, pero en otros países donde este proceso se ha dado antes que ahí, ha pasado lo mismo. Los pueblos se han despoblado del todo. En cualquier zona de interior pasa lo mismo. La periferia tiene la ventaja del turismo de playa y de que los puertos tienen la opción de conseguir productos más baratos.  Lo veo muy negro.

- A pesar de que cada día es más difícil vivir en las grandes urbes, la concentración sigue creciendo…

- Claro! Tengo tres hijos y los tres han tenido que estudiar fuera  y no te desgrava. No es normal que lo que te gastas en la educación de tus hijos, no te desgrave. Pero si te compras un BMW a nombre de tu empresa, sí. No es normal. En el País Vasco, hay un concepto que le llaman ayuda al desplazamiento, que no es beca. Y que hace unos años eran 7.000 u 8.000 euros. Con este dinero, se paliaban los gastos de los chicos que tenían que ir a estudiar fuera. Y lo tenían todos, no había que pedirlo. Eso aquí no sabemos ni lo que es, es ciencia ficción. Yo nunca he tenido derecho a nada. Lo único que he hecho con mis recursos, ha sido pagar impuestos. No he tenido derecho ni a becas, ni a guarderías, ni a nada de nada…

- Usted también tendría que salir para estudiar Medicina.

- Sí, en Laborales, un ejemplo a seguir, pero tampoco soy optimista. Los modelos educativos van paulatinamente deteriorándose y convierten a los chicos directamente en imbéciles. Todo esto lo cuento en el libro.

- Es una afirmación políticamente incorrecta, le dirán…

- Pues bueno. Lo mismo que cuando empecé a escribir que me dijeron que tenía que utilizar el lenguaje inclusivo. Pues no, porque no pienso así, y escribo como pienso. Lo siento mucho pero no voy a usar ese lenguaje, que dentro de cuatro días estará considerado como ridículo. Los políticos se meten en todo y parece que quieren ordenarnos la vida y se han convertido en la nueva inquisición. No soy nada políticamente correcto.

- ¿Cómo Arturo Pérez Reverte?

- Sí, me encanta. Teníamos que ser más valientes. Estamos sometidos a unos poderes facticos que se han convertido en inquisidores. Cada vez hay más cosas de las que no se puede hablar. Están imponiendo un régimen de terror contra el que piensa distinto. Lo de la libertad es todo lo contrario. No estamos viviendo tiempos de libertad.

 

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