¿Aprender a luchar como un hombre?
Juana Largo incide en este artículo de opinión en el papel que determina en la sociedad el nacimiento, como hombre y mujer, una división que ha fomentado la desigualdad a lo largo de la historia.
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¿Aprender a luchar como un hombre?
La verdad es que no hace falta el haber acudido a un centro de enseñanza femenino, ni haber oteado por la calle un poco el movimiento de la vida, ni haber estudiado sicología o alguna rama humanística de las ciencias sociales, ni nada de eso en este campo. Simplemente, con nacer, ya vale.
Es decir, que, con nacer varón o mujer, ya se puede una dar cuenta de muchas cosas, la primera que el mundo está hecho a la medida de los varones y que, para acceder a él, hace falta nacer con pito.
Los varones también se dan cuenta de este asunto, y, de hecho, casi todos siguen el papel que les otorga la colectividad, no queriendo ser mujeres (a no ser que entre en este cálculo el sentido erótico, aunque con ello no se soluciona el problema del mundo objetivo, cuando sabemos que una mujer no solo sirve para placer y parir), dada la enorme desventaja que tienen o tenemos nosotras para vivir o estar instaladas en el mundo. La instalación en el mundo se mantiene con los planes de los gobiernos en los cuales los varones ya tienen un gran plus de ventaja con respecto a las mujeres.
Ellos no tienen que hacer lo mismo que ellas, y como se supone, el rol de un varón se encuentra instalado en una “sociedad” en la cual, para tener poder o dinero o estatus o llevar una más descansada vida –aunque incluso muchos hombres luego no la llevan tan descansada-, no hace falta nada más que seguir las directrices del cuadro estadístico y de programas de los Estados en los cuales, por ser varón, ya puedes tener más posibilidades de formar una casa o de tener mejor sueldo o de saltar a un puesto de directivo o de poder formar un gobierno o de acceder a un sistema educativo en el cual te ves refrendado por las directrices que basan su mando en ser hombre.
Si no eres hombre, el trabajo es mucho mayor, muchísimo, el mundo no está hecho a tu medida. Las mujeres han de cumplir un papel en el cual, sobre todo, no se les deja decidir y son “creadas” acorde con lo maternal o lo doméstico, aparte de la prostitución y miles de trampas civilizatorias en las cuales se premia, en sentido negativo, el ser mujer. ¡Claro que un varón que se casa con una mujer, puede decirle a su mujer que la va a salvar! Pero esto queda como género casuístico y la norma exterior es lo que, quieras que no, se instala y llegas a la conclusión de que esto es así desde hace mucho tiempo.
El sujeto “guerrero” y el sujeto “mujer pasiva” da desde antiguo en la formación de la desigualdad en la cual el guerrero se juega el tipo en la batalla y luego puede ver, en esta guerra que es el mundo, que la mujer, pasiva, da en la mujer objeto, y esto, trasladado al mundo de hoy, da en el sujeto varón currante o de negocios y la mujer que solo exhibe placer o lo insinúa y que solo está ahí, instalada, para ser un objeto de placer o de hacer lo que te dé la gana porque nos lo han enseñado así en la vida.
Lo que rige el mundo es antinatural, pero sucede que es antinatural desde hace mucho tiempo, y ahora se ha convertido en natural. Las personas que han descubierto, con su propio pensamiento este quid de la cuestión, pueden ver que esto llega, desde lo más profundo a lo más superficial y tanto para una mujer a la que le gustara tener los privilegios masculinos como a un hombre que, por la colectividad o por la senda de la jauría machista, pueda querer ser mujer, lo que va a pasar es que el cambio de papeles es conflictivo y penoso, y como si fuera antinatural, cuando sabemos que la supuesta naturalidad de las colectividades humanas, si te pones a pensar un poco, viene dada por la historia de los Estados y de la Propiedad Privada que son las que reparten los papeles.
No nos sirve la excusa que incluso pueden argüir las mujeres de que “ellos son más fuertes”. Si la historia no hubiera seguido por estos derroteros del desarrollo nuestro, acaso, que es lo que nos agradaría, el carácter de los papeles, no sería este, ni mucho menos el de las guerras que van y vienen, con los machos con los pelos erizados y que asolan, hasta en la actualidad (y como si no hubieran pasado ya dos mil y pico años en nuestros calendarios), a las personas y las poblaciones con esa exhibición y esa lucha encarnizada por el poder. Para que nos demos cuenta: las Matemáticas no dan precisamente el valor positivo macho en las ecuaciones. Las matemáticas nos dicen que no tienen sexo…
Y erre que erre sigue el mundo en sus irracionales y absurdas batallas que no producen más que dolor y la exposición de una crueldad inaudita y enorme, cuando los dioses que toman los pueblos nos pueden decir que esa es la tradición y que hay que seguirla. Pero esto es una estupidez, tal como ponía la autora de esta Tribuna hace pocos meses cuando expuso en Face una imagen de ciudades destruidas y con humo de explosiones en Gaza y preguntaba: “¿Esto es racionalismo humano…?”
Cuando, tras tanto pasar los siglos y los milenios, vemos que la racionalidad humana brilla por su ausencia y nos da “espectáculos” como los de un mundo que sigue creyendo en la guerra de tribus o en lo más irracional de ese mundo. Y es que, para matar, o destruir, parece ser todo muy fácil, pero para construir o vivir, no es tan fácil, porque los varones no tienen imaginación ni saben para qué sirve eso…
Fdo: Juana Largo