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Opinión

El lector común

Juana Largo reflexiona en este artículo de opinión sobre la diversidad en la sociedad en la que nos enfrentamos, donde hay muchos factores para pensar que el pueblo es sólo uno. Hay muchos.

El lector común

Ya escribió algún libro con este título Virginia Woolf, aunque aquí vamos a hablar en otro sentido al que ella se proponía.

Y es que, si en un tiempo, era apetecible o sano satisfacer con productos intelectuales al lector común (ya que los Sistemas Políticos y Económicos bajo los cuales vivía una inmensa mayoría), y era necesario, por parte de algún tipo de ilustración filantrópica el presentarle la verdad al pueblo, el lector común, para llegar de alguna manera a una idea común de que la realidad ejecutiva sobre todo no era la de los mandaban, el sistema tradicional y liberal, luego mutado como neoliberalismo, ahora no conviene tanto el marcar con esa etiqueta de “lector común” a un amplio espectro de la política y de las ideologías sobre todo, dado que todo –desde el año 2000- se ha roto o explotado o diversificado en una gran masa que fuera un agujero negro y en el que no pudiera salir la luz, las opiniones de las gentes y las de los que quieren ser ciudadanos.

Por ejemplo: No nos conviene remarcar demasiado el sentido o el significado de la palabra “democracia”, como si el pueblo instaurara un gobierno del pueblo, y al cual todo el mundo debería plegarse, “porque lo manda el pueblo”, de tal modo que fuera, también por ejemplo, un pueblo soriano nuestro de catorce habitantes donde la discrepancia puede llevar a la derrota de lo poco que le queda a ese pueblo. Pero sí es cierto que, en estos mapas geopolíticos en los cuales el pretendido gobierno del pueblo y el hacerle caso a él, es más problemático de lo que parece.

Cualquier estudiante de Políticas o de Sociología, sabe que ahora el pueblo no es el pueblo (por mucho que nos digan lo contrario Orbán y su compañía de actores estelares), porque, si fuera el pueblo habría un pensamiento común que necesitara valorar ese sentido de común.

En plata: Ahora somos todos particulares, desde el Rey de Bastos hasta el que recoge las basuras de plástico que nuestro divino tesoro de juventud deja en algunas plazas tras la fiesta de la noche anterior. Hay muchísimos factores como para pensar que el pueblo no es Uno y que el pueblo es Muchos. Aunque ahora lo pretendan monopolizar ideologías ultras y extremistas para conseguir satisfacer su necesitada, por ellos, hambre de poder. Lo malo es que, por los mass media nos lo retransmiten todo de manera lineal y llana, como si todo fueran encefalogramas planos, como si solo se pudiera ver una realidad, la de los mass media con los gobiernos que, frente al pueblo diverso y múltiple, nos hablan de “un” pueblo.

Y estamos todos, aun sin quererlo, divididos, la unanimidad no puede existir, porque el pueblo es muchos pueblos, y no se puede satisfacer a un pueblo sobre los demás, pues sería lo tal una especie de dictadura de esa parte o minoría de pueblo la que se les impondría a los demás. Y esto lo puede ver cualquiera si se da cuenta un poco. El pueblo es muchos, acaso en las polis griegas o en los estados romanos (lugares donde nació el Estado clásico) era uno, con lo cual era muy fácil el resolver los problemas.

Ahora la realidad es policéntrica, es múltiple y es fácil que lo que diga una en esta tribuna no sea de admisión por muchos otros, es el relativismo al cual se aferran las múltiples exigencias de valores de los muchos o del pueblo diverso, singular y múltiple.

Y que, ¿en qué nos basamos al decir lo que decimos?... Creo que es fácil de entender. La globalidad nos ha traído muchos elementos de todos en un mismo paquete, pero la globalidad, como dicen ahora otros, ahora va a ser un conjunto de diversificación, en lo global, en que cada uno quiere tener razón frente a todos los demás. En estos tiempos, las consignas greco-romanas no existen, pues en el discurso de formación y desarrollo del Estado que se originó en el Mediterráneo y en nuestras bases históricas, se han colado muchos factores que nos hacen pensar que nuestro cuerpo de “pueblo” no puede circunscribirse a una unidad.

Acaso sea un defecto de la democracia, pero, por el lado contrario, es algo positivo, pues nadie puede imponer un modelo fijo y universal de pueblo, lo cual nos ampara en que es necesario tener lectores particulares y no el muy renombrado “lector común”. Y este es el tiempo de lo postmoderno que, si antes solo se refería a lo artístico o conceptual, ahora está pegado en la diversidad política. No somos todos iguales. Aunque no quisiéramos compartir este dicho, los hechos políticos del mundo de ahora, nos lo imponen.

Fdo: Juana Largo

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