Tiempo para la reflexión y los buenos deseos
El escritor Víctor Corcoba defiende en este artículo de opinión que reflexionar es la sublime toma de conciencia calmada y el glorioso arte de amar, al menos para abrir nuestro corazón al mundo de manera profunda, desenredando todos los nudos, lo que nos impulsa a repensar las sendas tomadas y a vivir con certeza, justicia y amor.
Yo, sigo

Tiempo para la reflexión y los buenos deseos
En una época marcada por la multitud de conflictos que nos circundan, sumado al aluvión de enfermedades mentales y a los diferentes estilos de vida, ponernos a ejercitar el ojo del alma será como tomar aliento y generar esperanza, para conocerse y reconocerse activo en el tajo de la savia. Realmente, somos un continuo vivir compartiendo en un mundo globalizado. Nada se atiende, ni tampoco nadie se entiende, por sí mismo. La realidad es una viviente exposición reconcentrada de existencias, donde el acompañamiento es vital, sobre todo para gestar un concurrido futuro, de buen hacer y mejor obrar. Sin duda, el objetivo pasa por hermanarnos.
Es cuestión de implicarse y de aplicarse en su consecución. El deber, pues, es colectivo.
Hoy, como en tiempos pasados, en el que la Navidad está ya con nosotros con las mejores aspiraciones, para llevar amor donde habita el desamor, reconciliación donde hay fragmentación de vínculos, alegría donde hay tristeza y verdad donde hay error, se requiere por parte de toda la ciudadanía un momento de encuentro, para intercambiar una felicitación fraterna, dejando atrás los conflictos que dividen y redescubriendo más bien lo que nos une. Quizás lo más saludable sea hacer una pausa, un alto en el camino, para reponer fuerzas y nutrirse de lo que es realmente esencial: ¡Redescubrimos y hallarnos! Este natural recogimiento nos injertará un bienestar personal, incentivándonos el cuidado de nosotros mismos y será cuando nos demos cuenta de lo acoplados que estamos.
A todo ser humano le es concedido escucharse a sí mismo y meditar internamente.
Desde luego, el momento es vital para prepararnos y poder repararnos de nuestras miserias y debilidades. Reflexionar es la sublime toma de conciencia calmada y el glorioso arte de amar, al menos para abrir nuestro corazón al mundo de manera profunda, desenredando todos los nudos, lo que nos impulsa a repensar las sendas tomadas y a vivir con certeza, justicia y amor. Celebrar el nacimiento de Jesús en Belén, después de tantos años recapitulándolo y solemnizándolo, nos invita a transformar nuestra altanería en sencillez y en humildad, a reconocer al prójimo siempre próximo a nosotros y a vivir con espíritu donante, que es como se recupera el sentido de lo armónico.
Por eso, la estrella está en el cielo, para encauzarnos y darnos luz inspiradora. El sueño de la mística es lo que nos transforma y nos eleva; hasta el extremo de volvernos poema sin pena y poesía sin poder. Además, cuánto bien nos hace llegar a ese soplo contemplativo, que nada tienen que ver con las luces mundanas cada vez más poderosas, que lo único que nos hacen es cegarnos, para estar menos dispuestos a entendernos, aceptarnos y a reencontrarnos en su diversidad. Déjennos seguir a los signos celestes, que son los que nos indican el viaje interior para encontrar plenamente el gozo y la alegría del verso; abierto siempre en la acogida, para que nadie quede excluido y todos participen en la trascendental poética.
Indudablemente, caminar juntos es un gesto típico de quienes buscan rehacerse en la hondura de la vida, más allá de este océano tormentoso; lo que requiere estar vigilante, laborando y meditando todas las cosas, para que acrecienten su brío sistémico, a menudo con un costo social, ambiental y económico significativo. Los moradores no deben dar por sentado este desprendimiento generoso, hemos de cultivarlo cada día otorgando el apoyo financiero y político necesario; puesto que sería un desastre absoluto, que los recursos para la ayuda humanitaria, lejos de crecer se aminorasen.
Al fin y al cabo, sólo hay una fuerza propulsora: el buen deseo de darse, cuyos eslabones son los anhelos, con sus enlaces de curación, sustentados y sostenidos en la unión y en la unidad.
Fdo: Víctor Corcoba Herrero / Escritor