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Opinión

La felicidad y Putin

Juana Largo reflexiona sobre el concepto de felicidad en la historia y en la actualidad y su relación con sistemas políticos represores como el de Putín.

La felicidad y Putin

Parece ser, por lo visto, una inercia, una tendencia de los hombres eso de hacer o crear esclavitud, de tener esclavos, tal como se ha visto a lo largo de la historia y tal como sucede en algunos partidos políticos actuales y sus jefes. Esto no quiere decir que estemos de acuerdo con tal sistema ni que lo salvemos para nada.

Hay partidos y jefes que mantienen la estructura de sus partidos para que sigan existiendo esas capas diferentes de las sociedades en las que unos sirven y otros se pegan la vida buena. Sobre todo esto ya fundamentó Marx un nuevo análisis de la historia en el que debía cambiar todo. Tampoco es que la autora de estas líneas sea muy novedosa. Pero esto nos viene al pelo para hablar de lo que, para Aristóteles, el filósofo griego, entendía como “felicidad”.

Desde luego, ahora, en nuestros tiempos, también se suele tomar la felicidad como aquella excusa para hacer lo que a cada uno le apetece. Casi siempre predomina en este entendimiento de la felicidad, un componente material de placer. Y, no podemos estar de acuerdo con este concepto de felicidad, aunque reconozcamos que, como definición de ella, y siendo esclavista su definidor, Aristóteles, nos da la mejor que sucintamente pueda darse.

Aristóteles comprendía la “eudaimonía” como que: “El bien supremo es la felicidad (eudaimonía), y la felicidad humana es la sabiduría, porque es lo más divino que hay en el hombre, y la maldad es una forma de ignorancia acerca de lo que uno debe hacer”...  Y si, ahora, nos planteamos lo que es la felicidad en nuestro mundo actual, aparte de lo que diga de golpe y en sincera reacción cualquier joven rockero o no rockero, que sería algo así, como escatológico, aparte podría verse que, en relación a los líderes políticos es algo escandaloso ese concepto de felicidad. Está claro que la felicidad de “Aquí hago yo lo que me dé la gana” o “Aquí mando yo”, aplicado a un pueblo o a una gente y como si se tuviera toda la razón, es un error de consciencia elemental y digno de ser desechado. Con algunos gobernantes es horroroso un gobierno, y con otros pretendientes a gobernar, sería hasta muy doloroso, pero con los del polo contrario geográfico, es el novamás de la locura.

¿Cómo es y como seguirá siendo esta felicidad entendida al modo aristotélico, por ejemplo, con Putin? No hay que preguntárselo a los ucranianos, ya nos da el Kremlin una cierta definición de la felicidad. Y una nación que se salta los Derechos Humanos, que llena de oscurantismo sus predios, que se fundamenta en el miedo, creo que no puede tener un gobernante que mire por otro bien que el de tener en la mano el Poder para hacer lo que le dé la gana. Y de “miedo” podemos saber algo casi todos.

La URSS ha acabado, pero lo que nos viene viniendo ahora es para salir corriendo de Rusia y que no nos encuentren más… Peor que una pesadilla surrealista a pleno día y bajo la luz del sol. Miedo, pavor, “hiper-tarantinismo”, enfermedad son algunos de los síntomas de esta nueva fobia creada tras unas repúblicas socialistas que, en teoría, al menos, defendían el respeto a no solo los siervos sino la sociedad entera de los proletarios.

No puedo estar de acuerdo con un amigo que, hace dos días, me decía en un encuentro que tuvimos en un bar:

 -¡Igual son más felices así los rusos!

Pero lo que también es malo es que en Occidente y en España, hay grupos y grupúsculos políticos que adoran a Putin. El equipo de Feijóo y otros se alinean con la política de Putin por lo que les conviene.

Pasa que esa oligarquía que todavía quiere mantenerse en España sigue ejerciendo su poder, pero esto ya desde hace mucho tiempo y que, en gran medida es heredada del tiempo del franquismo. Y ese poder es el del dinero y la desigualdad para que las españolas y los españoles sigamos trabajando como cabrones, como se suele decir.

Ya no se habla en esta Tribuna del colectivo LGTBIQ, sino de puro dinero y de economía dispuesta de tal manera que los oligarcas, con sus mosqueteros pagados, sigan dominando el panorama del país. Todo esto da un miedo metido en las entrañas de la gente para que sicarios y “ricos” sigan con sus capitales inmóviles.

¿Merece la pena seguir apoyando este sistema de la plutocracia abrazada a la tradición, costumbres y moral de las gentes? ¿Porque, por ejemplo, Elon Musk nos pague una “revolucionaria” noche de fiesta y baile en un lugar público hay que estarle agradecidos mientras nos olvidamos que él lo ha hecho por dinero y afán de mando, por ser un cacique?...

Fdo: Juana Largo

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