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Opinión

Rollamienta, un abrazo a los que se fueron

M. Díez, desde Sevilla, firma una carta al director en el que recuerda a Marcos, recientemente fallecido, y a "su" Rollamienta, en el Valle soriano. Pide defender la esencia del pueblo, como mejor tributo a los que se fueron.

CARTA AL DIRECTOR/ Rollamienta, un abrazo a los que se fueron

Ha fallecido Marcos de Rollamienta, representante de una generación que nos precede y que ha forjado la esencia de nuestro pueblo. Perdonad que me apropie de la expresión de ”mi pueblo” al que me uní afectivamente hace ahora 54 años procurado ser fiel a su llamada una o más veces al año acudiendo allí desde Sevilla.

Ha estado Marcos dedicado a su huerto donde se sumergía cada día ya que la edad y los achaques le impedían acompañar a las ovejas al campo. Rostro austero, serio pero afectuoso, daba la impresión de que si querías llegar a un acuerdo con él, no había que firmar ningún documento, solo tenías que estrecharle la mano. El último verano recuerdo como paseaba en su silla de ruedas empujada por alguno de sus hijos, símbolo de un ocaso digno que acontece cuando, tras resistir las inclemencias de la vida, la naturaleza comienza a desmoronarse.

Pertenecía a una generación meritoria que se desenvolvió lo mejor que pudo en épocas de escasez donde defenderse del frio, luchar contra enfermedades y convivir con el aislamiento era toda una proeza.  Aun con estos elementos en contra fueron capaces de engendrar hijos, defender patrimonios y desarrollar una sabiduría basada en la experiencia, en la observación y en la generosidad.

Es justo mencionar los nombres de muchas personas de las que recuerdo la cara, la voz, sus expresiones. Ya irán saliendo con las anécdotas que me contaban y consejos que recibía muchas tardes sentado en el banco de la plaza. Muchas de sus narraciones incluían peripecias vividas en sus años de emigración a América, Cataluña, País Vasco e incluso a Andalucía donde un gran hombre como Mariano generó una dinastía que siguió viviendo en el sur, pero con la cabeza y el corazón puestos en su pueblo soriano.

Afortunadamente quedan personas de esta generación, como Adolfo, Camilo, Victoria, Jesús, Juan José, Angelita, Segundo, Maruja, Cipriano...que son el “termómetro” del pálpito del pueblo, la referencia de casi un siglo de la vida del querido pueblito.

Tenemos la fortuna de que sus familiares, aunque veteranos, pues la mayoría han cumplido los 65 años, siguen constituyendo un cuerpo sólido que garantiza la continuidad. El pueblo sigue siendo una espléndida referencia en el Valle aunque es preciso intentar mantener los valores que lo identifican y modular las influencias externas que, aunque sin intención, introducimos los de otros lugares. No voy a mencionar los nombres de estos “jóvenes maduros” que podemos encontrarlos en su actividad diaria, sus paseos y las tertulias del bar donde también acuden muchos otros amigos de diferentes pueblos del Valle. Ahora constituyen la columna vertebral de Rollamienta

También es preciso fomentar que otros acudan, se instalen y procreen aunque para ello tengan que aumentarse y mejorar aún más los servicios que cada día se han ido incorporando a nuestra vida. Eso es fundamental para impedir la instalación de la “España vaciada”. Todo esto incluye la necesidad de invocar a la Administración, a los políticos, que desgraciadamente nos tienen en un doloroso abandono

Afortunadamente hace un año nos ha nacido un bebé que sonríe permanentemente quizá porque sabe que ha venido a vivir a nuestro pueblo. Por eso Rollamienta es una referencia en el Valle. No se trata de que seamos muchos, sino los suficientes para mantener a una gran familia que, además, también asume como suyos los sentimientos del resto del Valle, por eso, también nos integramos en Valdeavellano, Sotillo, Molinos, La Aldehuela, Villar e incluso nos desbordamos hasta Rebollar y Tera estando orgullosos de ser de una mancomunidad que es nuestra “gran casa”

Gracias a los que ya no estáis. Ahora destaca el recuerdo de Marcos, pero os aseguro que no paso por una esquina donde no recuerde a algunos de sus moradores, hasta donde la memoria de más de 50 años me alcanza, las partidas de guiñote en La Paz, la tanguilla en la carretera delante de casa de Victoria, las chuletadas en la escuela, el “mano a mano” con Carmelo, compartiendo unos vinos, el juego-pelota donde tuve la habilidad de retirarme a tiempo antes de lesionarme, la visita a La Cerrada para echar un ratito con Aurelia y Angel, las charlas con Ciriaco en la plaza, que adornaba sus comentarios reforzándolos con un contundente “ahí está” mientras una sonrisa de niño desconcertaba en un cuerpo tan grandioso como los robles que inundan el Valle. Maravillosos los paseos por el campo con Martin y las tertulias con Rafa. A Julián Diez que remodeló nuestra casa actual. Inolvidable nuestra entrañable Toribia, Tia María del Carmen, Matías, Félix, Esteban, Nati, Virginia, Teresa, Hilaria...

No quiero que creáis que me olvido de los demás, pero mis debilidades me llevan a nombrar a la Sra Francisca, toda serenidad y afecto pero sin aspavientos, igual que gozaba visitando a Rosario, Amelia, Lorenzo, Teodoro y en la actualidad a Angelita que afortunadamente sigue entre nosotros. Sereno el recuerdo de Hermene, Cleofé, Juliancillo con sus “seis dedos”, Julian Renta, Miguel, Claudio, Manuela, Justa, Santiago, Rufi, Pedro. Juanita…Tiernos mis recuerdos de Dámasa y aquellos jóvenes que se nos fueron cuando “no tocaba”, cuando su muerte supuso un quiebro inesperado y muy doloroso como ocurrió con María Elena,  David, Robert, Jose Angel, Marta…

Perdonadme, me propuse no mencionar demasiados nombres pero me brotan espontáneamente aunque me preocupa que se me pueda olvidar alguno, son muchos años y muchas vivencias.

Queridos “jóvenes maduros” hombres y mujeres, aunque no os haya mencionado individualmente, os invoco a todos para que defendáis la esencia del pueblo, su personalidad, fuera de influencias extrañas, reclamando sus derechos y su merecido protagonismo en El Valle. Esa será la mejor manera de rendirle tributo a los que ya se fueron.  

Gracias a Rollamienta por permitirme la ilusión de que pertenezco a esa gran familia donde espero que, cuando yo ya no esté, durante algún tiempo, se me recuerde con afecto

Fdo: M. Diaz  (Manolo, y en nombre de Pilar y sus tres hijos, “cinco pelusos de adopción”)

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