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Ángel Stanich llega a Soria con su safarí emocional

Ya está aquí. Se llama Antigua Y Barbuda. Llega envuelto en flamante rojo bermellón y despliega en su maravillosa amplitud la incontenible personalidad de un músico ciertamente distinto. Es Ángel Stanich y llega mañana jueves al centro cultural Palacio de la Audiencia.

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Han pasado 3 años de su ya emblemático Camino Ácido (2014), una espera mitigada por sutiles himnos  generacionales como Carbura ! (Cuatro Truenos Cayeron, 2015), christmas envenenados (Jesús Levitante) y, ya al borde de este verano, Siboney, un exuberante EP que clausura ciclo y abre la puerta a nuevas e insospechadas aventuras, al deslumbrante universo de  Antigua Y Barbuda.

Concebido como un álbum de vinilo, con ayuda de Javier Vielba (producción artística) y grabado con su fantástica Band “a la vieja manera”(todos juntos) en los estudios Revirock (Dani Alcover), Antigua Y Barbuda descorcha por fín las esencias del genuino Stanich, liberado de ataduras-referencias y muestra decididamente su prodigiosa genialidad. La intuición, ambición y evolución de un Stanich que va dejando atrás su estela fronteriza –con la que ajusta cuentas en Un Día Épico-, mientras expande su ingenio surrealista, mas personal si cabe, y un humor clandestino, perturbador e incisivo, en sus mejores letras hasta le fecha.

Antigua Y Barbuda es un safari emocional por 10 maravillosas historias (11 en CD),  donde esa extraña e inconfundible voz nos guía a través de expediciones  literarias  en el tiempo y sonidos cambiantes que te dejan boquiabierto. De la acidez romántica que destila la preciosa oda de fragilidad “americana” que abre el disco (Escupe Fuego),  a la malévola ironía bailable de Hula Hula, ingenioso homenaje a la indietrónica nacional de los 90’s (de La Casa Azul a Hidrogenese) y/o al Bowie–Chic).  Del sublime escalofrío que recorre esa imposible odisea de crónica negra que esGalicia Calidade (entre Grateful Dead y los mejores Wilco),  a la hondura emocional de esa enorme epopeya existencial, Casa Dios, con sentencias definitivas como “soy un náufrago convencido”;  o la insólita recreación historicista (Camaradas)  de un romance de izquierdas en la hoy ¿denostada? Transición del ‘78, en la que él ni siquiera había nacido.

Hay metáforas ciclistas sobre “la soledad del corredor de fondo”(Le Tour 95 -el último de Indurain-). Road-movies ferroviarias de fuga y búsqueda (Mas Se Perdió En Cuba) salpicadas de detalles imaginativos y seductoras travesías de piano y guitarras con el Cortés menos killer. Confesiones privadas entre bruma envolvente (Rio Lobos). Demoledores trallazos como el sorprendente guiño a esa cumbre del surrealismo fílmico nacional,Amanece Que No Es Poco de Jose Luis Cuerda, en forma de brutal canción suicida: Mátame Camión. O el subyugante misterio de esa llamada de atención cósmica  que es Cosecha, una fantasía sonora de cellos y audaces arreglos por la que flota el espíritu arcano del cine de Shyamalan, elBowie de Space Oddity o el Astral Week  de Van Morrison,  como desconcertante epílogo.

Antigua Y Barbuda es Ángel Stanich 2017 al desnudo. Un disco proteico, plagado de sorpresas que va a descolocar a muchos. No solo atrapa el retrato de un artista en racha sino algo hoy imposible de encontrar: capacidad de sorpresa. Y es que Antigua Y Barbuda es uno de esos discos que alegra la inteligencia y nos devuelve la fe en la música concebida como arte. De los que marcan época y cambian el rumbo de su tiempo. Pero, sobre todo, es un álbum que proyecta hacia un impredecible futuro a un artista que ha llegado para quedarse

 

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