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TRIBUNA / Fuera fronteras

Ángel Coronado incide en este artículo de opinión en la labor ejemplar de Médicos sin Fronteras, y en la falta de otros profesionales que, en la España vaciada, se dediquen a preservar a sus habitantes del avance de los purines y los malos olores.

TRIBUNA / Fuera fronteras

Colaboro en la medida posible y oportuna con la organización no gubernamental denominada “Médicos sin fronteras”. Y es por ello por lo que vuelvo de nuevo en eso de las fronteras, que no solo versa sobre médicos y pateras en aguas internacionales o nacionales de no importa nada qué nación, sino también en otros frentes de menos urgencia y peligro pero también solicitando mayores cuidado y atenciones de los que ordinariamente se les da.

Hago cuenta, además, de que un ser navegando en patera no es un enfermo cualquiera y, además, que la organización de referencia, Médicos sin Fronteras, lo sabe bien. Y por eso hago cuenta también de no ver en primera línea esos profesionales ejemplares en esta refriega tan aparatosa de ahora sobre si la España vaciada o llena, la sanidad pública o privada, o más y más cosas así, no veo a profesionales sin fronteras, antes atentos a otras urgencias más agudas a golpe de mar o de desierto, siempre de muerte cierta y anunciada.

Y no siendo médico ni teniendo más fronteras de las que un ciudadano cualquiera tiene, hago cuenta también de que un ser navegando entre amores y agonías no es víctima de cualquier urgencia, como lo es, por ejemplo, el que huye de su pueblo desprovisto de todo. Y hago más cuentas a pesar de que, dicho esto, estas cuentas de más puedan parecer surrealistas, pero imagino que un ser humano navegando en patera sobre un mar embravecido y anhelando dejar atrás ese oleaje siniestro, no es tampoco el pobre viejo medio muerto de soledad y de abandono de la España vaciada ni el peatón en apuros de acera estrecha ni tampoco el joven agricultor castellano que, dejando atrás sus legítimos temores de una mala cosecha, quiere meter nitratos inyectados en la vena de un acuífero y dejarnos a los del pueblo sin agua para beber. Por eso tampoco veo a  los Médicos sin Fronteras intentando resolver este problema de salud pública tan importante, y nosotros decimos lo mismo con ellos y con los alcaldes y vecinos de algunos de tales pueblos.

Y siguiendo en esto del surrealismo, que parece ser en exclusiva un movimiento artístico pero que se desparrama por fuera sin que le importe un pimiento al propio movimiento que nadie lo vea ni que le importe tampoco que nadie lo diga (circunstancia que miren ustedes por dónde, a nosotros nos motiva el decirlo), me hago cuentas también de no ver a los Médicos sin Fronteras remediando las náuseas normales que provocan en cualquier estómago humano los malos olores de los purines de la vaca o del cerdo, a propósito de lo cual he rebuscado por entre las basuras de un estercolero (es un decir acerca del temporal de medios informativos que arrecia hoy en día, y de ninguna manera referido a éste hi a ninguno de los citados medios), he rebuscado y encontrado, decía, esta joya que no tiene precio.

Es surrealista, lo comprendo, pero al igual que existe una posverdad que nadie niega, existe también una posrealidad que hasta este corrector de ortografía que tengo instalado en el cerebro me indica que la voz “posrealidad” no existe, por lo cual ordeno de inmediato al corrector que lo incluya en el diccionario. Urge su inclusión, porque la mejor forma de precisar lo que fuera o fuese “surrealismo”, por encima de todo lo que hayan dicho André Bretón y Dalí, de paso también a la mejor definición de otros muchos neologismos que nos acosan, por ejemplo “descarbonización”, “resiliencia”, “humanización de obras públicas como puentes de piedra” e incluso “sostenibilidad”, de paso también a cualquier óptima definición de tales neologismos, la mejor de todas es ésta: surrealismo es posrealidad.

Y ahora la joya:

“Tres proyectos de sondeo para aguas subterráneas” (El Mirón, 28/01/2023) Leerlo, por favor.

Por nuestra parte decimos: tras detallar los tres sondeos subterráneos a 120 metros de profundidad y sin tomarse los cuidados de rigor en cuanto a la descompresión en la subida, sube a la superficie un espeleólogo para integrarse de nuevo en el seno de la atmósfera y, con gesto preciso pero al tiempo leve, como no queriendo la cosa, el espeleólogo submarino e intrépido va y le da la llave del gallinero a una zorra que pasaba por allí. Y lo hace sin quitarse siquiera escafandra, traje de neopreno ni aletas.

En efecto: Ya en la superficie, y como para terminar el lance de las perforaciones profundas en busca de agua limpia y posterior ascensión habiéndola encontrado, doctoral, nos explica:

“También se ha informado favorablemente, con condiciones, el proyecto y estudio de impacto ambiental de una explotación porcina de 2.418 plazas de cebo, en el término municipal de Monteagudo de las Vicarias.”

Y aunque no se dice nada concreto acerca de tales condiciones, entramos ahora de lleno en el territorio posreal por excelencia, esto es, en esa vieja costumbre de confiar las llaves del gallinero a la zorra, o de darnos gato por liebre no existiendo mayores inconvenientes, y tras citar unos cuantos problemillas de rango menor, se recomienda a la empresa porcina lo siguiente, como quien recomienda doctoral, ya digo, a la zorra: …. Y en el caso de que usted quiera comerse una gallina, se lo recomiendo, a pelarla primero. ¡Lean!

“Además, [….] se pondrán en práctica las mejores técnicas de gestión de estiércoles y purines, tanto en la fase de almacenamiento como durante la aplicación al terreno y si se produjeran molestias intensas a las poblaciones cercanas, se establecerá un plan de gestión de olores que contemple su eliminación o reducción.”

No veo tampoco, y por idénticas razones a las ya expuestas de forma suficiente, no veo tampoco, decía, a los Médicos sin Fronteras, atendiendo a los afectados por esas “molestias intensas”. Antes bien veo a la zorra disfrazada de gallina o de médico (o sin disfrazarse siquiera), pero con las llaves del gallinero bien puestas y tocándose con la lengua el hociquito..

Eso es posrealidad, amigo.

Fdo: Ángel Coronado

 

 

 

 

 

 

 

 

  

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