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TRIBUNA / ¡Guau! ¡Guau!

Ángel Coronado ironiza con el episodio vivido en las fiestas de Tardelcuende donde el alcalde de Soria montó un número de circo sin estar incluido en el programa festivo. 

TRIBUNA / ¡Guau! ¡Guau!

No doy crédito a lo que veo, y sin embargo es cierto. Dicen que Galileo, con la Inquisición encima y preparada la pira para quemarle, dijo no dar crédito a lo que veía con su telescopio, pero que sin embargo veía y lo que veía era cierto. Listo. Así salvó el pellejo.

No me lo creo, pero veo a la Tierra dando vueltas como una peonza alrededor del sol. Alguna Inquisición y alguna pira de leña andará por ahí ahora, porque ahora nos pasa igual que le pasó a Galileo. A nosotros, por ejemplo, galileos convencidos desde siempre, nos ocurre ahora lo que sigue:

cerramos filas y no damos crédito a lo que vemos. Hemos celebrado reuniones, organizado hasta una especie de simposio, cónclave, seminario, congreso internacional, hemos convocado a primeras autoridades, ponentes, publicaciones de todo género. Hemos oído discursos, hemos leído la prensa de toda clase y condición. Nos hemos informado bien y no damos crédito a lo que vemos, a lo que vemos no ya con los ojos de carne y hueso (el ojo, concretamente el ojo, no lleva hueso, eso es cierto. Lo de carne y hueso es una especie de recurso retórico para expresar el órgano de la vista), no demos crédito a lo que vemos, no ya con los ojos de carne y hueso, decíamos, que también (hemos visto a nuestro alcalde, al de Soria me refiero, haciendo el payaso encima de un coche y en Tardelcuende, para ser más exactos), no ya con los ojos de la carne hemos visto al alcalde de Soria haciendo el payaso (pero no en el circo, que todo el mundo tiene derecho a ganarse la vida de payaso en un circo, y a ver si no), pero no lo hemos visto en ningún circo, decimos. Lo hemos visto en las fiestas de Tardelcuende.

Hemos indagado en el Ayuntamiento, pero no en el de Soria por miedo a perder el tiempo, sino en el de Tardelcuende. Derechos al grano hemos consultado el programa de fiestas de esa dignísima población, patria chica de Gaya Nuño entre otras cosas, y no hemos podido encontrar nada ni parecido a lo de contratar circo ninguno (que Tardelcuende y cualquier otro pueblo tiene derecho a contratar un circo para sus fiestas, y que cualquier circo lo tiene también para tener a sus payasos en nómina, lo sabemos, lo sabemos, y a ver quién nos lo niega).

Bueno, pues hemos ido también a las fiestas de Tardelcuende y no hemos podido sacar entradas en ningún circo, con la gana que uno tiene siempre de reírse con los niños. Parece mentira lo divertido que resulta ver a uno que parece gilipollas sin serlo, que a ver qué payaso no es eso, ninguno. Lo gracioso es lo bien que lo hacen los payasos, que buenas perras ganan con ello. Y nos hubiese gustado ver bajo la carpa trapecistas como Pinito del Oro y leones obedientes a Bárbara domadora de leones, bárbara domadora, Bárbara Rey al desnudo, queremos decir sin disfraz, brillante y hermosísima, Realmente, pura y Real. Mayúscula. Bárbara. Bárbara. Rey. Rey.

Y siempre los payasos dándose de hostias y sin embargo amigos. Me han dicho que hoy en día hay circos de nuevo cuño (como el circo del Sol, de aire oriental, en el que se pueden ver cosas nunca vistas. Pero Tardelcuende ardía en fiestas en todo menos circos. No había ni uno. Tardelcuende era un desierto de circos. Y por eso no podíamos creer lo que veíamos, ya digo. Nos pasó como a Galileo

Pese a todo lo pasamos bien en Tardelcuende. Hasta hubo alguien ocurrente, aunque violando normas elementales de prudencia y cortesía y vaya usted a saber si más (por disfrazarse fuera del carnaval y además de un personaje bien conocido, a escala modesta, de pequeña capital de una región semivacía, concretamente me refiero a Soria, que ocurrente sí, pero atrevido, apareció disfrazado de alcalde decíamos, o mejor, como de Búfalo Bill o de bisonte con cuernos sentado en el trono del mismo Congreso de los EEUU pero en versión más de pueblo, más sencilla, disfrazado, ahora, como quien dice ayer mismo y en las fiestas de Tardelcuende, asombrosamente bien disfrazado de Carlos Martínez, de alcalde invicto, del llamado merecidamente “alcalde mano de hierro”. Y no le dábamos crédito. No podíamos darle crédito. Y lo seguiremos diciendo hasta que no se busque y encuentre al impostor, que gracioso será, pero Señoras y Señoros, Autoridades, lectores todos, nosotros no hacemos sino esperar.

Esperamos a que de alguna manera las fuerzas de seguridad encuentren al impostor, casi diríamos que al delincuente. Y lo primero que haremos, de poder hacerlo, será ir al Ayuntamiento de Soria con él, pero disfrazado de nuevo para poder comparar con el original y encontrar la diferencia que tanto anhelamos. Algún granito, algún lunar habrá por ahí, alguna muestra incontestable habrá. Y que hablen. Sobre todo que hablen. Que uno diga, por ejemplo, ¡Guau! y el otro diga lo mismo. A ver lo que dicen. A ver lo que hacen. A ver si se atreven. Y al impostor, sin querer, se delatará el mismo. Y el original, también sin querer, alguna cosa dirá que lo ponga en su sitio.

Fdo: Ángel Coronado

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