OPINIÓN/ En honor a los muertos
Amalio de Marichalar rinde en este artículo de opinión un sencillo pero profundo homenaje a las miles de personas que están dando su vida todos los días en esta tragedia tan profunda que vive España; y donde lo principal reside en su permanente, solemne y digno recuerdo.
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OPINIÓN/ En honor a los muertos
Los españoles de bien honramos y honraremos siempre a todos los muertos que está produciendo esta terrible pandemia, que desde antes de marzo está golpeando nuestra patria.
Estamos en la tragedia más grave que España padece desde hace 85 años. Nunca antes hemos sufrido un dolor tan profundo el conjunto de la sociedad, y tan de golpe, sin estar, además, preparados para ello y ni siquiera siendo mínimamente conscientes del peligro que estábamos a punto de recibir.
La pandemia está atacando a los españoles, así como a todos los europeos y del resto del mundo, y sin duda habremos de pensar constantemente en todos los fallecidos del orbe.
Los miles y miles de españoles que han sufrido y siguen sufriendo esta desconocida enfermedad, han sido y son ejemplares.
Todos los que han estado y están en los hospitales, en residencias o en sus casas, han sufrido y sufren los rigores de esta epidemia en mayor o menor intensidad y muchísimas personas no han tenido ni siquiera la oportunidad de ser atendidos.
Ha habido una auténtica situación de colapso, que se ha sumado a la gravedad que padecemos, y donde todos los médicos y sanitarios, y todos los sectores que día a día les ayudan y nos ayudan a todos, están realizando una labor maravillosa muchas veces hasta la extenuación y la heroicidad al no haber contado con las mínimas medidas de protección.
La tragedia está siendo de tal magnitud que las muertes de tantos compatriotas la estamos sufriendo todos los españoles con honda tristeza pensando en ellos y en todas sus familias. Nos sumamos todos los españoles diariamente a tan triste situación, sabiendo que no han podido ni siquiera ser despedidos por sus familias, ni tampoco celebrar un funeral, ni entierro, como es imprescindible y necesario.
Nos sumamos todos al inmenso dolor y desgarro en tantas personas y familias en esta hora tan amarga de España, ya que es muy difícil padecerlo, más aún en una inmensa soledad, y más todavía en la situación de dificultad extrema en los hospitales, o en residencias y también en casas, como así ha ocurrido.
La muerte de miles de españoles es inimaginable y una magnitud de impotencia y desasosiego de tal naturaleza que nos comprime el corazón todos los días teniéndolo presente, y cuando imaginamos tanto sufrimiento de tantos, nos acongoja y nos hiere el alma.
Podemos decir que somos todos portavoces de esa angustia, y de esa herida tan profunda abierta en nuestra sociedad; somos todos deudores de tanta tragedia humana, y tanta tragedia que día a día continúa en nuestra nación. Tenemos todos una enorme obligación. Una obligación moral que ha de estar en primer lugar de nuestra acción. No existe otra razón más importante. Tenemos que honrar perpetuamente a miles de españoles que desde febrero están muriendo y rezar por ellos.
Hacerlo desde la más profunda convicción y respeto, con la más solemne dignidad, con todos los honores que merecen.
Miles de españoles que han sido personas mayores a las que tanto debemos todos los demás, legándonos especialmente el perdón, la reconciliación, la convivencia y progreso de nuestra nación, y muchos miles de españoles de cualquier edad, y también españoles pertenecientes a la sanidad, fuerzas de seguridad, y guardia civil, militares, farmacéuticos, y de todos los sectores que están en la vanguardia de la defensa contra la epidemia.
Todos ellos han muerto heroicamente, han dado su vida recordándonos el valor que tiene una sola. Cada uno de ellos los tendremos siempre muy presentes en nuestra oración, en nuestro profundo agradecimiento a su ejemplo, en el sentido respeto y reconocimiento permanente a sus familias.
Esta tragedia de España ha de enseñarnos los mejores valores de todos, los valores que han de presidir nuestra sociedad. Ha de enseñarnos el comportamiento recto de las personas, la trascendencia del bien, la ejemplaridad de nuestros actos, la reciedumbre de nuestras creencias, el hondo significado de nuestras tradiciones, la importancia de lo principal.
Nuestros miles de muertos, han de presidir desde ahora el homenaje perpetuo de toda España. Su memoria ha de dignificar nuestras conciencias en un compromiso perenne que nos haga llevar respetuosamente el peso del profundo dolor que como españoles de bien adeudamos a su recuerdo y al de todas sus familias.
El honor y la dignidad de España, han de honrar para siempre a todos los que en esta tragedia están dando su vida, en esta hora tan triste y desgarradora de nuestra patria. De rodillas, pido a Dios el profundo consuelo a sus familias y la protección y gloria de todas sus almas.
Fdo: Amalio de Marichalar, Conde de Ripalda