TRIBUNA / Instancia suprema
Juana Largo reflexiona en este artículo de opinión sobre la sociedad en la que vivimos y como la colectividad condiona conductas y decisiones.
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Desde luego –y no hay que estudiar mucho la Historia- en los diversos movimientos de ella, se han dado todo tipo de entidades en las cuales, los gobiernos y los Estados, al menos desde los inicios de la cultura occidental, las ordenanzas y los dictámenes de las autoridades pertinentes, ya fueran reyes o repúblicas o fueran ciudades-estado o ya fueran militares o parlamentos o lo que sea en esta serie, le han sido dados al pueblo para que se “comportara” de una u otra manera. El caso era conducir al pueblo –e incluso a sus interlocutores- de manera tal que el Orden no se desbandara y que no se dieran conflictos –violentos- para que tanto regidores como regidos no alteraran la vida que todos debíamos llevar.
No es lo mismo un gobierno en España en tiempos de Quevedo que ahora, porque es cierto que se ha dado un giro de muchos grados a la forma de gobernar. Si aquello era una monarquía, ahora se habla de monarquía constitucional y de democracia. Pero siempre hay una instancia suprema en todos los estados habidos y, ahora se habla, sobre todo de “sociedad”. Al menos es la excusa para hacer, en la colectividad en que se viva, unas cosas u otras. Todo se debe a la instancia “sociedad”. Que si la sociedad por aquí, que si la sociedad por allá, que si este no sigue las normas sociales, que si el otro ha hecho un desfalco de muchos pares y eso es indigno de una sociedad. Que si nos debemos a la sociedad porque Aristóteles hablaba de que el hombre es un animal social, que todos somos sociedad y que las reglas las debemos seguir todos, que se gobierna en nombre de una sociedad y que nos debemos atener a unas elecciones socialmente válidas y que si una guerra u otra es una cuestión social, que no se puede ir contra la sociedad y que la educación ha de ser una educación en sociedad y así todo…, por todas partes sociedad. Y se le termina inflando la cabeza a cualquiera con esta palabra. “Societitis” es lo que sale como efecto y que no la cura el mejor sicólogo.
Debe ser un bien mayor este término aplicado a cualquier vicisitud de nuestras colectividades; debe ser algo a lo que se sacrifica todo. Y luego tenemos esa historia que cuentan algunos sabios de los que en el mundo han sido de que el catolicismo es una religión más socialista que otras, y que el socialismo en sí, es una fórmula adecuada para llevar unas directrices políticas adecuadas, que si el socialismo es más latino que este régimen en el norte, siempre protestantes. Y que el régimen de Hitler era socialista, y el de Mussolini también. Pareciendo quedar la vena socialista para el bien de la humanidad y, su contrario, el individualismo para el mal, como los norteamericanos. Ya vemos que cada uno vive para lo suyo.
A los niños se les da educación social, el régimen de la Seguridad Social es eso, “Social”, los sacerdotes se mueven por principios no contradictorios con la Sociedad, porque, por ejemplo, la Sociedad no puede permitir esos abusos que cometen algunos que otros; que la Constitución es social; que la vida en general, es una cosa social. Que la sociedad nos la tomamos todos en serio y que la tenemos en cuenta, aunque tengamos que ir al servicio de WC.
Todo parece tener que cumplir una función social. Y si se es asocial, no cabes en la Sociedad. No caben en la sociedad ni los que atacan a pedradas, ni los que utilizan tanques contra niños y mujeres y viejos, no caben en la sociedad todos aquellos individuos que entren con su sombrero al Casino Amistad-Numancia, no caben tampoco todos aquellos que hacen asambleas y van para su individualidad, en fin que todo se hace en nombre de una instancia o entidad que, para algunos, como Miguel Bosé durante la pandemia, no es algo vinculante. Y al final se terminan adjudicando todos los poderes a la Sociedad, en juicios de Tribunal y en robarle unos cacahuetes al de la tienda, oye… ¡una cosa bárbara esta sociedad!... Por eso los paganos no entran en la Casa de Dios…, ah, ni los “trans” tampoco, claro, y uno que ha salido de una cárcel pega muy mal, socialmente hablando, en una cena de gala honorífica de algún preboste…
Pero nos podemos preguntar por el término “sociedad” y aparte de llegar a los panales de cera de las abejas, podemos pensar en las hormigas o en los trabajos de los castores. Hasta Europa es algo social, según creemos. Y una o uno que se levanta frente a esta sociedad, es considerado franquista o, cuando menos autócrata o acaso neoliberal, nunca se sabe lo que puede una o uno que se levante contra la sociedad. Y el Individuo da miedo.
El que no es un animal social es considerado una bestia o un dios, siguiendo con Aristóteles. Pero como “dios” no puede ser, pues es una bestia. Es como el combate entre dos figuras legendarias: Clint Eastwood y Francisco Largo Caballero, a cuál más brillante en su época (sorry, Clint, aunque todavía estás en pie). ¿Cuál era el más brutal de los dos? ¿Cuál era el más genial?
Para mí que el más genial de todos era Urtain, que acabó como acabó, tras muchos combates y luchas, estrellado contra el suelo porque le faltaba parné. Lo hecho mucho de menos. La vida es una lucha, decimos. En ella estamos. ¡Pero qué batalla ya tan constante en su perfidia! ¡Ya no viven bien ni los salvajes de la Amazonia!... “Camina o revienta”, que decía el admirado Eleuterio Sánchez… ¿Esta España queremos?
Fdo: Juana Largo