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TRIBUNA / No es moco de pavo. Es pavoroso

Ángel Coronado reconoce en este artículo de opinión el pavor que le dan los accidentes de carretera que se registran en España, y en especial en la España vacía de la que Soria es su epicentro, debido a la irrupción de fauna silvestre.

TRIBUNA / No es moco de pavo. Es pavoroso

¿Talar el bosque para evitar el incendio? Los incendios nos dan pavor y la Mancha, limpia e inmaculada, qué me dicen de La Mancha. En la Mancha el pavor desaparece, como si limpia de árboles, el pavor, pavoroso más que moco de pavo, se fuese. Y el mar, como si limpio de árboles y de mocos pareciese verde, teme al incendio tanto que da pavor cuando sopla el viento y enfurece. A pesar de todo eso nos preguntamos a veces lo de talar el bosque para evitar el incendio y seguimos diciendo, cabezones, que no, que no, qué demonio, que no quiero. No lo quemo. No quiero quemar el bosque. Qué demonio. No lo quemo.

¿Matar a los animales para evitar accidentes ? Los accidentes de carretera nos dan pavor. El pavor a los accidentes de carretera viene y se nos instala dentro para dejarnos atemorizados, temorizados, que al temor le da igual que le pongas o le quites ese tapón tan tonto, tan simple, el de la “a”, primera del alfabeto, primera de todas las vocales, la “a”. Atemorizado es lo mismo que temorizado, aunque de la palabra “temorizado” se niegue permiso de libre circulación por la carretera del idioma castellano. Todos los sillones de la Real Academia de la lengua se ponen de acuerdo para negarle asilo a “temorizado”. Y lo dejan que se hunda en el mar de los sargazos sin dejarnos siquiera usarlo. Un día que pasamos por la calle de Felipe cuarto por los despachos de la Real Academia, solicitamos permiso siquiera temporal, un rato, lo que tardamos en escribir todo esto, un permiso temporal de circulación, y nos dijeron que tampoco. Completamente temorizados hemos comprendido la cuestión y cuando terminemos con esto volveremos a la carga a la calle de Felipe cuarto número cuatro sillón número cuatro con estas cuatro palabras: cuatro palabras por favor, solo cuatro.

Ya estamos en Felipe cuarto. Con la venia, miren ustedes: cuando algo se teme suele mirarse para otro lado, como si dejando de mirar a lo que de verdad se teme dejásemos de temer. Justo como si eso. Y como no se teme a lo que puesto en ese otro lado se mira de verdad, y a lo que de verdad se teme no se mira porque a lo que de verdad se mira no se teme, pues todo arreglado con solo hacer una excepción a la regla de la lengua de ustedes que de paso es al tiempo la nuestra. Moco de pavo. Estamos de obras y lo pintamos todo de amarillo y como lo pintamos todo de amarillo estamos de obras y todo arreglado y ya está.

El ujier de la Real Academia de la Lengua, en esto que les dice con el debido respeto al cónclave de los académicos que ya llevamos dichas más de cuatro palabras, a lo que ninguno de ellos hace el menor caso. A lo sumo alguno deja libre a su mano como sacudiéndose una mosca cojonera, gesto que el ujier interpreta molesto y obedece, y calla. Nosotros callamos también. Y como el cónclave de los académicos sigue callado y la mosca sigue volando, nosotros recogemos los trastos y nos vamos.

Leo en El Mirón lo de Ciudad Rodrigo. Cuatro heridos al colisionar un turismo contra un jabalí en Ciudad Rodrigo. Cuatro heridos, por favor. Es pavoroso.

¿Una colisión? ¿Un turismo contra un jabalí? ¿A las 23:16 horas noche cerrada y abierta la puerta y la noche? ¿Dos mujeres de 17 años? ¿Una mujer de 16 años?. ¿Un varón de 18, jovencito él? ¿En el kilómetro tres de la carretera de la Diputación de Ciudad Rodrigo que se dirige a la España vacía llena de bosques y de jabalíes y de pueblines vacíos que si Pedrotoro, Tenebrón, Morasverdes, la España llena de las fieras y de los jabalíes por esas carreteras atravesando bosques y bosques de pavor?

Lo de Ciudad Rodrigo es pavoroso. No es moco de pavo ni muchísimo menos. Es pavoroso. Dos mujeres de 17 años. Otra de 16 y un varón de 18, jovencito él, que ya van cuatro y cinco con el jabalí. Solo faltan dos para llegar a los siete, como los enanitos de Blanca Nieves, siete sin ella pero con dos mujeres de 17 años y otra de 16, sumando ocho sin contar ni brujas ni príncipes curalotodo. Sólo nos faltan dos. ¿Será que nos falta Bambi? ¿Qué de la corza blanca? ¿Matar a los jabalíes y a los lobos y a los ciervos y a los corzos para evitar una colisión?

Estamos atemorizados. Nos da el pavor de solo pensar en el bosque. Nos acordamos de Blancanieves y sobre todo de los enanitos, pobres, siempre cuidando del bosque, pobrecitos, siempre al frente, mirando a la Osa polar, mirando al Norte siempre, a su Norte, al Norte de todos ellos, pobrecitos. El sabio, el mudo, el cascarrabias. No es moco de pavo. Todo esto es pavoroso.

Fdo: Ángel Coronado

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