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Homilia del obispo de Osma-Soria en inauguración del año jubilar de las H.H. Clarisas

El obispo de Osma-Soria, Monseñor Abilio Martínez Varea, ha presidido esta tarde la inauguración del año jubilar y apertura de la Puerta Santa en el monasterio de Santo Domingo, en Soria. Ésta ha sido su homilia en la fiesta de Santa Clara de Asis.

Homilía en la fiesta de Santa Clara de Asís

Queridos hermanos y hermanas:

Saludo afectuosamente a los hermanos sacerdotes concelebrantes, a todos los diocesanos de Osma-Soria y particularmente a vosotras, Comunidad de Hermanas pobres de Santa Clara, que hoy nos acogéis en vuestra casa.La fiesta de Santa Clara nos reúne esta tarde en esta iglesia de Santo Domingo de Soria para inaugurar solemnemente el Año Jubilar que el Santo Padre, a través de la Penitenciaría Apostólica, nos ha concedido para conmemorar el 75 aniversario de la exposición permanente del Santísimo Sacramento en este templo.

Fue la entonces la Abadesa de la Comunidad y hoy Venerable, Madre Clara Sánchez de la Concepción, quien impulsó este ideal en la Comunidad de Hermanas pobres de Santa Clara. Desde el 11 de agosto de 1942, Jesús Sacramentado es adorado día y noche, permaneciendo esta iglesia de Santo Domingo de Soria abierta todo el día y siendo muchas las personas que en ese templo, ante Jesús Eucaristía, encuentran la paz y el consuelo.

Este Año Jubilar concedido a las HH. Clarisas es un tiempo de gracia para toda la Diócesis que se irá desplegando, con la ayuda del Espíritu Santo, a lo largo de estos doce meses. Quiero fijarme en dos signos:

  1. El primero la apertura que acabamos de hacer de la Puerta Santa: es abrir el camino hacia la salvación. El Año Jubilar, hermanos, es un momento propicio para renovar nuestra vida de fe, un tiempo de alegría que nos brinda una nueva oportunidad de ser tocados por la misericordia desbordante de nuestro Dios, que ensalza a los que ponen su confianza en su bondad. En palabras del profeta Oseas:“Yo la cortejaré, me la llevaré al desierto, le hablaré al corazón. Y me responderá allí como en los días de su juventud, como el día en que la saqué de Egipto” (Os 2, 16-17b).

Este Año Jubilar es una oportunidad que Dios nos regala a todos los diocesanos de Osma-Soria. Vivimos, frecuentemente, de espaldas a Dios. Estamos necesitados de conversión. Hemos de redescubrir nuestra condición de hijos de Dios, experimentar el tierno abrazo de Dios en el perdón y su amor sin reservas de Padre bueno que nos hace revivir, lo que bíblicamente es “volver a Dios”, “ponernos de cara a Dios”.

El sentido de este Jubileo que hoy inauguramos es una llamada a la conversión;conversión a Jesucristo que es la puerta de las ovejas. Cristo es la puerta de la salvación de la humanidad porque ha ofrecido su vida por el mundo para que el mundo tenga vida y la tenga en abundancia(cfr. Jn 10,10). La Iglesia, que es Madre, nos propone unas prácticas para acoger con fruto la indulgencia jubilar, es decir, para ir hacia Cristo:

  • La celebración de la confesión que abre de par en par las puertas de nuestro corazón al perdón y a la misericordia de Dios. No es el sacramento de la humillación, es el sacramento del encuentro del pecador con el Padre que todo lo perdona. Es el sacramento de la misericordia. No tengáis miedo de acercaros a la confesión. Y a los sacerdotes el Papa Francisco, en la Bula MisericordiaeVultus con la que convocó el Jubileo extraordinario de la misericordia, nos dirige estas palabras: “Nunca me cansaré de insistir en que los confesores sean un verdadero signo de la misericordia del Padre. Ser confesores no se improvisa. Se llega a serlo cuando, ante todo, nos hacemos nosotros penitentes en busca de perdón” (n. 17).
  • Entre las prácticas para acoger la gracia del Año Jubilar se nos pide también que recemos por el Santo Padre y sus intenciones, pues tiene la misión de mantener la unidad de la Iglesia. Esta invitación a orar por el Papa nos ayuda a sentirnos Iglesia, a sentirnos miembros activos de la Iglesia y participar en su misión de anunciar el Evangelio a todos pero especialmente a los alejados y a los que, entre nosotros, siendo bautizados, han perdido su fe o se encuentran con una fe tan debilitada como una mecha a punto de apagarse.
  1. El segundo signo es el precioso logotipo del Año Jubilar que encontramos, entre otros lugares, en la lona de la fechada de este convento: la custodia que guarda la Eucaristía, un río que brota de la custodia, el convento de Santo Domingo y todo rodeado por el cordón franciscano. En la base unas letras como lema de este Año Jubilar,palabras que nos proporciona la Venerable Madre Clara en respuesta a otra expresión de San Francisco: “Aquí el Amor es amado”. ¡Qué bella expresión! Os invito a meditarla despacio y a repetirla como una jaculatoria: “Aquí el Amor es amado”.

Estos nos recuerda otra de las prácticas del Año Jubilar: celebrarlo bien es encontrarse con Cristo y acogerlo, es comulgar a Cristo en la Eucaristía. Y, para ello, dirijamos nuestra mirada a María que nos lo presenta como alimento de Vida eterna. El mismo Cuerpo de Cristo, formado en las entrañas purísimas de la Virgen, lo encontramos realmente presente en el Pan de la Eucaristía: “El que come mi carne y bebe mi sangre habita en Mí y Yo en él” (Jn 6, 56). Celebramos este Año para adentrarnos en el conocimiento del misterio eucarístico, para adorarlo y vivirlo, para contemplarlo y hacerlo vida en nuestra vida, para alabar a Jesucristo presente en el sacramento de nuestra fe y llevar a cumplimiento el mandamiento nuevo que en Él se nos entrega: “Amaos como Yo os he amado” (Jn 13, 34).

No consideremos estas prácticas como un mero requisito que se puede cumplir de forma rutinaria sino como una invitación a redescubrir a Dios en nuestra vida. Si vivimos de forma auténtica este Jubileo nos sentiremos miembros de Cristo en la Iglesia trabajando por la unidad. Nada alegra más el corazón de nuestro Padre Dios que vernos formando una familia auténtica.

Este 75 aniversario es una ocasión excepcional para extender y fomentar la adoración y el amor a Jesús Sacramentado, y atraer muchas personas hacia Él para que puedan gozar y enriquecerse de la gracia jubilar. Pido a las HH. Clarisas, a los sacerdotes, catequistas, profesores de Religión Católica, agentes de pastoral y Colegios católicos que participéis activamente en la difusión de este Año de gracia del Señor que suponga una renovación espiritual personal y comunitaria porque, como hemos escuchado en el Evangelio,“como el sarmiento no puede dar fruto si no permanece en la vid, así tampoco vosotros si no permanecéis en Mí” (Jn 15, 4).

Estoy convencido de que en este Año Jubilar se realizarán muchas maravillas que transformarán el corazón de quienes sinceramente se acerquen a este templo jubilar. Adentrémonos en la densidad rebosante del misterio eucarístico. Ahí lo tenemos todo: ahí está nuestra esperanza, ahí está el amor del Señor que nos sana, el amor que se nos da en comunión para que cada uno de nosotros, en comunión con Él, nos ofrezcamos a los demás.

Finalmente, hermanos, no olvidemos el ejercicio de la caridad en este Año como nos recuerda la oración escrita por Madre Clara:

Mi Jesús Sacramentado

dame profunda humildad,

la más vivísima fe,

la más firme esperanza,

y encendida caridad…

Escribía Benedicto XVI: “Sacramento de la caridad, la Santísima Eucaristía es el don que Jesucristo hace de sí mismo, revelándonos el amor infinito de Dios por cada hombre. En este admirable sacramento se manifiesta el amor «más grande», aquél que impulsa a «dar la vida por los propios amigos» (cfr.Jn 15, 13)” (SC 1).

Nosotros hoy, en este lugar santo, cuando nos preparamos para vivir un tiempo de gracia, decimos fuerte y convencidos: ¡Queremos que aquí el Amor sea amado! Que sea amado con especial intensidad en este Año por sus hijas, las Hermanas pobres de Santa Clara; que sea amado por todos los diocesanos que se acerquen a este templo con devoción; que sea amado en la vida de todos y cada uno; que sea amado por los que no lo conocen gracias a la vida entregada de quienes tenemos intimidad con Él.

Que Dios nos ayude a todos a ser santos. Y que la Virgen María nos proteja y nos guarde. San Francisco y Santa Clara, rogad por nosotros.

X Abilio Martínez Varea, Obispo de Osma-Soria

 

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