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Opinión

Ombligo

Juana Largo reflexiona en este artículo de opinión en la vinculación de los ciudadanos a sus pueblos, por encima de estructuras nacionales, e incide en cómo se miran a su propio ombligo, con exaltación de las propias fiestas, mientras el mundo sigue su ritmo.

Ombligo

En España no, pero en Italia existe una denominación para aquellos lugares o pueblos, sobre todo del medio rural, donde los habitantes de cada localidad, sobre todo de pueblo o su demarcación territorial, rural, como se dice, le tienen un infinito amor a este lugar suyo y no a los demás, con los que tienen rivalidades sin número e incluso partidos de fútbol y competiciones y costumbres y actividades diversas en los que se miden, y se llama “campanilismo”, por la cosa del asunto de las campanas, a ver cuál campanario es el mejor.

En España, ídem de lo mismo, y la exacerbación para un pueblo contra los de otro pueblo, también usa de términos semejantes, aunque no de la misma forma a los hermanos italianos, y aquí el nombrar esto se suele comprender como algo perteneciente al “tribalismo”, de tal modo que en España, como en tiempos de Viriato, se suele dar la alianza de tribus para luchar contra el Imperio Romano, por ejemplo. Es un país de tribus, como sucede incluso en la actualidad, en la cual, a muchos españoles les place llamarse propios de una tribu o de otra, y si intentamos desligarnos de esta realidad, nos damos cuenta del gran apego que cada habitante le tiene a su tribu, e incluso, aun poniéndonos en actitud crítica con las tribus, podemos salir escaldados, dado el alto interés y la íntima y “éxtima” convicción que cada español le tiene a su tribu, e incluso a las de otras partes del mundo nuestro, porque parece que, siendo de una tribu, se es de un lugar y de una gente que ya no es la propia de un gélido Estado que, ya sabemos, es siempre enemigo del hombre. Se anteponen las tribus incluso a la Carta Magna o las leyes de un Estado. Tenemos el ejemplo de Fuenteovejuna, pero hay muchos otros casos en los que rige el honor de pertenecer a una tribu frente al poder del Estado o de la Corte o de las Leyes del país entero, y en estos casos incluso ante el hecho histórico que ha solido ser progresivo en el tiempo de una Patria común a todos los españoles, cuando podemos considerar unas cuantas patrias en plural que sí, nos llegan más al corazón, sobre todo cuando se apela, por parte de los gobernantes, al sentido del corazón de todos para hablar de la Patria. Y el término “ciudadanos” suena casi a chacota y a algo ininteligible, cuando todos sabemos que, mismamente en los tribunales, y en el fisco, es lo más serio.

 Ahora bien, en Soria capital (como en cada pueblo) se dan los fondos populares o los patronales, es decir, se pasa de unos a otros de tal manera que se sabe quién es el propietario de forma clara y no torticera, de tal manera que se identifica con facilidad lo que es del señor marqués y lo que es del pueblo. Y últimamente, en los eternos años que pasan (pero como en la antigüedad), los vecinos de cada lugar hablan mucho de sus localidades particulares como del novamás de los poderíos o petardos o fuegos artificiales del mundo entero, y esto, antiguamente se solía atribuir a los pobres inocentes que ni habían medrado ni habían salido de su pueblo, cuando lo consideraban lo máximo frente al resto del mundo; evidentemente no habían podido hacer un viaje o haber leído un libro ni nada de esto tan habitual en nuestro tiempo en el que incluso tenemos línea inmediata desde el Alto de la Dehesa con una calle de Manhattan. En este sentido la tecnología puede realizar una acción más efectiva que un viaje o la lectura de un libro.

Parece ser todo esto algo que nos vertebra, algo a lo que nos fijamos o pegamos de tal manera que nos sentimos organizados en cuanto a estructura de la comunidad. Es algo sin lo que no se puede pasar. Y así durante el año entero no dejamos de ocuparnos de las “fiestas” (porque, España no es España sin fiestas), hasta cuando llegan estas y las disfrutamos.

A los forasteros tenemos la costumbre, con nuestra buena fe, de explicarles, se nos cae la baba, aun sin preguntar ellos, pasionalmente cómo son las Fiestas del Solsticio de Verano. Y, en el mundo del estudio, en el mundo incluso libresco, en nuestra historia, sobre todo, las fiestas ocupan el primer lugar. Pareciera que, con las fiestas, podemos pasar toda la vida y, que lo demás no tuviera valor, pero resulta que, aun con estas celebraciones, el mundo siempre no deja de existir. Bien lo sabemos todos que existe el resto del mundo…

Y aquí nos referimos al mundo no digamos ya explícita o caricaturescamente político (con ese afán de muchos sorianos de apartar la política, se entiende que de baja estofa), sino al comercial y al empresarial y al laboral (que les pregunten por ejemplo, a los camareros si existe o no lo laboral en fiestas) y todos los demás, y al tiempo de las inversiones y al desarrollo económico y al tecnológico, como político (¿no hay autoridades, con sus paseos, en algún que otro día de las fiestas?), como si esos mundos fueran adversos en Soria y con las Fiestas nos bastáramos para todo, para ejemplo de pasarlo bien y los planetas del sistema solar, siguiendo girando  en el Universo…

Como Soria no está aislada del resto del mundo, solo parece ir con el tráfago propio, sin embargo, pasan muchas cosas. Y nos perdemos el resto del desarrollo del país. Esto es como mirarse el ombligo de cada uno, y el de las fiestas, mientras el mundo va moviéndose, va corriendo ¡y a qué velocidades!... Y la realidad de poco desarrollo de nuestra localidad y que luego pasa factura y existe, pongamos, la realidad de la despoblación porque no hay atractivo laboral ni de nivel de vida ni social ni económico. Ahora bien, ¡que no nos quiten las fiestas!... Incluso existía hace años una especie de refrán que decía:

“Podrá faltarnos el pan, / podrá secarse el Duero/ pero arde Soria primero/ si no hay fiestas de San Juan”.

Si analizamos en frío las fiestas, son una calamidad; ahora que, si lo hacemos en caliente con algún traguito de vino o, en falta de éste, de hidromiel, nos damos cuenta de que son el mismísimo Paraíso para querer vivir siempre en él. Queriéndoles dar la razón a los clásicos, podemos decir: “Vive el instante”…

Fdo: Juana Largo

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