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Opinión

Narciso

Ángel Coronado reflexiona en este artículo de opinión con buenas dosis de ironía sobre la posible elección del alcalde de Soria como secretario general de los socialistas de la Comunidad y repasa para ello un poco de la biografía del personaje y sus apuestas políticas.

Narciso

Solemos pensar de Narciso como ser enamorado de sí mismo, pero no advertimos (o no pensamos) que de alguna manera y a través de algún sentido, la condición humana está marcada por cierto trato (aversión o estima no es ahora lo que importa) con respecto a uno mismo.

Hablar de Narciso, según lo entendemos nosotros, es hablar de cierta clase de trato consigo mismo, una clase de trato que, sin saberlo (Narciso es el único ser en el mundo que lo ignora todo acerca del trato especial que tiene ese “consigo mismo”), una clase de trato, decía, del que solo el otro, que no Narciso, sabe: la clase de trato a tener con el ser del que estás enamorado/a sin saber (sin advertir) que dicho ser sea uno mismo.

Narciso, hombre solitario en el bosque, se enamora de alguien que, como él, vaga por entre los árboles y los charcos y riachuelos sin advertir que el vagabundo compañero no es sino su propia sombra hecha imagen, la que una de las fuentes, ese charco, ese riachuelo le devuelve al paso, a su paso mirando al bosque, al agua, mirando al espejo.

Enamorado, pero no de sí mismo sino esclavo de su amor, como usted mismo, lector, como uno mismo (el que tal escribe) o como cualquiera, todos esclavos de nuestro amor, enamorados pero sin saber (de ser Narciso) que su amo (el objeto de su amor) no es nadie sino él mismo. Esclavo de su amo sin saber que su amo ni es ni está ni existe ni existirá. Tal es nuestro personaje. Tal es el Narciso que desde siempre nosotros hemos entendido y entendemos que es. En otras palabras, de Narciso solo puede hablar el otro, nunca él. Siendo él, hablará siempre de su amo, siendo siempre, y eternamente mientras viva, esclavo de sí mismo sin saberlo.

Hubo un tiempo en el que C. Martínez, y según trataremos de expresar a través del presente texto, C. Martínez era esclavo de Susanita, a la sazón faraona de las castañuelas, cante hondo y faralaes, esclavo de Susanita sí,  pero siendo así, a su vez,  amo de Soria desde algún tiempo más atrás. Y aquélla, faraona. Faraona sí, pero además indemne y virgen de los Eres. Malditos Eres, malditos fueron. Todo en orden, un sargento con el turuta de Soria a su mando y al mando de la faraona, capitana de Ferraz. Todo en su lugar. Cada eslabón en su sitio y la cadena encadenando lo que toda cadena encadena.

Y a la faraona, resulta, que llegó la hora. A la faraona sucedió el faraón (ese chico del que la faraona dijese “no vale pero nos vale”), ese chico destronó a la faraona, con lo que C. Martínez, huérfano de ama, ingresó de facto e inmediato en el cuerpo de los esclavos sin amo, presunto Narciso, uno más de tan numerosa flora, vagabundo compañero de sí mismo por entre las fuentes y los charcos del Pinar Grande y de la Sierra Cebollera.

Martínez, una biografía inacabada: esclavo sin amo, almirante de secano amarrado a la rueda del timón, mano de hierro, garfio de pirata, patapalo galeón varado entre cerros y collados, narciso potencial, presunto paracaidista sobrevolando Google Earth. Previsiblemente tocará tierra en la península Ibérica, Castilla La Vieja, provincia de Valladolid, capital vallisoletana (Valladolid), justo (según se dice) en la sede provincial de los socialistas, vamos, en la sucursal castellana, castellana vieja comunidad, sucursal esclava de Ferraz, sede a la sazón del chico, ese chico destronador, destornillador, desfaraonador desfaraonante, ese chico. Ese chico que “no vale pero nos vale”, previsiblemente, tocará tierra en Valladolid

¿Cómo?

Como que Ferraz está des faraoneado, que quién lo desfaraoneará, y que el des faraoneador que lo des faraoneare, buen des faraoneador será. Ese chico. ¿Me oyes? C. Martínez, ¿me oyes? Ese chico digo.

El resto de la biografía de C. Martínez está todavía por ver y por escribir, pero igual a lo que pasa con la trayectoria todavía no descrita de una estrella fugaz, que se adivina, nos parece posible adivinar hacia donde se podrá dirigir la trayectoria biográfica que resta a nuestra estrella fugaz, a saber, C. Martínez. Inacabada, hagamos ahora una especie de flash back. Su todavía corta biografía comienza en Soria y los sorianos la conocemos bien. Y comienza por una especie de prólogo, prefacio, antecedente o prolegómeno en el que C. Martínez se instala en el Ayuntamiento de Soria según la crónica todavía por escribir por alguno de los testigos que pueden dar fe de lo que cuentan. Otros no, que como Jesús Bárez o Jose M.ª Martínez Laseca, fallecieron. Rendimos sin reparo el honor que se les deba. De aquéllos primeros pasos lo que ahora importa no son ellos sino el ritmo con el que se dieron, y los que empezaron y siguieron dándose después por parte del mismo bailarín (metafóricamente, C. Martínez nos parece un consumado bailarín)

No vamos a repetir una historia por todos nosotros bien conocida, pero sí queremos recordar que un acontecimiento importante de la misma, si bien de alguna forma conocido, conviene ahora recordar. La faraona, el ama de tanto esclavo como tuvo y entre los cuales contaba nuestro consumado bailarín, marcaba en principio el estilo de su baile, consumado bailarín. Del tres por cuatro susanista y tan gracioso, pasó al punto cero y esto se acabó. C. Martínez, almirante de secano amarrado a la rueda del timón, mano de hierro, garfio de pirata, patapalo galeón varado entre los cerros, el collado, narciso potencial y presunto paracaidista, sobrevoló Google Earth. Del tres por cuatro susanista pasó al doce, y una especie de tabla de multiplicar novedosa (punto cero, amo de Soria), nos puso a Soria patas arriba. No vamos a repetir una historia por todos nosotros bien conocida, pero sí queremos recordar que la recuerden ustedes, unos y otros, sorianos todos, su crónica de ver, oír y tocar, aplausos y pataleos, testigos de cargo, historia de la ciudad entre los años 2006 y 2024, dieciocho años nada menos. Susanita, Susanita. ¿Dónde está Caperucita?

Señores de Valladolid, socialistas de Valladolid, demócratas de Valladolid y en general, vallisoletanos todos, ¡Ojo al bailarín, punto cero y esclavo absoluto de su baile! ¡Ojo al esclavo de su son! ¡Ojo al esclavo de su espejo, vallisoletanos! ¡Ojo al presunto Narciso, esclavo sin amo, socialistas de Valladolid!

Martínez, todavía alcalde electo de Soria, amarrado a las tensas cuerdas de su paracaídas, se balancea sobre Valladolid. ¡Ojo al paracaidista, que no se nos tuerza un tobillo! Aterrizar, lo que se dice aterrizar, que aterrice de rositas. ¡Feliz año nuevo, Carlitos! Y a nosotros, sorianos, un deseo de lo más bonito, un deseo de lo mejor, un deseo de que todo lo más bonito de la estética toda, bien revuelta y bien batida con la ética total, nos asista. En otras palabras y mejor dicho (Ricardo Mínguez lo dijo), que a los sorianos nos vaya bien. Ricardo dijo “que nos vaya bonito”.

Fdo. Ángel Coronado

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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