¿Quién escribe la Historia?
Juana Largo reflexiona en este artículo de opinión sobre cómo se escribe la Historia, repleta de factores para contar.
Dimisión del presidente del Gobierno
¿Quién escribe la Historia?
Este párrafo que sigue a estas líneas, lectora seguidora o lector seguidor, se refería a las elecciones en Andalucía hace unos diez años, en el 2015, cuando la representante del Psoe, Susana Díaz, las ganó, las citadas elecciones, manteniendo un elevado porcentaje de los votos, a lo que, subiendo en votos, también Podemos sacó un tanto por ciento elevado, con el lema: El cambio empieza por Andalucía; mientras la derecha que había por entonces, sobre todo la de Pp y Ciudadanos, no llegaba al poder, aun cuando el Pp de Juan Manuel Moreno iba ganando pulso en la convocatoria:
“Al hilo de las recientes noticias sobre los resultados de las elecciones en Andalucía, 2015, surgen un montón de preguntas, entre ellas algunas de más fondo de los reportajes y opiniones de los mass media. Con frecuencia, como nos enseña el resultado de estas elecciones, como cualesquiera otras, nos damos cuenta de que nosotros queremos escribir una historia, y resulta que la historia nos la hacen los demás, por mucho que la queramos hacer por nuestra cuenta.”
Algunas personas de nuestras comunidades podrían pensar que la historia la hace algún demiurgo o acaso la influencia de lo sobrenatural, dictando un texto y nosotros obedeciéndolo. Y no hay error más grande. La historia lleva mucho tiempo escribiéndose al resguardo de las cuestiones personales de los individuos de una comunidad.
No la dicta dios, ni la dicta nadie, y querer ser el lacayo de la voz de dios para el resto de los hombres, es ya una equivocación que puede desorganizar la sociedad. La historia no la dicta ningún poder soberano por encima de las personas, ni siquiera las encuestas y los sondeos, ni la televisión o el último baile de moda, mucho menos el mandoneo de los artistas de esa comunidad.
La historia, que es a lo que queríamos llegar, se escribe sola, es el reflejo de una sociedad, de una clase. No existe voz autoritaria que se levante sobre esto, muy al contrario, esa sociedad se levanta sobre el individuo autoritario. Que se empeñe una persona, cualquiera, en querer escribir el relato de su sociedad o comunidad, no quiere decir que lo vaya a conseguir. En primer lugar, porque hay muchos factores que no van a contar lo mismo que él, muchos factores sueltos que se descontrolan al gobierno del hombre, el azar o lo aleatorio, y que narran las cosas como les parecen a ellos, no como me pueda parecer a mí o a Perico Los Palotes. De donde se puede deducir que la sociedad es un entramado complejo de elementos en los que intervienen muchas personas, con lo que venimos a decir que la sociedad no es algo fijo, o no quiere fijarse, sino que está en plena acción –como decía Ezra Pound, persona tan acertada en su poesía como errada en su ideología-. Por eso que es muy difícil el determinar a las sociedades, y nos damos cuenta con los resultados electorales de cualquier parte. Si todos supiéramos lo que va a pasar en Soria en las próximas elecciones municipales, no haría falta hacer elecciones.
A este tejido social irreductible que es el hombre en relación con los demás, lo llamaba, en amplitud de concepto, Habermas, “El mundo de la vida”. No es concepto lacio y puede servirnos de reflexión sobre los supuestos destinos de las sociedades.
Lo que se quiere mostrar con este asunto de unas elecciones que, luego, cuatro años después, hizo que la ultraderecha de Vox llegara al poder en Andalucía, es que, a la gente, aun cuando es incorrecto decir “gente”, el ciudadano, lo que quiere es complacerse en la historia. De hecho, este fenómeno se puede ver cuando las editoriales editan libros de Historia o de Novelas Históricas, como los periódicos nos hablan de Historia. Hay un sesgo cultural que hace que el ciudadano consumidor burgués de nuestro tiempo, prefiera, antes que la inseguridad, la asfixia o la ansiedad, o el disgusto, leer historia que le complazca. Y además selectiva. Este caso no se puede desvincular en el mundo de hoy en día en que la burguesía manda en la estructura de los gobiernos, en ocasiones, como ha sucedido en USA, alineándose con la prepotencia de los millonarios y oligarcas, pero la burguesía, al fin y al cabo, en nuestras sociedades occidentales que llamamos “sociedades liberales”, predomina y dirige el orden burgués, aquel que posee el bien del dinero y de las ganancias y de las directrices económicas y empresariales, que no es partidario de compartir este poder con lo que se suele llamar “proletariado” por la humillación que el burgués, que se llama “religioso” no comulga con el espíritu del compartir nada que sea suyo y se arroga en la historia como soberano imponiendo su ley.
Al personal le gusta ver la historia que ha pasado y que le dé la razón, le gusta por tanto sacar placer de su estatus y ver que el resto de la historia iba por otros caminos equivocados y que es lo que se merecen esos otros partidos. La dimensión de la categoría de placer puede ser tanteada con el valor del consumismo que gratifica al comprador y de la que, ahora, con el dinero, puede ser adquirida. Del mismo modo que puede ser adquirido un producto de los estantes del mercado, al consumidor burgués le agrada que la cultura igualmente, le sirva de placer y de consuelo en su curso de la vida.
Para ello utiliza como principal medio, el de la selección, solamente validará el consumidor aquello que no ha sido borrado de la historia o que no se cuenta, dado que, si se contara, produciría dolor o displacer.
Existen multitud de medios d de comunicación que nos cuentan la historia de los vencedores, negando a los vencidos porque si los afirmaran, la vida se convertiría en problemática, aun pudiendo llevar razón los vencidos. La historia que gusta es la que nos da la razón, sí, y la que nos da la razón en nuestro momento presente, toda la demás se niega y es pasto de hemerotecas y de filmotecas y de bibliotecas, etc… La historia que nos gusta es la que nos regala los oídos (y cuidado, esto es un peligro en nuestros tiempos con los revisionismos históricos dominadores). Y si la historia no tuviera el sentido de complacencia en nuestro “progreso”, no se escribiría. Luego que se suele decir que la historia la ganan o la escriben los que son ganadores, que los que pierden las batallas de la historia no interesan.
Ahora mismo, y lo podemos ver con las “fake news”, nos damos cuenta de que la historia se puede incluso desvirtuar o contar con otros modos que son fraudulentos. El caso es ganar la batalla a los momentos de vida de los hombres en sus respectivos Estados o países. Y si algunos mass media no realizara el papel de censores de las historias verdaderas, como está ocurriendo en nuestro mundo actual, no solo en las guerras, sino también en centros de convulsión, y esos media nos dieran la verdad de lo que sucede, nos despertaríamos todos al menos, más que vestidos por arriba, informados de la realidad para atenernos a ella, y es muy fácil decir, “a la verdad”, porque hasta esto es incorrecto y populista, pero es necesario contar a la gente o al ciudadano o al personal, lo que realmente pasa y no enmascarar tanto la historia para placer de los de los grandes butacones y sus anchísimas posesiones.
Es de agradecer que, ahora, en USA, estemos viendo o se nos esté presentando una historia que antes pudo estar velada, como en muchas partes, pero que ahora se deja ver desnuda, para saber nosotros y nosotras todos, en qué mundo estamos de una vez.
Fdo: Juana Largo