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TRIBUNA / Verdad, Justicia, Igualdad. El voto útil

Ricardo Mínguez Izaguirre, ante las elecciones generales del próximo 23 de julio y con una "impresentable" deriva en la campaña electoral, expresa su particular opinión sobre la necesidad del voto útil para evitar la vuelta a las cavernas de la política y la economía

TRIBUNA / Verdad, Justicia, Igualdad. El voto útil

La incultura y el egoísmo humano han sido los soportes fundamentales de la rápida extensión, a nivel mundial, del desastre que para la humanidad en su conjunto ha supuesto el neoliberalismo de la llamada escuela de Chicago.

Sus consecuencias pueden resumirse en el abandono -ojalá que transitorio- del principio básico de la democracia de la igualdad de todos los seres humanos no sólo ante la Ley, ante los derechos formales universalmente aceptados, sino frente a unas condiciones que aseguren el ejercicio de esos derechos en la vida real de todas las personas. Los partidos políticos que llamamos de derechas asumen de mejor o peor grado la igualdad ante la Ley, ante la Justicia, aunque siempre con resistencia numantina a eliminar privilegios nacidos del ejercicio del poder. Las izquierdas socialdemócratas suman en su ideario la igualdad de derechos real para toda la población como base imprescindible para la paz social y el progreso efectivo de una comunidad.

Qué duda cabe de que sin una verdadera justicia universal no sería posible esa última igualdad real. Qué duda cabe de que el esfuerzo personal para acceder a unas condiciones dignas de vida deberá ser siempre estimulado y valorado en sus efectos. Pero tampoco cabe duda, y todos podemos aportar múltiples ejemplos, de que la tan cacareada meritocracia (actual bandera de enganche de las fuerzas reaccionarias de la sociedad) como único camino para alcanzar unas mejores condiciones de vida es una auténtica falacia; ¿acaso son iguales las condiciones económicas, culturales, sociales, etc., de partida en esa carrera? No, claro que no.

He aquí entonces una fundamental diferencia de planteamiento político-vital entre las dos fuerzas que acuden a las elecciones del próximo 23 de julio. Las que creen que la igualdad mínima para garantizar una vida digna de todas las personas debe promoverse con las adecuadas leyes de progreso social, y las que basan toda su propuesta de futuro en el mendaz egoísmo humano del sálvese quien pueda. Servicios públicos básicos de calidad accesibles a toda la población en condiciones de igualdad, con independencia de sus medios económicos, o servicios básicos en función de la riqueza de cada persona. La educación, la sanidad como bienes mercantilizados o como derechos en igualdad de condiciones para todas las personas.

En resumen, dos fuerzas enfrentadas por algo que hasta hace pocos años se asumía con un acuerdo general: la creencia en la igualdad de todos los seres humanos. (Es curioso, por ejemplo, que en la vigente Constitución española se establece –Artículo 14- que “todos los españoles son iguales ante la Ley”. ¿Qué tratamiento tendrían los inmigrantes “ilegales”-¡qué horror!- si el texto fuera “todas las personas son iguales ante la Ley”, como de hecho figura en muchas otras constituciones?) Todas las llamadas leyes sociales aprobadas en la última legislatura están basadas en esa idea de igualdad; las promesas de su inmediata derogación son la proclamación de una ideología que niega ese principio y que ya creíamos abandonada.

Verdad. Sin ella huelga hablar de justicia, sin ella pierde su sentido la palabra igualdad. Y parece obvio, tristemente, que las fuerzas de derechas marchan al compás de la mentira con impúdico desparpajo, sacando pecho, como alguien ha apuntado con acierto. El ejemplo de las declaraciones del líder del PP sobre el tratamiento de las pensiones, o sobre las Cajas de Ahorro, o el descaro de achacar unas declaraciones radicalmente falsas a un teletipo (inexistente) de no recuerda qué empresa, son un patente anuncio de ninguna creencia en la verdad, en la democracia, en la justicia.

En las elecciones del 23 de julio elegiremos a los diputados que gobernarán nuestra vida pública y, en muchos aspectos, nuestra vida privada. Quienes sigamos creyendo en la igualdad y la verdad como bases imprescindibles para una decente convivencia no tendremos otra oportunidad de voto que las llamadas opciones de izquierdas o de progreso, ya que las únicas ofertas de las derechas niegan expresamente ambos principios. Y SoriaYa parece querer mantenerse al margen de la batalla política, compitiendo con sus positivas propuestas sobre infraestructuras con PP y PSOE.

Llegados a este punto la cuestión es la siguiente. Aquí, en Soria, y ahora, julio de 2023,  ¿qué importa más: nuestras particulares convicciones o la eficacia de nuestro voto ante el dilema planteado entre dos concepciones tan opuestas sobre las bases de la vida social? ¿Tiene SUMAR alguna posibilidad de obtener un diputado en Soria? Con el actual sistema electoral y a la vista de los resultados de las anteriores elecciones parece seguro que no. Es decir, que del mismo modo que en las elecciones locales los partidos de izquierdas no lograron un solo concejal por acudir divididos a las urnas y se perdieron en la nada todos sus votos, en las próximas elecciones podría ocurrir lo mismo en los resultados de la provincia: que los votos de SUMAR restaran un diputado al PSOE en el Congreso. Y un diputado menos puede ser causa de mucha desgracia.

En resumen, que, con algodones en las fosas nasales, pienso y recomiendo de corazón y cabeza a quienes pensaran votar a SUMAR que, por exclusivas razones de emergencia nacional, hagan acopio de pinzas o algodones y depositen su voto a favor del PSOE. Si el resultado final es, como estoy seguro de que lo será, favorable a PSOE más SUMAR, este último tendrá una importante representación en el Congreso de los Diputados y formará parte fundamental del próximo Gobierno de la nación. Si estos mismos argumentos se hicieran valer en todas aquellas circunscripciones en que es harto improbable que SUMAR obtenga un diputado, el resultado global garantizaría un Congreso y un Gobierno convencidos de que el egoísmo humano y la mentira como sistema no pueden ser los monstruos incontrolados que dirijan la marcha de nuestro país.

Fdo: Ricardo Mínguez Izaguirre

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