Antígona reclama más atención a los hijos, los "grandes olvidados" de la violencia machista
Pide al Estado que cumpla con sus responsabilidades
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Antígona ha alzado la voz, en el Día mundial contra la violencia de género, para reclamar más atención y recursos para los grandes olvidados y perdedores de la violencia machista: los hijos de las víctimas mortales.
La asociación se ha concentrado en la plaza de San Esteban, junto con un centenar de personas, para recordar que pocas veces la sociedad se acuerda de los hijos que crecen con gritos, con violencia, y a veces se quedan huérfanos.
"Sufren la violencia diariamente, bien en su propia carne, o bien viendo como sus progenitores se insultan, se agreden o se matan", ha denunciado Mirenchu Salinas, miembro de la asociación Antigona, en la lectura del manifiesto.
La citada asociación ha resaltado que los hijos son los olvidados, grandes perdedores de la violencia machista. porque no siempre tienen derecho a una pensión de orfandad, "y si la hay es la pensión normal, ni por asomo se acerca a las de las víctimas del terrorismo".
Antigona ha recordado a estos niños que no están solos porque cuentan con su apoyo y han pedido al Estado que cumpla su responsabilidad, porque ahora está vulnerando uno de los principios rectores de la política social como es asegurar la protección integral de los hijos.
"No ha velado por ellos y continúa sin hacerlo. Desde aquí queremos apelar para que entre todos, erradiquemos esa pandemía, y protejamos a los menores, que son nuestro futuro", ha reivindicado.
En la misma concentración, ha leído otro manifiesto una representante de la Asociación de Estudiantes de Soria (AESO), Ana Redondo, quien ha mostrado su preocupación de cómo está creciendo el machismo entre la juventud.
"El sistema patriarcal se implanta desde una edad cada vez más temprana, y la falta de tratamiento social del problema acentúa este hecho", ha lamentado.
En su opinión, la nueva ley de Educación, la LOMCE, ahonda aún más en las desigualdades entre hombres y mujeres, impulsando la segregación por sexo de los alumnos y las alumnas en los centros públicos, reafirmando, aún más, el papel de la Iglesia católica en los centros educativos con la asignatura de religión evaluable y restando importancia a otras áreas que posibilidad el pensamiento crítico como la filosofía y suprimiendo del currículum cualquier tipo de educación sexual y afectiva que, por supuesto, trabajaría las desigualdades y la conciencia de los jóvenes.