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La resaca del botellón

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Tan sólo un 12 por ciento  de los estudiantes de 14 a 18 años de la región percibe que sus padres les prohiben consumir alcohol

El fenómeno del botellón ocupa y preocupa a las familias y las administraciones, pero sigue ganando espacios cada semana. Su expansión exige una reflexión serena y, también, un compromiso social, cultural y político. En Soria, como el resto de Castilla y León, el alcohol es la droga cuyo consumo presenta una menor percepción del riesgo, incluso entre los menores de edad.

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Castilla y León es la comunidad que tiene una tasa más elevada de consumo de alcohol entre menores y donde el 93 por ciento de ellos reconoce que es fácil o muy fácil adquirir alcohol, según ha resaltado recientemente Javier Amoedo, Procurador del Común.
Soria no se libra de esta tendencia general. Y aunque el problema no abra portadas de periódicos o informativos, la preocupación es creciente entre un buen número de padres de  jóvenes sorianos, sobre todo cuando éstos son menores de edad, según resalta Beti Orduña, presidenta de la Federación de Padres de Alumnos de la provincia.
El Ayuntamiento de Soria, que tiene varios programas de prevención de drogodependencias, está especialmente concienciado de la necesidad de proteger especialmente a los menores, asegura la concejala Rosa Romero.  La Policía Local controla la venta de alcohol en establecimientos y locales. Hay sanciones y pueden llegar hasta 10.000 euros. Y también cursos para concienciar a los propios hosteleros ante un problema que concierne a toda la sociedad y en la que los padres, coinciden Romero y Orduña, tienen un papel fundamental.
Los padres, dice Romero, deben ser los primeros, “dando ejemplo”, a la hora de concienciar a los hijos de los problemas que acarrea un consumo excesivo de alcohol. Esta tarea educativa es más importante que las prohibiciones y las multas, resalta.  Orduña insiste en que los padres deben tener la precaución de “amueblar bien” la cabeza de sus hijos para que puedan valorar en su justa medida el fenómeno del botellón, en general, y del alcohol, en particular.
Desgraciadamente, dice, la experiencia constata que muchos padres prefieren ponerse una venda en los ojos y evitar saber lo que sus hijos hacen cuando salen de casa. Alguno de ellos, recuerda, ha tenido que recoger a su hijo de la Comisaria mientras responsabilizaba del exceso etílico de su vástago a las malas compañías.
Romero pide colaboración a las familias. En lugar de pagar la multa correspondiente de los excesos cometidos por el hijo, es mejor que éste realice alguna prestación social. “No sirve sólo con pagar y que no se enteré nadie que a mi niño le han pillado consumiendo”, resalta. “Tenemos que luchar para que no haya un consumo de alcohol a una edad tan temprana”, reitera.
Los datos del estudio “El fenómeno del botellón”, elaborado por la Red de Planes sobre Drogas de Castilla y León, son para abrir un profundo debate. Tan sólo un 12 por ciento de los estudiantes de 14 a 18 años de la región percibe que sus padres les prohíben tajantemente consumir bebidas alcohólicas. Un 74 por ciento de los estudiantes reconoce que consume bebidas alcohólicas semanalmente. Un 10 por ciento de los estudiantes de 14 años consume todos los fines de semana. Las edades de inicio en el consumo de bebidas alcohólicas se encuentran estabilizadas en los trece años y medio. El alcohol es la droga a la que los adolescentes y jóvenes perciben como más accesible. El gasto medio de los asistentes a los “botellones” se sitúa en torno a los siete euros.
La familia y el contexto familiar es crucial para la actitud de los jóvenes frente al alcohol, según un estudio del INJUVE, que detectó en 2004 que el 40 por ciento de los padres no ejerce control sobre las salidas nocturnas de los menores de 19 años.

 

COMPROMISOS PARA FRENAR EL PROBLEMA

El comisionado regional  para las Drogas ha llegado a una serie de conclusiones sobre el consumo de bebidas alcohólicas en espacios públicos y su posible solución. Para empezar hay que abrir un debate sobre los problemas reales que afectan a los jóvenes, evitando abordar de forma descontextualizada los problemas de los jóvenes con el alcohol. En el ámbito familiar, los padres y padres no pueden seguir obviando el problema, mirando para otro lado.

En cuanto al ocio, es imprescindible “educar en la gestión del tiempo”, de tal forma que se enseñe a los jóvenes a organizar y planificar el tiempo libre. Hay que mejorar también el control de la oferta de bebidas alcohólicas, donde el Comisionado observa importante carencias. Y todo ello, con una labor pedagógica previa.

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