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Opinión

El tú mediático

Juana Largo reflexiona en este artículo de opinión sobre la existencia actual del ser humano y su integración en la sociedad, condicionada por los medios de comunicación a la hora de diseñar su visión del mundo.

El tú mediático

Un homenaje a Antonio Machado

“El ojo que tú ves/ no es ojo porque tú lo veas/ es ojo porque te ve”, decía Antonio Machado. Con lo cual quería el poeta darnos a entender que no se encuentra en cada uno –sin comunicación- la vida. Que para la vida, es precisa la presencia de los otros y que, para tener un juicio acertado, aunque no tenemos por qué hablar aquí de objetivo, es necesario el contar con los demás, la alteridad, no exactamente a la manera de Jean Paul Sartre, que decía que “el infierno son los otros”, una manera bastante desestimable para considerar la debida sociedad, una manera que pudiera provenir de las fuentes existencialistas e incluso del romanticismo con su individualismo, entre otras fuentes entre las cuales no obstante podríamos contar con la influencia del protestantismo en Europa, no, decimos a la manera del filósofo francés, sino a la manera de la convivencia en las tierras hispánicas, contando con la sociedad, contando para las cosas con los otros, esos otros que no están separados de nosotros y de los cuales dependemos y que dependen de nosotros, nosotros no somos el centro del mundo, esto lo podía aprender cualquier españolito que hubiera nacido hace años, no como ahora, que la cultura del individuo ha roto con el vínculo con los demás, haciéndonos una cultura desconsiderada a los otros o al otro, y desvinculada de la necesaria conexión con los demás.

El humán, actualmente, se vive en la incerteza del entendimiento del mundo. Hay pueblos en los cuales sus habitantes maduran rápido y conocen el mundo enseguida, no porque sean atrasados, sino porque la vida les ha hecho ese apremio, les ha obligado a tener que poder comer teniendo que vivir en la miseria, y los niños educados en este mundo aprenden la vida mucho antes que los demás niños, los cuales, en nuestra civilización occidental, tardan bastantes años en entender la vida. Tampoco queremos ofender a estas otras personas, cada uno  o cada una nace bajo las condiciones o la suerte que sea, el singularísmo es una ley en la vida de la naturaleza, por lo tanto en la humana, pero hay que tener en cuenta siempre las condiciones en las que nace y vive cada uno.

En la incertidumbre el hombre vive, está arrojado por un mundo inhóspito u horrible y objetual. Esta es una de las convicciones del existencialismo. Seguramente es cierta para muchas personas, sobre todo en las sociedades industriales desarrolladas e hiperdesarrolladas. La gente de España ahora ha perdido la convivencia que daban antes los siglos, hallándose bien colocadas las personas en el mundo, por los efectos que recoge en sus doctrinas el existencialismo. Ya no se tienen referencias vitales, la ciencia ultramoderna ha acabado con las referencias antiguas, por no decir “tradicionales”.

Machado era un poeta de la comunicación que se daba antaño y por eso puede ser que no sea comprendido ahora por muchos jóvenes.

El hecho existencialista será un hecho ahora, antes no. Al menos en la vida del hombre corriente. Una vida que a muchas personas les pudiera parecer simple, la que pudiera llevar el hombre corriente del siglo XXI, cuando sucede todo lo contrario. Es la vida más compleja que existe en siglos. Y el hombre corriente, como el no corriente, busca algo en el mundo, no se queda en lo que dura su vida sin buscar algo en el mundo, y lo que busca es respuestas a la vida, aunque sea solo la suya. Con lo cual volvemos al poeta nacido en Sevilla. El otro está ahí para ayudar a tener respuestas. El otro cuenta y uno solo no puede hallar la debida explicación. Y entonces, ¿cuál es el Otro por antonomasia en el mundo actual? Ya, con la desestructuración del modo de vida tradicional (que la tradición tiene algunas cosas positivas), no puede ir una persona corriente a preguntarle a los otros por la explicación a la vida. Tiene que hacerlo de una manera en que le fuerzan con la explicación, con la serie de explicaciones que se dan y que promueven los mass media. Este es el primer otro con el que se encuentra ahora en su vida el hombre corriente. Es que también hay una explicación a esto.

El mundo de los mass media ha nacido antes que el mundo y el hombre corrientes de hoy. Ya está todo colapsado en cuanto a respuestas a la vida. Hay una colección, mejor: una sobresaturación, de respuestas para la vida, por el televisor, por internet, por todo… No es que veamos nosotros al Panóptico, es que el Panóptico nos tiene controlados desde hace tiempo. Y entonces surge el dilema existencial. No podemos quedarnos con la visión del Panóptico. Él nos ve. Nosotros lo descubrimos después, entonces lo que sucede es que tenemos que restaurarnos la vida. Tampoco es cuestión de recurrir a Fichte. Solo yo y el mundo no existe. Esto es un error, este absolutismo de pensamiento. Pero sí podemos, frente a la presión comunicativa del Panóptico, buscar, como harían los más antiguos, en uno mismo. Los límites ya los teníamos, el yo busca la libertad. Con eso construimos nuestra mirada, la propia. En ese margen de libertad vive el hombre corriente de hoy. En esa resta entre el mundo del Panóptico y el mundo nuestro, de cada uno, en ese margen, está el campo de lucha de nuestra propia autonomía y de nuestra propia libertad, como decimos. Claro que no todos los hombres considerados corrientes en el mundo de hoy se afanan en buscar la propia respuesta. Mas los que se aventuran, la pueden encontrar. Ahora se puede decir esto dado que los mass media se han tornado absolutos.  

De hecho, rigen, cada vez más, en el ámbito de la Opinión, las sociedades supuestamente desarrolladas. No es como era antes que, en tu simple medio, con tu familia o tus vecinos, hacías una comunidad, no, sino que ahora, ante la horrorosa soledad a que nos han condenado las revoluciones industriales, ante la petulancia de la tecnología, hemos perdido un puesto en el cosmos en que antes, podíamos tener vínculos y establecer relaciones personales con los demás. Cuando, por ejemplo, vemos un film  o leyemos un libro o escuchamos una  canción, nos ceñimos luego a la pregunta de cómo será la persona que hay bajo esos registros (lo cual incluso puede conducirnos a que, si la persona es atroz, desechemos su obra solo por  la propia personalidad de la persona artista) y hasta llegamos a desquitarnos de esas personas tóxicas que pervierten su propia obra cara  al público, es decir, que juzgamos a las personas, no a  las obras, lo cual es un déficit  de conocimiento y de sensibilidad, ya que obliga, al arte actual, a exponer visiones personales antes que  artísticas, de donde surge todo  ese espectro  de las subjetividades en el Like en el cual tenemos que tener en cuenta solo la personalidad del productor.

Y esto le está haciendo a la Cultura mucho mal, pues además cuenta con la tecnología y esa ayuda tecnológica hace hincapié en una especie de personalismo del cual nadie parece estar exento. Lo sacro, que se daba  antaño, es sustituido en la tecnología por lo profano y ello incurre en  falta en la industria y el mercado culturales. Y lo que queremos decir es que, ahora, por  este camino, no vamos a  encontrar las casillas que  había antes en  la tradición. Si vale más la biografía de una persona que saca una canción, ello nos hace plegar velas para no hacerle caso a la obra, y si resulta que la biografía es todo, entonces el mercado, que está al tanto de todos los movimientos sociales o colectivos, lo que va a hacer es fomentar las biografías, a cuál  más escandalosa para poder  vender.

Fdo: Juana Largo

                                

 

 

 

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