Sánchez Dragó: A Soria, por todas partes
Fernando Sánchez Dragó tiene a Soria como una constante en su obra. El escritor colaboró en el primer número de la segunda etapa de la Revista de Soria, que edita Diputación provincial, en 1993, con un artítulo titulado "A Soria por todas partes", que puede leer a continuación.
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Sánchez Dragó, pese a nacer en Madrid, se consideró siempre plenamente soriano y Soria es una constante en su obra. En su buhardilla de la casa de El Collado ha escrito, por ejemplo, las mejores páginas de Gárgoris y Habidis, por la que se le concedió el Premio Nacional de Ensayo, en 1979.
En Soria escribió El Comino del Corazón, finalista del Planeta de 1990 y Lo prueba del Laberinto con la que logró el Premio Planeta el año pasado.
A Soria, por todas partes
Para ir a ella lo que importa es caminar: a Soria por todas partes, por todas partes se va ... Está en la rosa de los vientos, en el ojo del tif6n, en el cauce de la galerna, en el núcleo del átomo, en el vórtice del remolino y en el epicentro del terremoto. Sus puertas -que nadie juegue a cerrarlasdan a casi todos lados: a Burgos, a Logroño, a Zaragoza, a Segovia y a Guadalajara. Pero como no soy un ge6grafo, sino un hombre de andar y ver, quizás traspapelo provincias por los rincones de la memoria y de la pluma. ¿Huesca? ¿Granada? ¿Valladolid? ¿ Teruel? No son -dice el mapatierras limítrofes con la que nos ocupa, pero sí - añado yo- emparentadas.
Sugería Proust que lo verdaderamente unitivo no es la identidad de pensamiento, sino la consanguinidad de espíritu . Y en Soria, compañero, vas a encontrar algo de casi todo: de Euskadi, de La Rioja, de la Ribera , del Aragón bravío y, naturalmente, de Castilla . Aún más: prepárate a oír, como una música de fondo, ese clamor de mercaderes de muelles de Levante que en su día supo escuchar -pegando la oreja al suelo, los ojos al horizonte y la pluma a la vida- el sioux Antonio Machado. Primer consejo de amigo: mete sus obras en el zurrón -serán tu cornaca, tu piloto, tu lazarillo- y, si quieres mantener la ruta y ampliar estudios, completa la bibliografía con dos títulos de excepción: la Guía de Soria y su provincia de Blas Taracena y José Tudela, y El santero de San Saturio, de Juan Antonio Gaya Nuño. Busca este nombre en el índice de la Austral.
Gastronomía
Los libros alimentan, pero no engordan, y en las andaduras que hoy te propongo vas a necesitar calorías. Mete también en las alforjas algo que se agarre al riñón. Es mi segunda advertencia. Los campos de Soria son, como mandan refranes y romances, de mucho pan llevar (y mejor si es con relleno de embutidos), pero en sus tabernas y figones abunda más la cantidad que la variedad y menos la calidad que la vulgaridad. Ahí mi único contencioso con la zona. ¡Uf, siempre lo mismo! Sopicaldos presúntamente medievales, pollos o codornices escabechadas, truchas de piscifactoría y chuletas de cordero ... Todo, reconozcámoslo, en su punto de cochura y de sazón, pero sabido es que no sólo de caviar vive el hombrem y atento a la mantequilla, que pasó -como las vacas de por aquí, otrora célebres- a la historia, aunque naturalmente siguen haciéndola . No piques.
Mejor, de paso por Almazán, te compras unas yemas o unas paciencias, y con eso te entretienes (roe que roe si elegiste las segundas, que por algo se llaman así) hasta dejarte caer, ya en la capital, por la primorosa confitería de las Liso -no tiene pérdida, inclusive en el Quiosco de Información y Turismo te dirán dónde está- para hincarle el diente con mesura y temor de Dios a trufas de las de antes de la guerra del catorce fabricadas por dedo: de abulelita con mimo, azúcar y chocolate del que traían los indianos.
Esos, ay, que se gastaban el cónquibus en levantar casonas y frontones de sillería -no te olvides de ver el del Royo- para que luego se los fuesen tragando piedra a piedra la incuria, la barbarie, el frío, las guerras civiles, los especuladores y el lóbrego hueco dejado por la emigración, que es la peste bíblica y la séptima plaga de estos parajes. y ya que dí en hablar de la olla y sus mondongos -se me cruzó ... No pensaba hacerlo tan de frente y de repente-, fuerza y justicia será aludir también a las excepciones de rigor en la regla de la mediocridad, que las hay, y de campanillas, aunque los sumandos se reduzcan a tres.
Uno: el Hostal Duque, de Medinaceli. Pregunta por el Jacintín, ponte en sus manos, come y verás. Dos: el Antonio, en Almazán, donde te recomiendo los entremeses fritos, la porrusalda, las patatas rellenas, el somarro y los tocinos de cielo (sobra aclarar que no todo de una sentada, porque reventarías). Y tres: el Virrey, en El Burgo de Osma, lo que se dice un señor mesón y horno de asar como la copa de un pino, que a mi modesto entender no cede, sino que aventaja a los de Segovia. Te imaginas la nouvelle cuisine soriana? ¿Cabe mayor despropósito? Pues ni más ni menos.
Apaga el quinqué y pon el índice a ciegas en cualquier número de la lista. Acertarás, te lo garantizo, pero si tocó el cordero, eureka, ganaste el gordo. Ni en Sepúlveda ni en Aranda hilan tan fino. Te lo dice, con perdón, un experto. ¿Y cómo podían hilarlo, mi cuate, si éste de aquí es -aunque el juicio te sepa a hipérbolenada menos que el mejor del mundo? Nunca la gente de Soria, mentirijea un refrán hizo gran bulto en la historia {¿y el rabí José Albo? ¿y el arrupe Diego Laínez? ¿y el dramaturgo Francisco de Rojas? ¿y la locuela Sor María de Agreda? ¿y el tarambana de Torres Villarroel? ¿y el krausista Sanz del Río? ¿y el atleta Fermín Cacho?, pero por mí que los cangrejos, los lechazas, sí. Ve donde te dije y me darás la razón. Digiérela luego con salud. Turismo rural y ya, sosegado el estómago, todo va a ser yantar del espíritu.
Desordenadamente y a tumbos vamos avanzando, compañero. Que si límites, que si hombres y libros ilustres, que si golosinas y tajadas de cabrón ... ¿No será que la ruta lo exige? Porque Soria, te lo prometo, es así: un tiovivo, un desbarajuste, una encrucijada, una cazuela podrida en la que hierven moros, judíos, cristianos y hotentotes. Dirás: alto ahí, amigo, que eso vale también para toda Castilla, para Extremadura y para el Andalus ... Sí y no. Según se mire ...
Verás, ésta que Calatañazor Río Lobos tienes bajo la punta de la cachaba y la suela de las botas es una región algo rarilla, que se sale de lo común para bien o para mal (yo diría que para bien, pero muchos sorianos aullarán al oírme) en por lo menos tres cosas: en que la gente se va con la música a otras orquestas, en que nadie se cuida de los caminos, y en que el paisaje y el paisanaje fueron siempre tan heterogéneos como la ensalada y el salpic6n. El primer y el segundo punto significan que estás, casi casi, en un desierto: nueve almas por kilómetro cuadrado, dicen las estadísticas ...
Y, aunque es de por sí una plusmarca al ganapierde, te sugiero que recortes la cifra. ¿Por qué? Porque la tercera parte de los prójimos contabilizados se hacinan hoy en la capital de la provincia, con lo que si sales al campo y te da -es un decir- por echar unas manitas al mus, calcula que tendrás que recorrer un mínimo de cien hectáreas en busca de los puntos necesarios para ello. Excesivo, ¿no? Conque quítate el mus de la cabeza y explota la situación yéndote, por ejemplo, a descubrir aldeas abandonadas. Las hay hasta en la sopa: dicen que casi un centenar. ¿Te menciono algunas? Bueno, pero a condición de que la cosa quede entre tú y yo, sin propagarla ni chivateárselo a los del turismo , que enseguida hacen folletos y aparece la nube de langosta. Cerca de Tiermes, a dos kilómetros de camino vecinal para hombres de pelo en pecho, está Manzanares: un prodigio. Mira y remira lo que te plazca, pero respétalo. No es tuyo, Fabio, ni tampoco -ya- de quienes lo tuvieron. Las cosas se ganan y se pierden. Esta es -como fue Roma- de los próximos suevos, vándalos y alanos. ¿No los oyes? Te lo dije: clamor de mercaderes de muelles de Levante. O del oro del Rhin, que tanto monta
Por la llanura y las quebradas de Calatañazor surge La Cuenca y, frente por frente, La Mallona. La vida es aquí más dulce. Y, sin embargo, se fueron. En lo que llaman el Valle, que lo es del río Tera y maravilla de la creación ex nihilo, tropezarás con Espejo. ¿Cómo contártelo? Quizá con heptalsílabos y endecasílabos de Fray Luis: del monte en la ladera / por mi mano plantado tengo un huerto / que con la primavera / de bella flor cubierto / ya muestra en esperanza el fruto cierto ... Y si llegas en otra estación lo mismo da. Por fasa o por nefas, todas estrangulan el resuello. Recupéralo y vete, cruzando la carretera de Logroño, hasta Matute, otro lugar abandonado, aunque no olvidado. Y despacito, por lo que ya sabrás ... ¡Ahora! Vista a la izquierda. Que no se te escape San Gregorio: simplemente una casa noble y rural. Dos calificativos que ya no abundan. Saboréalos y sigue. ¿ Te quedan redaños? Pues sus y a San Pedro Manrique o, mejor dicho, más allá de él (aunque no sin verlo, porque te arrepentirías), adentrándote a golpe de calcetín y de machete en la amazonía soriana, en su tundra, en su Tibet, en su esquina más extranjera y salvaje, más abrupta y huraña, más ... ¿inhóspita? Sí. Una vez me pidieron el carné de identidad en un tascucio antes de acceder a freírme unas chuletas.
Hay por allí muchos pueblos despoblados, pero no te diré ni te dirán nombres. Será inútil. De todos modos, lleves o no lleves mapa (y más te vale llevarlo), acabarás perdido y dándote de bruces con el Conde Drácula, Lon Chaney y el tigre de Esnapur. Te lo juro: hay tigres . ¿Sabes cazarlos? Pues no lo hagas . ICONA tiene mil ojos.
Ibas -íbamos- por la ruta de los pueblos abandonados. ¿Qué encontraste? Lo mismo que los arqueólogos en Pompeya: el ser y el existir del hombre misteriosamente suspendidos como en la inmortalidad de un fotograma. Gire el caleidoscopio ... Aquí un encerado de escuela rural con la última lección del maestro desdibujándose en polvo de tiza. Allí la taberna: vasos turbios, como las pupilas de los viejos, en cuyo fondo sólo quedan las heces del vino. Enfrente, entelerida y mellada, la pared -inútil ya- de un palacio leproso y copetudo. Más lejos, de par en par, los batientes de una puerta aviruelada por el granizo. Y el cementerio destripado, y los hogares mudos con las sillas de nogal al arrimo de una mayúscula campana de chimenea sin lumbre, y enseres de labrador mordidos y vestidos por el óxido, y peanas sin santo, y rediles sin ovejas, y postales borrosas, y fotos de quintos que hoy peinan canas en Zaragoza o en Dusseldorf, y fuentes de tres caños inasequibles al desaliento, y bombillas veladas por el detritus de las moscas, y trébedes cojas, y colchones con gibas, y nidos de cigüeñas ladeados como boinas sobre espadañas a punto de derrumbarse, y ... Lo que fue, lo que ya no será. El crepúsculo de la historia. La exploración de una casa encantada .
El primer libro de Stevenson entre las manos de un adolescente. La imagen del mundo después del Juicio Final. y no sólo eso, porque a la vez, campos de soledad, mustios collados, descubres, compañero, la otra Soria, la que figura en el baedeker y en las fotografías, la inevitable, la que viniste a buscar la que te habían contado y cantado.
El Sur Respira, descansa, dale un tiento al morral y recoge el hilo que se te fue por las veredas de la Soria deshabitada. ¿Preparado? Pues hale ... al camino. Ya te dije - ¿recuerdas?- que por aquí, entre nosotros, no vas a encontrar un paisaje, sino muchos. Depende de por dónde vengas y por dónde salgas. Si tu punto de partida fue Madrid, entrarás desde el sur y te darás de narices con Medinaceli, topónimo que no significa ciudad de/ cielo, por lo alto sino castillo de Se/ir. o sea (te avisé): que estás de hoz y coz en campos de moros. ¿Sabías que por los alrededores sigue enterrado Almanzor? Pero no lo busques, ni a él ni a sus legendarios cofres y peluconas de Capitán Kid ... Encarámate a la Medinaceli de arriba, recórrela, admírala y plántate luego ante el ojo de esa imponente cerradura que es su arco. Verás cómo cabalga hacia tí, colándose por él, un paisaje -el primero en la lista- de montañas y llanuras, de médanos y mesetas, corcovado, arbitrario, quebradizo, hecho de retales rojos y gualdas como la banderita de la canción. Muévete ahora despacio, dándole la cara, y comprobarás que el horizonte se mueve contigo, vive, carraspea, respira, forma columnas de humo, compone nubes, pinta cielos y desata pájaros. No hay truco. Medinaceli es así .
Deshaz el encanto, baja, tira hacia la izquierda - no hacia Soria ... Tiempo habrá- y acude a la cita con tu segundo paisaje. Tierras de Ambrona y Torraba: ni más ni menos que el Paleolítico. Por aquí anduvieron, dicho sea sin ánimo de precisión científica , elefantes lanudos, hachas chelenses, monstruos lovecraftianos y cromañones que tenían los cataplines como el caballo del Espartero. Visita el Museo Paleontológico y las excavaciones contiguas. Merece la pena. Una emoción sin nombre -la del Tiempo te oprime la garganta. Mira alrededor: nada desentona. Rompe también este encanto, seguro de que no será el último, y márchate a Rello: una tabla de roca viva allá en lo alto, sujeta por taludes verticales y asomada a una vega, qué digo, al trópico, al verde Edén, a un oasis, minúsculo milagro fluvial en pleno torso de la estepa castellana. Sé educado, di con Dios a los defensores de esta Numancia -en la que aún se practican modales inútilmente perdidos- y sigue la ruta de los torreones mudéjares, la misma que al revés siguió Almanzor, hasta dar con el cenobio ya románico y aún mozárabe de San Baudelio de Berlanga.
¡Qué te vaya contar que tú no sepas! y si no lo sabes, y no te entro a lo vivo por los ojos, . ya te lo contará con mil amores el arévaco celosamente adscrito a la custodia del enclave. Pero, por favor, que no se te ocurra pasar de largo. Estás ante tu sombra, ante tu alma, ante tu espejo. Psicoanalízate. De allí a Berlanga son dos pasos: soportales, inverosímiles columnas de madera descangallada, ágoras, antuzanos, azoguejos, perenorios caserones hincando el pico, un castillo de insolente envergadura arropado por muros de color de adobe y una colegiata coagulosa y tupida en cuyo hondo interior duerme la siesta un cocodrilo disecado que el día del Corpus figura con todos los honores en la procesión a la vera del Santísimo Sacramento. Rutas y ahora, si quieres, vete en busca de la capital campo a través de Fuentepinilla, Quintana y Navalcaballo, pero con tiento y ojo avizor, que a la redonda de Berlanga se despierta, de aldea en aldea y de barbecho en barbecho, el románico más pobre, más tímido, más dulce, más antiguo y quizá más sugerente de la provincia: Caltojar, Brías, Andaluz, Osona .. . casi un secreto. a un susurro. Y todos valen una misa mayor que ni judíos ni cristianos ni beréberes escuchan.
Soria fría, sí, la de los doce linajes, pero quédese para el final mientras nos comemos los otros gajos de la naranja. Entre Berlanga y El Burgo de Osma, haciendo ritmo y rima con torcaz y montaraz, despunta Gormaz, a la vez ave de presa y mamífero depredador, o -lo que tanto monta y como suena- el castillo más grande de Europa, palabra, e hincado para mayor inri en el centro de la yema del cogollo del paisaje más ancho, largo, alto y profundo que este nómada cimarrón y trotaconventos ha visto en su vida. Trepa, transeúnte, trepa, que no ha de ser en balde. Fíjate en el doble arco califal, tan aéreo, hermoso y frágil como la cintura de una muchacha, y asómate por la borda de la acrópolis al espectáculo de Castilla entera. ¿A que sí?
¿A que éstos son los genuinos campos de pan llevar? No los hay fuera de aquí. Húndete en su infinitud, hipnotizado, y haz por salir a flote. Mira cómo los fecunda el padre Duero, cómo los divide y engasta, cómo discurre -perezoso y fáustico- por su vientre, cómo en el último momento se los lleva a cuestas ... y ya tira de ti, ya te persigue, te busca, te absorbe, te reclama El Burgo, muy peripuesto con su palacio episcopal, su Universidad de Santa Catalina, su Plaza Mayor y, sobre todo, su catedral, una de las más rumbosas y valientes del país, sexta -dicen- en orden de importancia y casi un resumen de la historia del arte medieval. Visítala a fondo, pero no vayas a irte por descuido sin entrar en el museo, biblioteca y tesoro, que son máquina y maquinaria insignes como para dejar de un aire al más plantado.
Sal, coge la carretera de San Esteban, empapúzate de buen románico (superviviente en dos iglesias excepcionales), échate al coleto un sorbo de vinillo joven y sin ínfulas madurado en el insondable culo de los hoyos con techumbre que salpican las tetas de los alrededores y corta ya como un huso hacia Tiermes, o -si lo romanizas- Termancia, Fuenteovejuna celtíbera de cuchillos largos donde un pretor extranjero se enteró a quemarropa, antes de que muriera Cristo, de lo que vale un peine albaceteño manejado por hombres de honor. y donde hubo, allí queda para dar y tomar: la mayor emoción arqueológica que a mi juicio, y junto a Altamira, puede sufrir hoy un españolito como tú.
Muchos son sus niveles -el soriano, el romano y el cristiano- y mucha la tela por cortar. No desciendo a detalles, pero te adelanto que entre otros portentos vas a encontrar la primera plaza de toros que se construyó en el universo mundo. Como aperitivo los hay peores. Toca volver al El Burgo y torcer, en sus fauces, hacia San Leonardo ... Sigue, tran tran, cosa de quince kilómetros y, antes de subir la Cuesta de la Galiana, que es de precepto, dobla por la zurda rumbo a la ermita de San Bartolomé yaguas arriba del Ucero, nombre de río y de cañón colorado que se te meterá en los ojos, en la sangre, en la memoria y en el alma, si es que la hay. Créeme: un corazón del mundo, un chakra de Vishnú, una juerga panteísta, un lugar imprescindible e incomparable. Pon el morro del coche o el hocico del asno o la punta de la sandalia en dirección a Soria, pero a través de los pinares y las estribaciones del Urbión . Que tu ruta sea, por ejemplo, Canadá ... perdón. quise decir -aunque el lapsus ya lo diga todo- San Leonardo, Navaleno y Abejar, donde lo mejor sería cortar por lo sano, y por el embalse de la Cuerda del Pozo, hacia Molinos de Duero, llegándote en un amén, aupa y cuántos sudores, hasta el circo glacial y garrafal de la Laguna Negra, que no va a decepcionarte así caigan chuzos de punta, de frente y de perfil. Cuídate de los hijos de Alvargonzález y vete no más, perdulario vagabundo, zascandil, a la mismísima Soria pura, cabeza de Extremadura, que te has ganado si no el jornal, sí, por lo menos, unos pinchos de escabeche en las tabernas del tubo, o en el Lázaro, o en el Rangil, o en el Mandarría, o en la Plaza de Herradores, o donde te inviten, que te invitarán, y un catre con las sábanas limpias en cualquier hotel u hotelucho, según tus posibles, de los pocos que funcionan en la ciudad. y ya es de día, ya te desayunas en un bar de El Collado con mantecadas, ya te precipitas desde la Plaza Mayor y por la calle Real hacia el señor don Duero y su curva de ballesta, ya ...
Pero ahí te pudras, amigo, que bastante hice con traerte hasta aquí y también yo tengo mis obligaciones: la de respetar, entre letras, el conminatorio espacio de doce holandesas que en su día me impuso el director de esta Revista . A punto estoy de rebasarlo. Apáñate como puedas y San Saturio te dé a entender. Eso sí: no te olvides de encenderle una vela en su canorca y ermita, ni de pasar por San Polo, ni de demorarte en los claustros de San Juan del Duero, ni de alquilar un bote en el Augusto, ni de echarle un vistazo a las entrañas de San Pedro, ni de subir con la fresca al Castillo y al Mirón, ni de fisgar en el Museo Numantino (y después en Numancia, ni de sentarte a la sombra del olmo viejo, ni de visitar las iglesias de Santo Domingo y S. Juan, ni de buscar con lupa y suerte los graffiti prehistóricos de Valonsadero, ni de ..... Lo dicho: déjame en paz. Mójate
Descubre por tu cuenta no sólo lo mucho que sigilosa y milagrosamente aún sobrevive en la capital, sino también lo que se ha quedado en el depósito de mi pluma y en el tintero de la provincia: Gómara, Agreda, Sotillo, Narros, Santa María de Huerta, Calatañazor ... y no te preocupes. Rico en saber y en vida, como has vuelto, ya sabes lo que significan las Itacas.
Fdo. Fernando Sánchez Dragó