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Hambre: 828 millones de personas en todo el mundo

El número de personas que sufren hambre en el mundo aumentó hasta alcanzar los 828 millones en 2021, lo que supone un aumento de unos 46 millones desde 2020 y de 150 millones desde el brote de la pandemia de COVID-19.

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Son los datos del nuevo informe de UNICEF, junto a otros cuatro organismos de Naciones Unidas, en el que se aportan nuevas pruebas de que el mundo se está alejando de su objetivo de acabar con el hambre, la inseguridad alimentaria y la malnutrición en todas sus formas de aquí a 2030.

Las cifras describen un panorama desalentador.

Así se disparó el porcentaje de personas afectadas por el hambre en 2020 y siguió aumentando en 2021, hasta alcanzar el 9,8 por ciento de la población mundial, frente a los porcentajes del 8% registrado en 2019 y el 9,3 por ciento en 2020.

Alrededor de 2.300 millones de personas en el mundo (29,3 por ciento) se encontraban en situación de inseguridad alimentaria moderada o grave en 2021, esto es, 350 millones de personas más que antes del brote de la pandemia por COVID 19.

Cerca de 924 millones de personas (el 11,7 po ciento de la población mundial) afrontaron niveles graves de inseguridad alimentaria, lo que supone un aumento de 207 millones en un intervalo de dos años.

La brecha de género en relación con la inseguridad alimentaria siguió aumentando en 2021: el 31,9 por ciento de las mujeres del mundo sufría inseguridad alimentaria moderada o grave, en comparación con el 27,6 por ciento de los hombres, una brecha de más de 4 puntos, en comparación con los 3 puntos porcentuales registrados en 2020.

Casi 3.100 millones de personas no pudieron permitirse mantener una dieta saludable en 2020, es decir, 112 millones más que en 2019, lo cual refleja los efectos de la inflación de los precios de los alimentos derivada de las repercusiones económicas de la pandemia de COVID-19 y las medidas adoptadas para contenerla.

Se calcula que 45 millones de niños menores de cinco años sufrían desnutrición aguda, que aumenta el riesgo de mortalidad infantil.

Además, 149 millones de niños menores de cinco años sufrían retraso en el crecimiento y el desarrollo debido a la falta crónica de nutrientes esenciales en su dieta, mientras que 39 millones tenían sobrepeso.

Se están logrando progresos en lactancia materna exclusiva, ya que casi el 44 por ciento de los bebés menores de seis meses de todo el mundo fueron alimentados exclusivamente con leche materna en 2020.

Esta cifra sigue estando lejos del objetivo del 50% fijado para 2030. Un dato muy preocupante es que dos de cada tres niños carecen de la dieta diversa mínima que necesitan para crecer y desarrollarse plenamente.

Se prevé que casi 670 millones de personas seguirán pasando hambre en 2030 (el 8% de la población mundial), aun teniendo en cuenta una recuperación económica.

Se trata de una cifra similar a la de 2015, cuando se estableció el objetivo de acabar con el hambre, la inseguridad alimentaria y la malnutrición para finales de esta década en el marco de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible.

Guerra, crisis climática y aumento de precios

La guerra que se está librando en Ucrania, en la que están implicados dos de los mayores productores mundiales de cereales básicos, semillas oleaginosas y fertilizantes, está perturbando las cadenas de suministro internacionales y provocando un aumento de los precios de los cereales, los fertilizantes y la energía, así como de los alimentos terapéuticos listos para el consumo destinados al tratamiento de la desnutrición grave infantil.

Esta situación se produce en un momento en el que las cadenas de suministro ya se están viendo perjudicadas por los cada vez más frecuentes fenómenos climáticos extremos, especialmente en los países de bajos ingresos, y tiene consecuencias que pueden llegar a ser muy preocupantes para la seguridad alimentaria y la nutrición a nivel mundial.

Adaptación de las políticas agrícolas

El informe destaca que el apoyo mundial al sector alimentario y agrícola representó un promedio anual de 618.500 millones de euros entre 2013 y 2018.

La mayor parte de ese apoyo se destina a los agricultores individualmente, a través de las políticas sobre comercio y mercados y de subvenciones fiscales.

No obstante, este apoyo no solo distorsiona el mercado, sino que tampoco está llegando a muchos agricultores, daña el medioambiente y no promueve la producción de alimentos nutritivos que conforman una dieta saludable.

Esto se debe, entre otras cosas, al hecho de que las subvenciones suelen dirigirse a la producción de alimentos básicos, lácteos y otros alimentos de origen animal, especialmente en los países de ingresos altos y los países de ingresos medio-altos.

El arroz, el azúcar y las carnes de diversos tipos son los alimentos que más incentivos reciben a nivel mundial, mientras que las frutas y las hortalizas reciben un apoyo relativamente menor, sobre todo en algunos países de ingresos bajos.

Ante la amenaza de una recesión mundial y las consecuencias que comporta para los ingresos y gastos públicos, una forma de contribuir a la recuperación económica pasa por adaptar el apoyo a la alimentación y la agricultura para destinarlo a alimentos nutritivos allí donde el consumo per cápita aún no alcanza los niveles recomendados para una dieta saludable.

Los datos sugieren que, si los gobiernos adaptan los recursos que están utilizando para incentivar la producción, la oferta y el consumo de alimentos nutritivos, contribuirán a hacer las dietas saludables menos costosas, más asequibles y equitativas para todas las personas.

Por último, en el informe también se señala que los gobiernos podrían hacer más por reducir los obstáculos al comercio de alimentos nutritivos como las frutas, las hortalizas y las legumbres.

 

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