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Opinión

¡Papa Noel! ¡Me pido una chuche!

Ángel Coronado ironiza en este artículo de opinión sobre los paracaidistas electorales, al hilo de la posible candidatura del alcalde de Soria como secretario general del PSOE de Castilla y León.

¡Papa Noel! ¡Me pido una chuche!

Es imposible coger el paracaídas para ir a parte ninguna. Nunca he visto hacerlo. Nunca he visto a nadie coger el paracaídas como se coge, por ejemplo un taxi, el coche, el metro o el avión.

¡Estarás ciego! Siempre se hace para coger el avión.

¡Estarás tonto! ¡Paracaidista! Ya te veo entrando a tu casa por el tejado.

Pues yo nunca he visto a ningún paracaidista cayendo al tejado sin escotroñarse o sin quedarse pinchado en el pararrayos como una aceituna con pepinillo y cerveza.

¡Estarás tonto y ciego! ¡Se te olvidó el palillo! Y entre risas, ya de juerga y pinchando aquélla aceituna con un palillo, se acabó la discusión. Una barra, pero no de pan. Una taberna, una cerveza. Todos amigos

¿Amigos? ¿Dices amigos? Estarás idiota. Te lo estás comiendo crudo y le llamas amigo.

Lo siento, amigo mío. Me encantan las aceitunas. Sobre todo con pepinillo y anchoa, lo que se llama un pincho, pincho que no tapa, y nunca con vino. ¡Otra cerveza, Mariano! ¡A tu salud, amigo! Y aquélla amistad duró lo indecible, toda la vida. Ésta vida me refiero. Ahora queremos hablar de ésta.

Aparte los pinchos, si no más, las películas del oeste, los western. Y el otro día leía, no me acuerdo exactamente dónde ni qué día ni hora ni escrito por quién, leía que casi todo lo que nos pasa en esta vida cabe, de alguna forma u otra, en el instante que sigue al que dos pistoleros se miden, a quince pasos de distancia, prestos a disparar. No lo repetiremos. Se trata de un marco, una pauta, una especie de tendedero en el que tender o colgar prendas. Sayas de fraile, velos de monja, o casi desnudeces de bragas y calzones. Casi todo acontecimiento (y a fin de cuentas no contamos en la vida, en ésta, que ahora no hablamos de la otra), se reduce al encuentro en el que uno (llamemos a éste “el propio”) se encuentra con otro (al que llamaremos “el extraño”).

¡Otra cerveza, Mariano!

El paracaidista es siempre un extraño. Bueno, malo, eso no importa, o al menos no importa por ahora. Ya lo veremos. Ya se verá. Y ya con esto, siendo esto lo esencial, vamos a ponerlo en el marco del paracaidista, pero no del paracaidista de guerra que invade la casa del enemigo desde el aire con sus aviones de caza, de trasporte y de bombardeo, sino del otro, el de contienda electoral, ese al que, desgraciadamente, también conocemos, y de sobra.

Y no sabiendo cómo explicar lo del marco que ahora queremos poner a nuestro artículo (ni siquiera ponerle nombre), y confiando en Mariano y sus cervezas, un tertuliano dice una cosa en la que tiene muchísima razón: la contienda electoral, ese marco que usted dice, no es sino otro acontecimiento más.

Me doy por aludido y le digo: Explíquese, por favor se lo pido. Y cerrando la boca, escucho: Sólo hay acontecimientos, pero en general, solo algunos son finales, decisivos, simplicísimos, indivisibles, algo así como se nos dice de la materia en sus partículas atómicas, indivisibles. Todo el resto, absolutamente el resto de acontecimientos son compuestos de mayor o menor envergadura, pero todos y por siempre jamás, compuestos, acontecimientos compuestos a los que dejaremos de llamarles acontecimientos. La Edad Media no es un acontecimiento. La formación del Sistema Solar no es un acontecimiento, ninguna de las llamadas guerras mundiales es un acontecimiento, como tampoco lo es ese “DOS MAS DOS = A CUATRO” ni esa “A”, siempre antes de la “B”. Son acontecimientos compuestos a los que por ahora, provisionalmente, vamos a llamarles tendederos, protocolos, pautas o mejor, marcos. Y a colgar en ellos los acontecimientos de verdad, ese ¡AY, no me hagas daño! ¡Uy, qué susto! ¡Aaaaajajá, ya lo sabía” Sí”, “No”, y por ejemplo, también ¡Mira, mira, un paracaidista en el tejado de tu casa! Algo así como los ladrillos con los que, poco a poco, vas construyendo tu casa, algo así como dando pasos haces, lo quieras o no, haces camino al andar….

Agradezco a nuestro alcalde ser un marco sin igual. No logro encontrar acontecimiento alguno que no se deje colgar en él todo tipo de prendas, tendedero sin rival. Pero lo más extraordinario no es eso, o siendo eso, no es eso tan sólo, hay más. Nuestro alcalde es un marco sin igual en el que cualquiera puede colgar cualquier acontecimiento de verdad, pero además es que nuestro alcalde es, en sí mismo considerado, un acontecimiento, un verdadero acontecimiento, es como una tormenta o un tormento de acontecimientos, nada de chaparrón en su conjunto sino de gota en gota y tiro porque me toca, como en el juego de la oca. Es la oca. Es la reoca

Coja usted lo del bulevar. Coja usted ese marco e intente aparcar en él y podrá tender en ese tendedero un acontecimiento singular, atómico, indivisible: “¡Cago en diez, no puedo salir. Abollé la puerta!”

Bueno, pues hay quien dice que el bulevar no ha desaparecido ni nos lo han robado. El bulevar aparecerá, dice, pero no desde la estación de autobuses hasta la rotonda del Caballo Blanco sino desde dicha rotonda hasta Valladolid. Nada de “¡Autopista Ya!” De alguna forma todo se haría realidad pero en otro marco.

¿En cuál?, ¿En qué marco?

Un señor que sabe hacer números se levanta con una máquina de calcular en la mano y dice. ¡De ninguna forma!. Un bulevar desde el Caballo Blanco hasta Valladolid cuesta muchísimo más que urbanizar, no digo ya el Cerro, sino El Cerro + Cebollera + Urbión = Un Disparate. Y plantarse en Valladolid, Señores, cuesta muy poco.

Y fue en aquél momento preciso cuando Jaimito pide la palabra. Otra cosa no tendrá, pero Jaimito es siempre oportuno. Jaimito dijo que aterrizar en Valladolid en paracaídas cuesta más que en coche o autobús, pero siempre menos, muchísimo menos, infinitamente menos que Un Disparate.

Y todos nos rendimos al rigor de la jaimitada, aunque Jaimito, modesto y gracioso como siempre, daba las gracias.

¡Anda, Jaimito! Dinos a quién das tantas gracias.

Al paracaidista. Mientras desciende nadie le oye. Nunca toca tierra. Se cuela siempre por el tejado, y en lugar de improvisar tribuna de tejado para con los de abajo, va y se cuela silencioso hacia el interior.

¿Por la chimenea?

Creo que sí, pero no lo sé. Lo hace por donde puede pero siempre en silencio. Ya dentro, imagino, el Papá Noel repartirá, dicharachero y afanoso, regalitos.  

Fdo: Ángel Coronado

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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