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Opinión

TRIBUNA / Cada mochuelo a su olivo

Ángel Coronado reflexiona en este artículo de opinión sobre el contraste entre el escenario trágico del nacionalismo y el drama de la España vacía.

TRIBUNA / Cada mochuelo a su olivo

Cuando un espontáneo salta al césped o a la arena, es preciso detenerle y sacarle de allí. No importa la importancia del evento interrumpido. Es preciso actuar de inmediato para detener al fogoso aficionado y sacarlo de allí. Y eso no atenta en contra de su afición. Solo atenta en contra de todo lo demás que, mucho o poco, es todo lo demás. Cuando un aficionado al fútbol salta al césped para meterle un gol al Real Madrid y Florentino le saca de allí, a Florentino se le nota disgusto en la cara, pero al resto de los cien mil espectadores que con él, fuera o dentro de su palco, ven el partido, les pasa igual. Se les nota disgusto en la cara. Y es natural. Por no hablar de los millones de televidentes a los que pasa igual. Y por no seguir hablando de cualquiera menos de algún ser extraño (los espontáneos son siempre seres extraños y gracias a Dios abundan poco). A cualquiera sienta mal esa noticia. A cualquiera sienta mal el espontáneo, a cualquiera menos al ser extraño que quiere torear sin ser torero o meter goles sin ser futbolista.

¿Y a quién no le gustaría forrarse de billetes como Manolete o Messi?

A nadie. Todos somos espontáneos en potencia, Pero nadie salta al césped o a la arena así como así. Para eso hace falta, además, ser extraño, aunque no hace falta pensar mucho para entender que nadie salta así como así al cuadrilátero en el a que un campeón le disputa al otro lo que los boxeadores se disputan a puñetazo limpio en el ring. También ocurre que entre la gente extraña los hay más corrientes y más extraños unos que otros. En ese sentido se podría decir que lo extraño y lo normal es relativo y depende, al menos en parte, de cosas extrañas a sí.

Pero nada de lo cual desdice la estadística. La estadística asume esa relatividad y la trata como es necesario hacer para que a Florentino no le salgan los colores a la cara por el hecho de que se enfade con ese hipotético espontáneo que quiere arrebatarle la copa. Todos, en ese caso, hacemos piña con él y nada hemos de temer ni avergonzarnos por eso. Sobre eso también se cierne la estadística. A Florentino no le sale color alguno en la cara y a nosotros, por eso, deja de invadirnos temor o vergüenza ninguna. A los aficionados al fútbol o al toreo no les ocurre nada por eso. Ni a nadie normal tampoco. Tal es el poder estadístico. ¡La Cantidad condicionando la Calidad! ¡O al revés!

Es por eso, que normales, llame atención que las churras se confundan con las merinas o que el drama de la España Vacía irrumpa en el escenario trágico del nacionalismo o también que éste irrumpa en aquél, como si no existiese un drama del espacio vacío catalán o de Sebastopol Primero, por llamar así a cualquier otro drama de territorios vacíos, o no existiese tampoco ninguna otra tragedia nacionalista como la catalana o la del Segundo Sebastopol.

Cada mochuelo a su olivo.

Fdo: Ángel Coronado

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