Dieciséis delicatessem en el XIV concurso de pinchos y tapas medievales de Almazán
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A lo largo de los dos próximos fines de semana (18-19 y 25 y 26 de febrero) Almazán celebrará su XIV concurso de pinchos y tapas medievales, en el que participan dieciséis bares y restaurantes de la localidad.
En horario de 12 a 16 horas, y con un precio de 2,50 euros el pincho, más la caña de cerveza o vino, se podrán degustar dieciséis delicias, en dos o como mucho tres bocados.
El concurso lo organiza el Ayuntamiento de Almazán, con la colaboración de la Red de Ciudades y Villas Medievales.
Todas tienen en común que representan lo mejor de la cocina en miniatura, pero con mayúsculas, de Almazán, con ingredientes “medievales”, queriendo esto decir que son los mismos de los que disponían los cocineros adnamantinos en el Medievo. Consecuentemente, no vale ninguno que llegara después del descubrimiento de América. Con ellos, los chefs han cocinado verdaderas maravillas.
Siempre es un placer, pero en esta ocasión y durante dos fines de semana, salir de tapas en Almazán aúna una experiencia gastronómica, además del placer de ver la villa amurallada del alto Duero.
“Desde la Red de Ciudades y Villas Medievales invitamos al resto de ciudades de nuestra asociación a visitar Almazán siempre, y ahora especialmente, con motivo de su concurso local de pinchos y tapas medievales, y por supuesto a los aficionados a la buena cocina, vengan de donde vengan, que van a poder disfrutar, en dos fines de semana de una ruta de pinchos excepcional”, afirma Txomin Sagarzazu, presidente de la Red de Ciudades y Villas Medievales.
En este mismo sentido se ha expresado el alcalde adnamantino, José Antonio de Miguel: “Siempre es un placer visitar nuestra localidad, pero si al mismo tiempo que degustas el paseo, puedes degustar nuestra gastronomía y tradiciones culinarias, el placer es doble”.
Almazán, un tesoro por descubrir
La villa que fue, y es, encuentro de caminos y de pueblos, refleja en sus monumentos y su cultura la síntesis de cada una de las etapas que jalonaron su historia. No hay etapa artística y cultural que no se pueda contemplar en la ciudad.
De sus monumentos religiosos destacan las iglesias románicas de Nuestra Señora de Campanario, San Miguel (Monumento Nacional), San Vicente (Aula de Cultura) y San Esteban). La gótica de Santa María de Calatañazor o las barrocas de San Pedro y la ermita de Jesús Nazareno patrón de la villa. Tampoco deben dejar de visitarse los monasterios de Santa Clara y de la Merced, en este último murió y está enterrado el dramaturgo Tirso de Molina.
Entre las edificaciones civiles, el visitante no puede dejar de admirar el palacio de los Hurtado de Mendoza, ubicado en la monumental Plaza Mayor, y el puente medieval, desde el que la contemplación de las aguas del Duero en cualquier época del año, es un deleite de los sentidos.
Cercando y rodeando, prácticamente todos sus monumentos está su magnífico recinto amurallado (siglos XII-XIII). Se conservan las puertas de la Villa, del Mercado y de Herreros.
Callejear contemplando todos sus rincones, recorrer el paseo de ronda por las murallas, bajar hasta el inmenso parque de La Arboleda, lugar de encuentros Feriales (Feria de Muestras y Feria Venatoria) y disfrutar de su entorno natural y de las múltiples posibilidades de ocio de las que dispone, es siempre un placer de esos que gustan más por ser minoritarios. Hacerlo degustando además delicias medievales, es sin duda la mejor manera de intuir la primavera.