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Opinión

Desastres virtuales

Juana Largo reflexiona en este artículo de opinión sobre la influencia de la televisión y las redes sociales para configurar la realidad social, donde las guerras pueden verse como lejanas.

Desastres virtuales

Tenemos que tener en cuenta, aunque ya lo hemos señalado otras veces, que la televisión y las redes son sistemas que obran en nuestras sociedades y que manejan mucho poder. Y de tal forma es importante ello que, cuando las ganancias son altas, enseguida aparecen buitres de todo pelaje para intervenir en el negocio y, tenemos, así, por ejemplo, que, ante la preponderancia y la importancia de la tele y los medios públicos, ante su poder, como se dice, han surgido luego todo tipo de negociantes que quieren manejar la vida pública hasta en sus instrumentos de comunicación. No hace falta dar nombres, pues ellos mismos se dan y solo con ver un poco los puestos de trabajo de las plantillas y a sus directores, sobre todo a sus amos, podemos darnos cuenta de que, ahora, la vida pública de los ciudadanos funciona a golpe de latigazo de dinero, mucho dinero, hasta para conquistar países.

Imágenes, comunicaciones y reportajes sobre las guerras, sobre las últimas guerras, son manejados por los medios informativos, y son divulgados continuamente por los mass media  (qué pena que se muriera Umberto Eco para que viera la suciedad social en que se ha convertido el mundo desde que él lo dejó) y esto es en cuanto a emisores, porque cabe preguntarse por los receptores, por aquellos que reciben todo el impacto en los diversos lugares en que se hallen, aunque sea cenando a las nueve en su casa y habiendo encendido el televisor, los medios de masas no tienen ni escrúpulos ni tienen horarios felices, son un cataclismo si cabe más violento que las mismísimas guerras, pues difunden en mayor cantidad el terror… Pero a lo que íbamos: ¿Se puede creer eso que aparece a todas horas y con lo que se trafica, cuando todo en nuestro derredor funciona sin –digamos- cierta alteración?...

La vida en la UE es estática, los sobresaltos son esporádicos, y la imagen de lo real es fija, hay como una foto fija desde el siglo XIX hasta ahora con sus estampas de casonas burguesas y de todo arreglado, que es de lo que, a pesar de todo lo que ha pasado en el siglo XIX y XX y XXI, se intenta mantener por el Poder burgués como fijo; acaso nuestra misma ciudad sea un remedo de ese “Todo bien” u “All right” de los tiempos actuales en los cuales lo burgués trata, tras guerras anteriores, de restablecerse.

Ahora da la impresión de que, desde Bruselas a Soria no pasa nada, de que todo está bien medido y todo bien ajustado, y de que todo es igual. Da la impresión de que no pasa nada y, si pasa, el orden de lo real lo reinstaura o lo restablece.

Las guerras pueden verse como lejanas, de otro mundo (de ese mundo que los románticos europeos veían hace dos siglos como “exótico”), y el mundo es virtual, ya que no nos afectan directamente esas lejanías o ajenidades. Y este asunto es lo que debía dilucidarse de un modo u otro. Porque, cuando parece que eso de la guerra solo les pasa a los demás, como si aquí no pasara nada, nos podemos equivocar.

Aparte de fenómenos esporádicos o virulentos, de un momento, cuando vemos las guerras “ajenas” como virtuales, aparte de equivocarnos, no sabríamos ver la realidad y todo quedaría en ver la tele, lo que nos salva, lo que hace que lo calamitoso o salvaje sea doméstico, lo que sale en la tele como mera corroboración de lo demás que tenemos en la UE, es decir, que eso lo “pone” la tele, y así cada camisa queda en su cajón: la camisa de la cotidianeidad y de la civilización en un cajón, y la camisa de la guerra en otro cajón…

En el cajón de la camisa de la guerra veríamos que está la ficción y en el cajón de la camisa de la civilización está nuestra ciudad tranquila e impasible, en nuestras ciudades todo es “realmente” estable, pero en la tele, como si dieran películas de ficción con el asunto de las guerras y catástrofes. Diríamos que se puede ver la realidad como una ficción en la cabeza.

Y es que dejamos de ver el mal en nuestra realidad cotidiana, llámese UE o llámense otras partes del globo, y no sabríamos qué hacer ante el mal ajeno si se diera como una situación de adversidad semejante en nuestro propio ámbito ciudadano. Se ven a los que caen por las bombas, por los misiles, por los drones, por la metralla de los fusiles, por los derrumbes y explosiones, y eso parece una “película” que solo pasa en la “mentira” de nuestras sociedades seguras y blindadas, y ello nos hace incapaces de tener más alcances para ver una realidad o una posibilidad de realidad en nuestro mundo.

¿Era real la Noche de los Cristales Rotos?..., ¿era una película de Francis Ford Coppola?... ¿Era real la caída de las Torres Gemelas?..., ¿no era una superproducción de Hollywood?... ¿Son reales estas guerras?... Lo que pasa en los medios es que nos confunden y nos trastabillan la mente, peligrosísimos para las edades tempranas y para los enfermos, peligrosísimos para las personas que padecen enfermedades mentales, dado que, dicho escuetamente, nos pueden hacer ver como “mentira”, ficción, lo que pasa en esos países de guerras reales.  

Nos hace “irrealistas”, ingenuos o no maduros ante lo que ha sido y es la vida. Y decimos: “lo que ha sido la vida y es la vida”, cuando estaríamos contentas y contentos de saber que no va a pasar más… ¿Todavía no sabéis algunos jóvenes españoles lo que fue nuestra guerra civil, cuando, por ejemplo, con solo saltar al campo, un simple salto, un pestañear, te volaban la cabeza de un tiro, y daba igual que fueras de los de la camisa azul o de la otra, que la muerte igualaba a todo el mundo…? Lo que nunca deseamos…

Fdo: Juana Largo

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