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TRIBUNA / El mérito

Ángel Coronado reflexiona en este artículo de opinión sobre el mérito y el verbo discernir, que califica como un circulo vicioso perfecto.

TRIBUNA / El mérito

Decía un deslenguado trapacero y mentiroso: Acabo de ganar el Tour de Francia sin doparme. Acabo de decirlo por escrito en este preciso momento. La última pedalada me costó una barbaridad y al punto de darla tuve que soportar lo del champán, la foto y a la pelma que me pedía sonrisas para otra foto y otra que me daba besos y muchas más para que luego me digan que el mérito no existe. El mérito existe y hasta existe el mérito de decir que no, cuando lo cierto es que sí. Y cuando lo cierto es que no, también existe. Recuerden ustedes el silencio del bueno, del buen ladrón, tanto como el del malo, el ladrón malo, mérito puro, allá en el calvario.

Pero no se preocupen ustedes, seguía diciendo el impresentable, que no vamos a ir por ese camino que desde ya se viene configurando (hay quien dice que me dopé), porque ya digo, no me dopé. Y además, ya digo, el mérito existe y hasta existe el mérito de decir que no dejé de querer doparme cuando me dejé llevar por la manía de la contra. Y no me dopé.

Dicho esto, lo que me gustaría decir tanto como lo dicho e incluso más, si cabe (cosa que dudo), lo que me gustaría es algo a lo que aludir con otra palabra diferente a ésta que les voy a pronunciar ahora mismo (este imbécil era chulo. Se creía muy leído y escribido), lo que podría hacer con facilidad dado mi acervo vocabulario, pero tengo el capricho. Como quien elige una corbata o se atusa el pelo. Quiero aludir a una cosa con la voz “indiscernible”, lo que hago de vez en cuando. Disfruto diciendo “indiscernible”. A veces la pronuncio a solas, pero prefiero que se me oiga porque me gusta hacer feliz a la gente. Soy así, “indiscernible”.

Corro hacia el diccionario de la Real Academia de la Lengua. Conocemos esa palabra pero la verdad, la usamos poco. No quiero preguntarle al chulo. Se pone insoportable. En caso necesario no hay nada como recurrir a ese testigo excepcional, que por otra parte para eso está. Repito, me refiero al diccionario, a ser posible al de la Real Academia de la Lengua, al que le da la Real gana de decirnos que “indiscernible” es aquello que no se puede discernir, con lo que nos dice que le vuelve a dar la real gana de decirnos que le busquemos entrando por la otra puerta, calle Discernir número uno. Y es en esta nueva dirección donde nos encontramos con una espléndida cosecha. Nuestra lengua, latín en estado muy avanzado de corrupción descompuesta, conserva todavía relativamente sana y sonrosada la palabra latina “discernere”, la españolísima “discernir”, según decimos hoy cuando queremos “distinguir algo de otra cosa, señalando la diferencia que hay entre ellas . Comúnmente se refiere a operaciones del ánimo”, nos informa el diccionario. Como segunda acepción le da de nuevo la real gana de decirnos que también podemos entender que tal palabreja significa el conceder u otorgar un cargo, distinción, honor.

Es decir; De un lado eso tan tuyo, el ánimo, como quien dice, tu alma. Del otro eso que te dan, eso que te otorgan, eso tan poco tuyo que te lo tienen que dar, tan pobre de lo cual eres. En resumen, un tour, una vuelta, un círculo

En honor a la verdad hemos de decir que el testigo al que acabamos de recurrir nos ha salido rana. Del chulo al rana. Huyendo del chulo hemos topado con el rana. De un lado nos dice que se trata de operaciones del ánimo, íntimas (yo discierno, tú disciernes, etc.), mientras que por otro nos dice que no, que al revés, es otro el que nos discierne con un cargo, una distinción o un honor. Rana es poco. Sapos y culebras diría mejor.

Recurro de nuevo al chulo.

Pues no señor, me dice. Ni rana ni sapo ni culebra. Ni la mejor bigotera, dice cogiendo por su cuenta el diccionario. Y busca. Bigotera: cinco acepciones. Me queda con la segunda. Dice: “Compás provisto de una varilla graduable para fijar su abertura”. Punto pelota. Círculo perfecto. Ni la mejor bigotera podría jamás trazar un círculo más perfecto.

¿Vicioso?

Punto pelota. Usted lo ha dicho. Vicioso perfecto. Lo indiscernible no es ni más ni menos que un círculo vicioso perfecto. Acabo de ganar el Tour de Francia. El mérito existe y hasta existe el mérito de decir que no cuando lo cierto es que sí. El mérito es un indiscernible, el círculo vicioso perfecto.

Y se marcha el imbécil, tan chulo, dejándonos ahí callados, clavados, como al bueno y al malo tan callados y clavados, allá en Jerusalén, en el calvario.

Fdo. Ángel Coronado

 

 

 

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