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Opinión

Incesante obligación moral; para un diario compromiso integral

Victor Corcoba anima en este artículo de opinión a cohabitar con una fraternidad efectiva y afectiva entre nosotros, porque eso es cultivar el corazón a corazón, para sentirnos cercanos en un mundo global, sabiendo que todos nos necesitamos entre sí.

Incesante obligación moral; para un diario compromiso integral

Hoy más que nunca, es indispensable custodiar el espíritu anímico de la concordia y perseverar en el diálogo, reforzar el soplo cooperante, haciendo de la diplomacia la predilecta ruta para prevenir y resolver los conflictos. Sin duda, nuestro primer deber moral es la sanación de nuestra propia existencia, en un momento en el que apenas tenemos tiempo para repensar actuaciones, a causa de una bulimia de conexiones en las redes sociales, que realmente nos dominan y nos dejan en la cuneta de los despropósitos, bombardeados por imágenes de todo tipo, a veces incluso falsas o distorsionadas, que suscitan en nosotros una tormenta de emociones contradictorias.

Por ello, es menester despertar, no encerrarnos en el silencio y activar nuestra presencia, tanto física como virtual.

El reencuentro es otra de las atmósferas necesarias para una subsistencia global y hogareña. Sin duda, la victoria más complicada la tenemos con nosotros mismos. Para empezar, hemos de conocernos y de reconocernos como caminantes libres, honestos y justos. El buen hacer y mejor vivir pasa por comprenderse, no sólo para ser más humanitarios, sino también para evitar herir a los demás con nuestros vocablos. Ojalá aprendamos a reprendernos, a relacionarnos con honestidad y prudencia, máxime en una época de reducción del espacio cívico, con su creciente desinformación al respecto. En consecuencia, nos urge batallar en la toma de decisiones compartidas y conjuntas, con brío auténtico, para fomentar la confianza y la interlocución entre culturas y cultos diversos.

Cohabitar con una fraternidad efectiva y afectiva entre nosotros, es cultivar el corazón a corazón, para sentirnos cercanos, sabiendo que todos nos necesitamos entre sí. Otra de nuestras tareas, por consiguiente, ha de ser la de vencer el individualismo y el afán de superar a los que nos rodean, pues nadie debe ser competidor de nadie, sino compañero de fatigas, que nos las vertemos unos a otros, aunque luego pidamos la paz. Quizás tengamos, por ello, que tomar en serio nuestros gritos, lo que también nos demanda responsabilidad y razón; comenzando por la comunidad internacional que tiene la obligación moral de detener la tragedia de la guerra, pero también nosotros, desde nuestro acontecer, estamos forzados a ejemplarizar acciones, abandonando egoísmos.

Los célebres egoístas son el origen de los ilustres malvados; y, aunque, ninguna generación ha tenido jamás acceso tan rápido a la cantidad de información que ahora está disponible gracias a la inteligencia artificial; al final, los caminos se encauzan no desde el intelecto, sino desde la cátedra vivencial. En efecto, es la sabiduría que se alcanza con los años de itinerario recorrido, quien nos muestra el verdadero sentido de la vida que, con la disponibilidad de datos y bajo un contexto intergeneracional, del que todos formamos parte, estoy convencido que influirá en decisiones que nos abran el camino hacia un orbe de mayor solidaridad y unión. Una vez más, la tarea de entenderse no es fácil, pero es de vital importancia.

De hecho, nosotros los pueblos, como moradores pensantes, debemos ahondar en la palabra, haciéndolo sinceramente, para la configuración acústica de las ideas y la armonización de pulsos. Evidentemente, pedimos juntarnos, volvernos servidores, afirmarnos y reafirmarnos demócratas; y, así, desde la inclusión de latidos, trabajar unidos para garantizar un mundo hermanado, totalmente renovado, que promueve derechos y obligaciones a todo mortal, previo impulsar el motor de la dignidad y de la escucha, sin cerrar bocas. Por desgracia, la democracia se ve amenazada, el populismo y la desigualdad crecen y el planeta está más enfermo y más contagiado, a causa de multitud de golpes. Aún así, luchar contra molinos de viento, tiene su esperanza.

Fdo: Víctor Corcoba Herrero / Escritor

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