TRIBUNA / País próspero y plural
Juana Largo defiende en este artículo de opinión un mundo plural, multicolor, lejos de la uniformidad, como dicta un sistema democrático.
TRIBUNA / ¡Imagíneselo, por favor!
TRIBUNA / El Cerro y Pajaritos: sin preguntas
TRIBUNA / País Próspero y plural
Me parece que ya tenemos bastante experiencia de lo que significan los Estados uniformados, monolíticos y con una unidad a fuer de violencia. No, el mundo camina por otro lado. Ya no estamos en los tiempos de Franco ni en los tiempos de lo que pretende (aunque ganara las elecciones que vengan) sobre todo esa derecha bicéfala que se viene alimentando siempre de lo mismo. Los tiempos están cambiando y, cualquier político y grupo político que se precie ha de estar acorde con la realidad que nos da la vida, y ahora no es como lo de antes, ni como lo que pretenden los partidos de derechas y aun los individuos de derechas.
Los programas de las derechas ya nos los conocemos de sobra. Pero hay un punto a remarcar en ellos, el de que todos tienden a la “unidad” y la uniformidad, es decir, un poder que no sepa distinguir más que del mal y el bien en sentido de lo propio y lo ajeno. Pues, como ahora han puesto de moda las películas de nazis, resulta que, vuelta la burra al trigo, se aspira a un poder absoluto por parte del Individuo o del Jefe. Particularmente, me van a permitir que exprese mi parecer al respecto.
Como el mundo es múltiple, y por muchas cortapisas que se le pongan a esta multiplicidad, vamos a entender que, aquel o aquellos que se sitúen en campo rival en esa multiplicidad, pues van a cometer un error de bulto considerable. Y aunque Sunak, el primer ministro y conservador inglés, les haga el juego a estos conservadores, da la ligera impresión de que se acoge al discurso revanchista y monocorde de los partidos de derechas. Todo es reversible, pero evitar el ruido de la calle que entra por tu ventana no es tan fácil. Al final, el ruido de la calle termina por oírse, pues si no se cuela por la ventana puede saborearse en un plato de sopa envenenada que sirve el mayordomo originario de otro país que sirve la sopa.
La verdad, lectoras amigas y lectores amigos, es que el mundo no puede ser de un único color, pues aparte de ser todo muy aburrido, no da siempre más que el único mensaje: aparte del aburrimiento por los altavoces, el de la vulneración, al final, como siempre de los derechos humanos.
Abogamos por eso por un mundo multicolor. No supone ello ninguna medalla, sino el hecho mayúsculo de los sistemas democráticos de que el mundo es plural. Por eso, si defendemos la prosperidad con la pluralidad ya no tenemos que aguantar horas ante el espejo viendo cómo crece el bigotillo debajo de la nariz. Aquí, ahora pueden verse otras personas, desde las poblaciones de color hasta todos los diversos e incluso los que tienen diversidad funcional. No se puede excluir a nadie. Hacer eso, suena muy muy mal.
¡Pero qué bien sabemos esto las mujeres!...
La Ley de Manú no puede regir en Occidente ni en nuestras comunidades (por supuesto siempre intentando mejorar). Y es que las mujeres, el gran colectivo que es lo Otro en nuestras sociedades, me parece, nuevamente cuando menos esquilmado por los productos netos del mercado y por los de los partidos que quieren servir a esta instancia. Creo que las mujeres, cuando habla un miembro de la “fachosfera”, son lo contrario a esta capa de la atmósfera y la gran deuda que se tiene en cuanto a igualdad en estos grupos del Estado de Derecho en que vivimos y que todas y todos tenemos derecho a valorar y no dejar al margen.
Ya lo sabemos que es muy difícil ser tolerante, por lo cual siempre se han de hacer esfuerzos de superación, pues a nadie le gusta vivir marginado y mucho menos violentado por una estructura social de un Estado que viraba y quiere virar un poquito a la derecha.
El problema no es la migración. La cuestión no es lo que llama el filósofo alemán actual Habermas el “Mundo de la Vida”, cuando nos dice o nos insinúa que, el Mundo de la Vida, es irreductible y siempre responde, aun con una Administración autoritaria; y no es tampoco la cuestión la aplicación anti-kantiana de los palos a la diferencia y todo lo que ello conlleve.
Un Dios que no ama a todos los hijos por igual, es el problema.
Juana Largo