TRIBUNA / La casita y el carbono 14

TRIBUNA / La casita y el carbono 14

Un día le pregunté a un amigo por el nombre adecuado a un señor que estornudase mucho. Y al no encontrarlo nos alegramos los dos. Nunca se supo con anterioridad la forma mejor de introducir en un idioma, no importa cuál, una palabra nueva. Nos alegramos también los dos al descubrir casi al tiempo en que solo la ciencia parecía tener ese privilegio, y seguíamos alegrándonos cada vez más al caer en la cuenta de que, la ciencia, inexplicablemente, utilizaba una lengua muerta, como el latín, para coger una palabra nueva e introducirla en el idioma. Como si la cogiese con pinzas, siendo las pinzas latín. Como al cirujano en quirófano, siempre manazas, dale pinzas

Buscamos en el diccionario de la Wiky por la traducción latina de la palabra castellana “estornudador” y palmoteamos de alegría leyendo esto;

 “Actualmente no tenemos traducciones para estornudador en el diccionario. ¿quizás puedas agregar una? Asegúrate de revisar la traducción automática, la memoria de traducción o las traducciones indirectas”. (Diccionario Wikipedia)

¡Atiza!, dijimos. ¡No acabamos de pescarla y ya la estamos agregando! ¡Científicos sin saberlo!

Y sin saberlo, aunque lo sabíamos, nosotros también estornudábamos de alguna manera estornudariadamente convencidos de ser científicos in crescendo gracias a nuestro corrector de ortografía digital, o mejor, de nuestro digital corrector de ortografía.

Volvimos a confiar plenamente en la inteligencia artificial porque nunca más tuvimos problemas con la voz “estornudador”, sea con comillas, sea sin ellas, y proseguimos.

Que un estornudador cualquiera estornude ya no nos choca, pero ver estornudar a una persona conocida y por primera vez, nos chocó. Como quien ve volando a Juan sin haberle visto volar antes.

Dicen que muerto el Señor, hubo quien quiso emularle. Su nombre Simón, Simón Mago. Y dicen también que, volando por el aire en presencia del emperador (Nerón), a los apóstoles Pedro y Pablo les dio por rezar, no sé dónde, pero sí cuándo.

¿Cuándo?

Pues justo en el momento en que Nerón, sin duda mirando al aire, pudo ver a Simón volando y al tiempo caer redondo, muerto en el aire, fulminado.

Por eso nos chocó tanto lo del expediente de derribo de la casa “medieval”, medieval entre comillas (El Mirón, 11/06/2023), porque sabiéndolo, aunque no del todo, lo que se dice mirándolo para otro lado como entre comillas, nos hizo el efecto de ver a Simón volando, siendo Nerón nosotros. A Juan volando. Esto es volver al pasado, pensamos, y que se quiten documentos, carbonos y archivos de por medio y vayamos al grano. Vamos.

Vamos a dejarnos de bobadas. Bobo quien viese la casita como quien ve la torre Eiffel, Notre Dame, París, El Escorial, La Estatua de la Libertad, Nueva York. Un día la vi como base o pedestal sobre el que, más allá, imponente (cosas de la perspectiva), se alza infinitamente orgullosa la torre de los de Gómara. París, El Escorial, Nueva York, Soria. Bobadas. Lo verdaderamente interesante, nunca visto ni oído, estornudo original, ¡ahaaa… chíssss! primigenio, virtud o pecado original, árbol de la ciencia del bien y del mal, es eso del carbono 14 para una casa en lugar de para una cosa.

Y como vimos en ello la oportunidad de un nuevo neologismo, valga la redundancia, vimos por primera vez la enorme diferencia entre una cosa y una casa siendo tan pequeña su diferencia nominal. Pura ciencia. Como digo yo, una casa es una casa y una cosa es una cosa

Es inevitable. Vemos a Carlos como viendo a Simón, volando, cosa casa, como Nerón siendo Nerón nosotros, casa medieval, sin Pedro ni Pablo que nos recen o le recen mientras Simón Mago, Carlos y a la zaga Juan, pasan volando, casa cosa, hoja de ruta carbono 14, siendo Nerón nosotros que, paganos perdidos, mirando al aire y en plena persecución, siendo Nerón nosotros, repito, nos pusimos a rezar.

¡Arqueólogo, mira lo que dice éste!, chillaba mi amigo, ¡Ora pro no bis! Contestaba yo

Fdo: Ángel Coronado