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Cuando la religión es a la carta

El Administrador diocesano en Sede Vacante, Gabriel-Ángel Rodríguez Millán, centra su carta pastoral de esta semana en lo que uno de los teólogos más influyentes del siglo XX, Henri de Lubac, llamaba apostasía inmanente. Son las personas que siguen perteneciendo a la Iglesia pero ya no viven la fe católica sino un catolicismo superficial, light.

ARTICULO DE OPINIÓN

Las tumbas de Dios

Recientemente el cardenal Robert Sarah, responsable vaticano para las cuestiones relativas a la liturgia de la Iglesia, ha publicado un artículo en la revista italiana Vita e pensiero en el que afirma que la cultura occidental se ha organizado como si Dios no existiese y que ha sido el ser humano quien lo ha desterrado, ser humano que, a juicio de Sarah, ya no sabe quién es ni hacia dónde se encamina.

La verdadera crisis que atraviesa ahora nuestra sociedad no es principalmente económica o política sino que es una crisis de Dios y, al mismo tiempo, una crisis del hombre. En efecto, la cultura occidental, escribe Sarah, se ha organizado progresivamente al margen de Dios. Para muchos, siguiendo a Nietzsche, Dios ha muerto y el hombre es el responsable. Nuestras iglesias, continúa, se han convertido en las tumbas de Dios y muchos fieles han dejado de acudir a la Iglesia por considerar más atractivas las ofertas del mundo. Pero obrando así, en realidad el hombre emprende una vuelta al paganismo y la idolatría. La ciencia, la tecnología, el dinero, el poder, el éxito, la libertad “ilimitada”, el placer, son hoy los nuevos dioses del particular “Olimpo” del hombre post-contemporáneo.

Muchos hoy han caído en lo que Henri De Lubac llamaba apostasía inmanente, es decir, aparentemente siguen perteneciendo a la Iglesia pero ya no viven la fe católica sino un catolicismo superficial, light. Estos tales tienen a gala el considerarse a sí mismos católicos cuando en realidad viven una religión “a la carta”, rechazando los dogmas y la forma de vida cristiana que se oponen al pensamiento secular dominante en la sociedad, o aquellas verdades evangélicas que estorban a su personal estilo de vida. Y si aceptan algunas verdades reveladas lo hacen por tradición; sus prácticas religiosas externas no provienen de una adhesión a Jesucristo, sino a motivos meramente sociales.

De ahí que sea necesario cambiar la perspectiva, afirma el cardenal guineano. Debemos recordar que, según leemos en el libro de los Hechos, en Dios vivimos, nos movemos y existimos” (17, 28). En Él todo subsiste porque es el Principio, la sede de toda plenitud; fuera de Él nada tiene sentido, todas las cosas encuentran en Dios su ser y su verdad. En gráfica expresión que gusta de repetir el cardenal Sarah, “o Dios o nada”.

Es verdad que hay problemas enormes, situaciones frecuentemente dolorosas y existencias difíciles y angustiosas; sin embargo, debemos reconocer que es Dios quien da sentido a todas las cosas. Nuestras preocupaciones, nuestros problemas, nuestros sufrimientos existen y nos preocupan pero sabemos que todo se resuelve en Él, lo percibimos como una evidencia que se impone a nosotros no desde el exterior sino desde lo más profundo del alma porque el amor no se impone con la violencia sino seduciendo el corazón con una luz interior.

El hombre post-moderno ha dejado de entender la misteriosa eternidad divina. Sin ruido ha caído en una inquietud sorda y vacía. De ahí que sea preciso volver la mirada de nuevo a lo que constituye el núcleo de la vida evangélica y de la ascesis cristiana. “No podemos más que quedar impresionados por el silencio de Jesús frente al sanedrín, frente a Pilatos y Herodes. El verdadero silencio pertenece siempre a quien quiere dejar su propio lugar a otros y, sobre todo, al Totalmente Otro, a Dios”.

Gabriel-Ángel Rodríguez Millán, Administrador diocesano Sede Vacante

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