TRIBUNA/ Jauja
Ángel Coronado reflexiona en este artículo de opinión sobre los significados de las palabras y la importancia de cumplir la ley.
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TRIBUNA/ Jauja
Cuando, con los brazos abiertos me quiero frotar las manos, no puedo. Con los brazos abiertos a lo que fuere, me quiero frotar las manos de gusto, y no puedo. Una contradicción mecánica. Una ley de la naturaleza. Como la de soplar y aspirar al tiempo. Querer y no querer, a una.
Vaya una cosa.
Vaya una cosa y vaya esta otra, porque hay quien se queja o patalea por ello. Y a quien se queje o dé patadas le digo que allá películas, porque también lo de quejarse tiene sus propios fueros, pero en lo que a mí se refiere, y conmigo a muchos, merodeamos por otros, otras leyes, por otros fueros, y dando por sabido, claro está, lo que fuera un fuero.
Por si acaso, cojo y me agarro a la Wiki. Fuero: “Los fueros locales, fueros municipales o fueros eran los estatutos jurídicos aplicables en una determinada localidad, cuya finalidad era, en general, regular la vida local, estableciendo un conjunto de normas jurídicas, derechos y privilegios, otorgados por el rey, el señor de la tierra o el propio concejo, es decir, las leyes propias de un lugar.”
Concluyo que fuero es ley, no de la naturaleza, pero al fin y al cabo ley, claro está, ley asociada a un determinado lugar, claro está, dando por sabido lo que fuera ley y lugar.
Por si acaso, cojo y me agarro a la Wiki algo escamado. “Ley”: y aquí la Wiki se muestra ya cauta. Empezamos con las acepciones…
Por si acaso, cojo y me agarro a la Wiki algo escamado. “Lugar”: y aquí la Wiki se muestra de nuevo cauta. Las acepciones…
Cojo y me agarro al Diccionario de La Real Academia. “Ley”, “Lugar”: y abandono instantáneamente a la Real Academia. Una nube de acepciones como una nube de moscas se me quiere meter por los ojos por no decir por entre los entresijos del cerebro.
Cojo y me agarro al sentido común, otra especie de ley, al sentido común mío, claro está, dando por sentado que el sentido común es el mío tanto como que el sentido mío es el común. Dejo al concepto de ley en paz. Lo encuentro más claro. Lo de “lugar” me supera. Porque a ver quién me dice acerca del sentido de que si Europa es una cosa y el Asia otra, dónde acaba una y empieza otra, o por dónde la espalda, en dirección hacia el suelo, cambia por otro su honesto nombre. Tengo por cierto que nadie, con sentido común, me podría responder cogiendo un lápiz: “por aquí”. Pero Francisco Pizarro cogió su espada dibujando un arañazo con ella en el suelo del Pirú.
Porque quería conquistar El Pirú, me dijo un conquistador.
No, conquistaría El Pirú, pero lo supiese o no, Pizarro, con la ley del sentido común en la cabeza, cogió la espada y arañó con ella el suelo para escoger a sus valientes. Solo después conquistaría ese lugar del Pirú. Y solo después de conquistado, y ni aun así, pudo saber Pizarro algo acerca del Pirú, de la región del Pirú (menos mal que al día de hoy le cambiaron la “i” por “e”. Parece que cansa menos).
Un día (dicho así a falta del dato en su correcta forma), va Ortega y Gasset y le pregunta a Julio Caro Baroja sobre un sentido preciso y autorizado sobre la palabra “región”: oye, Julio, necesito que me digas, como autoridad en materia antropológica que eres, el sentido preciso de la palabra “región”.
A Don Julio, Don José, le metió sin querer (supongo) en un aprieto. Balbuceaba Don Julio que si comarca o qué se yo cuántas otras cosas. De tal aprieto intento tratar aquí cuando, con los brazos abiertos, me quiero frotar las manos y no puedo. Cuando quiero comprender lo que no se puede, o mejor, cuando no pudiendo comprender algo, hago como que sí, por ejemplo, que para estar con la oveja tengo que matar al lobo, o al revés, lo cual no me salva de la ley sino que la obedezco, porque hay otra ley humana, demasiado humana, que dicta eso de tomarse la ley con la propia mano.
Me gusta la oveja por el campo, pero sin lobos. Me gusta el lobo por el campo, pero sin ovejas.
Concluyo que estamos en algún lugar y ante alguna ley, natural, humana, común, pero al fin y al cabo ley, en alguna comarca y ante alguna norma, y que no es la moraleja el final de la presente historia, vaya una tontería, porque tampoco abrigo la idea de quedarme justo en medio, sin abrazos, sin aplausos, con las manitas juntas, quietas en el pecho. Rezando. Tampoco estamos a meter cuarenta mil ovejas en un zulo, con todos los lobos aullando a su antojo por los alrededores ahí, tampoco a dejar las ovejas por la calle sin respetar pasos de cebra, caminos, cordeles cañadas ni montes, todas balando.
Dibujemos el lugar y cumplamos con la ley, señores. Ojo a la ovejita, pastor, ojo al lobo, cazador, y ojo también, ojo avizor a la ley, porque señores, qué sería de la ley sin las ovejas y sin los lobos. Vaya paradoja y ate usted esa mosca por el rabo, Don Julio, que diría D, José. Que sería de la ley sin el trasgresor, o del santo sin el diablo? ¿Qué de la oveja sin lobos?
¿Que qué de la oveja sin lobos me pregunta? Pues Jauja
¡Váyase usted a la Wiki! ¡Y busque “Jauja”!
Dice la Wiki:
“Jauja (en quechua: Shawsha pronunciado [ʂɐwʂɐ]) es una ciudad peruana, capital del distrito y de la provincia homónimos, en el departamento de Junín. […]En cuanto al origen del nombre, a pesar de que las raíces etimológicas de la palabra «Jauja» se suelen buscar en vocablos quechuas o aymaras, es más que probable que simplemente se adoptara ese nombre en recuerdo y homenaje a la ciudad española de Jauja, como sucedió con tantos otros topónimos en el proceso de colonización. No debe olvidarse que en castellano antiguo Jauja se escribía Xauxa porque la letra X se pronunciaba como una "J" débil, como aún sucede en México. La cordobesa población española de ese mismo nombre se halla entre Córdoba y Sevilla, a orillas del río Genil, dentro del término municipal de Lucena a quien pertenece. La Jauja española fue fundada por los árabes en el siglo xii sobre poblados mucho más antiguos. En lengua árabe la palabra jauja se puede traducir como pasillo, pasadizo o portillo”.
Un pasillo, Un pasadizo. Un portillo. Una especie de clave a iluminar el misterio ¿Estimado lector, qué me dice usted?
Jauja.
Fdo: Ángel Coronado