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TRIBUNA / Y a la buchaca

Ángel Coronado incide en este artículo de opinión en la nueva bonificación en el transporte urbano que ha sumado el Ayuntamiento de Soria a la que concede el Gobierno para desplazarse, quizá, en autobuses que siguen estando vacíos.

TRIBUNA / Y a la buchaca

En legítima defensa sí. Hasta donde sea preciso llegar. Pero de otra forma no. No nos gusta el improperio (Improperio: 1_Injuria grave de palabra y especialmente la que se emplea para echar a alguien algo en cara. 2_ Versículos que se cantan en el oficio de Viernes Santo, durante la adoración de la cruz. Diccionario de La Lengua).

Nos disgustan las injurias (Injurias: Véase improperios). Y para que conste, no nos gustan nada los círculos viciosos, pero es que si te metes en diccionarios corres ese peligro, el peligro del laberinto sin que Ariadna ninguna venga en tu socorro.

Aborrecemos la diatriba (Diatriba: Discurso o escrito acre y violento contra alguien o algo). Huimos corriendo del exabrupto (Exabrupto: Salida de tono, como dicho o ademán inconveniente o inesperado, manifestado con viveza.) El insulto nos produce náuseas aunque lo disculpemos como respuesta, que tampoco del todo, porque nos disgusta ese cínico dicho del “y tú más”, cínico, que por atacar te confiesas, que por dar bofetadas te abofeteas y por insultar te insultas, cínico, que no nos gusta insultar (Cínico: Aquí escogemos la cuarta acepción del diccionario de la lengua que dice: Dicho de una escuela filosófica: que nació en Grecia de la división de los discípulos de Sócrates, y de la cual fue fundador Antístenes, y Diógenes su más señalado representante.)

Y como abominamos sin más (dejándonos ya del diccionario) seguir con esta cantinela, y como abominamos aún más dejar esta cantinela para otro artículo de lo mismo con solo modificar el número romano del título que, siguiendo esa detestable costumbre podría ser, por ejemplo: “En contra de nuestro Alcalde CCCXIX”, esto es, “Artículo trescientos diez y nueve en Contra de nuestro Alcalde”, hemos decidido nominar el presente artículo así: “Y a la Buchaca”. Y prosigo: El mérito de nuestro Alcalde sobrepasa lo imaginable. El Cid Campeador, hasta hoy, se llevaba la palma sin discusión. Porque conquistar Valencia ya muerto y puesto tieso sobre su caballo ya mola, por decirlo así.

Nos van a perdonar, amigos lectores. Caemos de nuevo en ese pozo sin fondo del diccionario. Es fatal, un atractivo fatal. (Molar: nos dice el diccionario como primera acepción esto; Del caló molar; Gustar, resultar agradable o estupendo) Y nosotros que pensábamos en una palabra nueva, joven,, desenfadada y dispuesta para todo, resulta que no, es gitana y con eso ya está dicho lo que se puede decir ahora y aquí, en Soria, con nuestro alcalde, meritócrata perdido que mola y no más.

Porque conquistar a Soria hoy (año MMXXIII de nuestra era), que aun siendo más pequeña que Valencia ( y a saber cómo era Valencia por el año M) tampoco está mal, aún vivo y coleando, sin caballo y sin espada, insisto, mola.

Y mola sobre todo teniendo en cuenta lo poquito que nos da. Ojo, no por poquito despreciable, A ver si queremos que se nos pase “pallá” dando, porque a caballo regalado no debes mirar los dientes. Eso lo primero, las gracias y a ver si tenemos suerte y otra pedrea, por pequeña que fuere, cae. Y para que seamos conscientes de aquello que se nos da, cojo un lapicero y echo cuentas al amparo de las últimas noticias que recojo del Mirón. Pero que no se diga que hacemos las cuentas del Gran Capitán, que a Don Gonzalo Fernández de Córdoba querríamos nosotros ver por aquí.

Se nos anuncia que se nos va a regalar el 30 por ciento del coste del billete del autobús, para que sumado al otro 30 por ciento que se nos viene encima por parte del Gobierno resulte vernos agraciados con el 60 por ciento del citado coste, lo que supone más de la mitad del mismo. Y como nosotros somos nosotros y nuestra circunstancia, y como nuestra circunstancia es que nunca cogemos el autobús, habrá quien diga que con ese cuarenta por ciento de nada se queda sin nada, lo que sin dejar de ser verdad, oculta otra verdad despiadada.

Amigo lector: no se olvide de algo fundamental y primero. No sea egoísta. No desoiga lo que le vamos a decir. Y no se olvide de aquél día, por remoto que fuere, en que cogió usted el autobús. Eso lo primero. Y lo segundo es aún más sutil, pero no por eso despreciable. Aquél autobús pudo ser mucho menor del que a usted le recibió. Y el otro pasajero que acaso y con suerte pudo usted compartir el viaje a través de nuestra hermosísima ciudad, de haber sido el autobús menor, hubiese podido molestarle, con perdón, o darle un pequeñísimo codazo sin querer. Pero no. Entrar en un autobusazo como los que nuestro alcalde nos ha traído, que buena pasta le costaría, es, gracias a él, como entrar en la concatedral de San Pedro un martes a las diez menos diez de la tarde, de la noche, a punto de sacristán cerrando, un día de viento bajo cero.

Cojo un lapicero y echo cuentas. Treinta y cinco céntimos al mes. Y a la buchaca.

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