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Expoesía presenta "Cantar de la luna vacía", de Teresa León

Expoesía se hermana mañana sábado con Agosto Clandestino y presenta la obra "Cantar de la luna vacía", de Teresa León, compañera de Rafael Alberti durante casi medio siglo.

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El cuaderno fue presentado durante las actividades del festival Agosto Clandestino. Poetas en La Rioja el pasado 2 de agosto en Logroño. Los asistentes a esta nueva presentación, esta vez en Soria, se llevarán un ejemplar del cuaderno clandestino de manera gratuita mientras disfrutan de la oportunidad de conocer, de manera cercana y amena, la obra de la escritora universal.

El acto contará con la presencia de los responsables de la edición Hilario Jiménez Gómez y Enrique Cabezón y será presentado, en la tarde del sábado (18:45 horas), en el interior del Espaco Alameda, por concejal de Cultura del Ayuntamiento de Soria Jesús Bárez.

La escritora María Teresa León Goyri, Logroño (La Rioja), 31.X.1903–Madrid, 13.XII.1988, era hija de Ángel León, militar de alta graduación y de Oliva Goyri, mujer de gran belleza que heredó su hija, prima hermana de María Goyri, esposa de Ramón Menéndez Pidal, la primera mujer que consiguió ser profesora en la Universidad de Madrid.

Sus primeros años transcurrieron en Madrid, Barcelona y Burgos. En Madrid asistió al colegio del Sagrado Corazón de la calle Leganitos. En Burgos contrajo matrimonio en 1920 con Gonzalo de Sebastián Alfaro, a la edad de dieciséis años, y tuvo dos hijos, Enrique y Gonzalo María. El matrimonio se separó en 1929 y finalizó, por sentencia de divorcio, en 1933.

María Teresa regresó a Madrid, a casa de sus tíos María y Ramón Menéndez Pidal. En el año 1930 conoció a Rafael Alberti y con él compartirá casi cincuenta años de vida en común. Su amor hacia el poeta gaditano le hizo decir, recordando las frases de Petrarca, que “el efecto de amor es transformar a los amantes y hacerlos parecerse al objeto amado”; de ser así, ella sería Rafael Alberti. De hecho, Rafael estuvo siempre presente en María Teresa, tanto en su vida como en su obra. En su vida, a través de su hija Aitana, que nació en Buenos Aires en 1941; en su obra, a través de sus frecuentes colaboraciones literarias.

La labor literaria de María Teresa es temprana. Sus primeros artículos, firmados en su mayoría con el seudónimo de Isabel Inghirami, aparecieron en el Diario de Burgos a partir del año 1924, género que siguió practicando, con intermitencias, hasta la década de 1960.

María Teresa escribió cuentos, novelas, teatro, biografías noveladas, ensayos, guiones cinematográficos y radiofónicos y autobiografía. Cultivó casi todos los géneros con una sola excepción que, en realidad no lo es, la poesía, ya que este arte sutil ronda casi todo su quehacer literario.

En 1928 publicó su primer libro de cuentos, que dedicó a su hijo y que tituló Cuentos para soñar y fue prologado por su tía María Goyri de Menéndez Pidal. María Teresa escribió siete colecciones de cuentos, entre los que destaca Rosa fría, patinadora de la luna (1934), con ilustraciones de Alberti, y Fábulas del tiempo amargo (1962), libros de tono surrealista que contrastan con el carácter social de otras colecciones.

La gran vocación de la autora fue el teatro. En la revista Octubre, fundada por el matrimonio Alberti en 1933, ya por aquel entonces afiliado al Partido Comunista, publicó su primera obra teatral, Huelga en el puerto. En el año 1937 colaboró con su marido en la adaptación y versión actualizada de La Numancia de Cervantes, que se estrenó en el teatro de la Zarzuela de Madrid y que fue dirigida por María Teresa.

Igualmente trabajó en la representación que, con motivo de la muerte de Federico García Lorca, se hizo de Amor de Don Perlimpín con Belisa en su jardín, y dirigió las llamadas “Guerrillas del Teatro” durante la Guerra Civil Española.

En marzo del año 1939 comenzó el exilio de los Alberti: París primero y Buenos Aires después, donde permanecieron hasta su regreso a Europa en 1963.

Fueron largos años de intensa actividad para los dos escritores, que colaboraron juntos en adaptaciones y guiones cinematográficos, como el de La dama duende de Calderón, el libro de ensayos titulado Sonríe China, resultado del viaje que realizaron a este país con su hija Aitana en 1957, o la selección, traducción y prólogo que hicieron de la Poesía China.

María Teresa escribió en esta época de exilio argentino, aparte de sus nuevas colecciones de cuentos, dos novelas, tres biografías noveladas y varios ensayos. Las dos novelas, basadas en episodios de la Guerra Civil, Contra viento y marea y Juego limpio, publicadas en Buenos Aires, son de marcado carácter social. Sus biografías noveladas de Gustavo Adolfo Bécquer, del que también escribió sendos guiones para el cine y la radio, personaje muy querido por los Alberti, y sobre Rodrigo Díaz de Vivar y su esposa Jimena, gran señora de todos los deberes, como la denomina María Teresa, están marcadas de hondo lirismo, sobre todo esta última, con la que se identifica claramente la autora en su permanente exilio interior.

La biografía novelada de Doña Jimena Díaz de Vivar es un claro ejemplo de la importancia que concede María Teresa a la mujer que trabaja y lleva adelante su casa y su familia, permaneciendo siempre a la sombra del marido y superando todo tipo de dificultades. Esta obra se ha reeditado varias veces. Existe incluso una traducción al ruso y la primera edición crítica de 2004.

Entre los ensayos escritos en el exilio argentino destaca un curioso libro titulado Nuestro hogar de cada día (1958), obra extensa y variada, en la que recoge, a través de once capítulos, una serie de consejos para la mujer, y presenta también, como ejemplo, una serie de semblanzas de mujeres famosas de la leyenda y de la historia, como Teresa de Ávila, Isabel la Católica, Dulcinea del Toboso o George Sand, sobre la que escribió igualmente un guión radiofónico titulado Una mujer de genio, incluido en la serie Retratos de mujer que escribió para sus charlas radiofónicas bonaerenses.

En 1963 el matrimonio Alberti regresó a Europa y se estableció en Roma, en donde continuó su exilio de España hasta su definitivo regreso en el año 1977.

En estos años continuó la labor literaria de María Teresa, que publicó su tercera novela, Menesteos, marinero de abril, y dio fin a su mejor obra, su autobiografía, titulada Memoria de la Melancolía, que apareció publicada en la editorial, siempre amiga, Losada, de Buenos Aires, en 1970, y ha sido reeditada varias veces, dentro y fuera de España, que fue su obra más ajustada y perfecta. Ya su título, que roza lo lírico, se presenta como fermosa cobertura de una vida sin igual, tocada por el halo poético de los seres privilegiados. Es de las escasas obras de María Teresa que ha merecido una edición crítica.

La vuelta a España devolvió una María Teresa ya afectada por el mal del Alzheimer, pero que, antes de ser internada en la clínica Ballesol de Majadahonda, en donde permaneció casi olvidada los últimos años de su vida, dejó un nuevo libro, su cuarta biografía novelada, esta vez sobre Cervantes titulada Miguel de Cervantes, el soldado que nos enseñó a hablar, publicada en Madrid en 1978. La biografía, dividida en diecisiete secuencias, narra la vida del escritor desde su nacimiento hasta su muerte, que acercan a la figura del escritor de forma muy personal. María Teresa fue siempre muy cervantina y su amor a la figura del autor del Quijote la llevó a escribir otros textos anteriores, como un guión radiofónico titulado La madre infatigable, sobre la madre de Cervantes, o un sugestivo artículo, “Algo sobre la verdadera Dulcinea del Toboso”, que presenta a Dulcinea como el más hermoso mito de la literatura española. La biografía de Cervantes fue el último homenaje que María Teresa dedicó a Miguel, al soldado que nos enseñó a hablar.

María Teresa murió un frío mes de diciembre del año 1988. Sus restos reposan en un blanquísimo cementerio de Majadahonda. En su lápida figura este verso de Rafael Alberti: “Esta mañana, amor, tenemos veinte años”. (Fuente: Maya Smerdou Altolaguirre, Real Academia de la Historia)

Cantar de la luna vacía

¡Calla, mi bien! No grites, no llores,

no tengas miedo de la noche oscura,

no te agarres a mí con los temblores

del que ha visto un león en la espesura

y le asustan los ojos brilladores.

 

Y a soñar con los ángeles de oro

¡duerme, duerme, mi niño!

Teniendo el corazón hecho ternura

en las estrofas pasa más dulzura

¡canción de cuna que rimó el cariño!

 

La voz ya no resuena

calmando los temores

del hijo ¡esa es su pena!

que al cielo sus amores

Dios se llevó esta nochebuena.

 

Ya no calma en la noche tenebrosa

del hijito el pavor

que del rosal florecido, la rosa,

se llevó el segador.

La guadaña implacable que siega

lo mismo el bien que el mal

no ha visto que al cortar el capullo

agostaba el rosal.

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