La batalla contra el peatón. (En recuerdo de Javier Lapuerta)
Regino Páramo crítica en este artículo de opinión el maltrato a que se están sometiendo las obras de pavimentación y reserva de espacios para peatones que acometió en sus últimos años del ingeniero Javier Lapuerta al servicio del Ayuntamiento de Soria, y reclama para él un verdadero homenaje municipal.
El espíritu tolerante; como actitud de acercamiento

La batalla contra el peatón. (En recuerdo de Javier Lapuerta)
Conocí al ingeniero Javier Lapuerta cuando se empeñaba en la transformación del centro de Soria a base de crear zonas para uso exclusivo por los viandantes, con pavimentos de materiales nobles (piedras naturales), y en protegerlos con medidas tan novedosas en Soria como elevar los pasos de peatones (lo que le valió unos cuantos rebuznos pueblerinos). Pretendió dotar a la ciudad para la que trabajaba de una valiosa personalidad o imagen. Me consta que no fueron pocos los proyectos de un sensato urbanismo que propuso al equipo de gobierno del Ayuntamiento y que, desgraciadamente, terminaron en algún escondido cajón.
Al menos, como reconocimiento a su labor, y tras su temprana muerte, el Ayuntamiento le dedicó una plaza que honra su memoria. Yo quiero dedicarle este pequeño homenaje, en los días que recordamos a quienes nos faltan, señalando las chapuzas que él nunca habría consentido y reclamando el sincero reconocimiento a su labor por el Ayuntamiento soriano.
Vivimos unos tiempos en que se pregona por los responsables políticos la humanización de la ciudad, pero que en la realidad se traduce en una continua batalla en contra del peatón. Se diría que quienes eran contrarios a los proyectos y obras acometidas por el ingeniero Lapuerta, se dedican ahora a deshacer sus obras como si de un destructor cáncer urbano se tratase. Pondré varios ejemplos que no son precisamente los que mejor imagen muestran de la ciudad. Alguien debería poner orden en esta silenciosa deconstrucción.
El primer tramo de la calle Duques de Soria, reservado inicialmente para peatones al modificar su ordenación y sus pavimentos, se abre ahora para el tráfico de toda clase de vehículos (de ahí el destrozo de su pavimento), y la amplia acera que comunica la Alameda de Cervantes con el Rincón de Bécquer se destina, previa retirada de cinco bolardos, a la carga y descarga durante todo el día (y ya, de paso, al estacionamiento de coches privados para las compras en un supermercado). Si Bécquer y Cervantes visitaran tan céntrico lugar, huirían horrorizados para aplicarse a escribir un libelo que ridiculizara al AYUNTAMIENTO.
Los pavimentos que realizó Javier con piedra natural y que el tráfico ha deteriorado, se reponen… con hormigón de cemento gris (véase como muestra el primer tramo de la calle Duques de Soria, incluido el paso de peatones de Nicolás Rabal). Ocurre en todo Soria, al igual que en los pavimentos de baldosas de las escasas afortunadas aceras que se reparan.
Se suprimen pasos de peatones en las obras de reforma de las travesías, obligando a dar largos rodeos para cruzarlas, o para algo tan simple como arrojar las basuras en los contenedores (un claro ejemplo en los primeros tramos de la avenida de Valladolid). Y ¡ay de aquel que cruce por donde no debe! He presenciado dos caídas por tropezar con los separadores de carril bici y calzada, una de ellas con fractura y hospitalización. Cuánto mejor la solución de Mariano Vicén, con ciclistas y peatones al mismo nivel.
Se construyen nuevos carriles para bicis a costa de suprimir por las bravas cuantiosas plazas de aparcamiento siempre ocupadas, sin ningún programa simultáneo de construcción de aparcamientos que cubran esa necesidad. ¿No han oído hablar de aparcamientos para residentes en el subsuelo de espacios públicos
Se permite un gigantesco vertedero y depósito de todo tipo de materiales de construcción junto al muy transitado Paseo del Mirón, que se supone es un espacio para disfrutar de las vistas del Castillo, del Duero o de la misma ciudad. Un auténtico paisaje apocalíptico.
Se señalizan plazas de aparcamiento de vehículos donde el mismo Ayuntamiento había rebajado los bordillos para establecer pasos de peatones (es llamativo el barrio del Calaverón, aunque no es único). En algún caso hasta se aprovecha la inutilizada obra municipal para colocar el acceso a un garaje particular (calle Oreste Camarca).
Se aplaude por el Ayuntamiento la colocación de pulsadores para accionar los semáforos de pasos de peatones en las nuevas travesías, algo impensable en el centro de una ciudad que se dice querer humanizar. Esa medida sólo es útil para el tráfico de vehículos y contraria a la esperada reducción de sus velocidades.
Y, para colmo, se mantiene, en la Plaza del Ingeniero Javier Lapuerta, el miserable embudo del Paseo del Espolón, para sufrimiento de paseantes, vergüenza de la ciudad e injusto desdoro de quien da su nombre a la plaza. Sólo por esta última sinrazón, sería de esperar que el Ayuntamiento honrara la memoria de quien dedicó sus esfuerzos profesionales a la mejora de la ciudad con la ampliación de ese paso de peatones y, ya de paso, con la solución de los problemas de recogida de las aguas de lluvia que lo inhabilitan por completo, grandiosa chapuza del arquitecto autor de tan desdichado proyecto.
Estoy seguro de que con Javier Lapuerta al frente de los servicios técnicos municipales, ninguna de las tropelías señaladas habrían prosperado en la ciudad. El homenaje que debería hacerle el Ayuntamiento podría comenzar por subsanar las chapuzas aquí señaladas.
Fdo: Regino Páramo