El efecto primario
Juana Largo reflexiona en este artículo de opinión sobre el devenir de nuestro tiempo, en el que, a su juicio, el ser humano para sobrevivir activa cada día más su base primaria.
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El efecto primario
Ahora, en nuestro tiempo, como puede comprobar por los mass media la lectora o el lector al cual le interesa la información, sabemos que el nuevo decurso de la historia nos lleva de la vida en departamentos -digámoslo así como en un boceto- conformados o con sus límites, en los cuales por ejemplo, en los edificios, abajo estaba la casera o el casero y arriba por ejemplo, el señor arquitecto mirando por la ventana las buhardillas de la ciudad para inspirarse en ellas, como buen sabio observador…, el nuevo decurso de la historia nos lleva este nuevo movimiento de ciento ochenta grados, a la historia en acción.
Parecía bastante erróneo eso de que la vida estuviera en paquetes de conocimientos o actividades en los cuales arriba teníamos, pongamos, la superestructura y abajo la infraestructura y no teníamos que preocuparnos por donde estuviéramos instalados, ya que todo llevaba su función y la estructura social así preconcebida, nos conducía a una vida en la cual todos dependíamos de todos y todos estábamos interrelacionados, de tal modo que, pongamos otra vez, el que se disponía a comer, disponía su mesa y comía y no tenía que preocuparse por tanto de lo que dijera el hombre del tiempo en la televisión o lo que dijera un renombrado profesor en su cátedra de la más cercana universidad, que podían tener fundamento pero que, para comer en la mesa no tenían ahora pertinencia alguna.
Y ahora nos hemos dado cuenta de que lo que aprendimos de latín en la escuela, no tenía valor de lengua viva, aunque nos hubiera encantado estudiarlo de chavalas o de chavales, y que, pongamos asimismo, una fórmula como la de la teoría de la relatividad, o la observación de los caracteres de la hipocresía en la obra de teatro de Molière, o el cuadro La rendición de Breda, o la película Psicosis de Hitchcock, o todo el mundo del arte y de la representación de la cultura de nuestro tiempo, incluyendo los millones de saberes científicos, tanto como los meramente contemplativos, como los hechos de la historia estudiados y pasados o como los miles de ritos religiosos o simplemente costumbristas, como ocurre en los hechos y los usos de las fiestas, con sus desarrollos acostumbrados y que se siguen, sin preguntar por qué, en la tradición, es decir, todas las escenas que, en nuestro conocimiento civilizado correspondían a una especie de sector terciario o cuaternario de la inteligencia y de la acción, como que no tuvieran lugar en esta última, es decir, toda la civilización, ahora nos damos cuenta que se puede suplir, como absorbida por la nueva historia que comienza ahora, por la importancia y aplicación de la función primaria.
En pocas palabras, sería el asunto que todo el mundo que forma parte en nuestro cerebro del depósito infinito de la “representación” o de la “teoría”, desde las sensaciones hasta los hechos como a los conocimientos como a los datos de la historia de toda la humanidad, que no utilizábamos en sentido “práctico” para nada activo o de acción o de “práctica”, pues no era un sentido moral, sino un sentido teórico que guardábamos almacenado en nuestros recursos de evolución interna, ahora sucede que lo tenemos que utilizar propiamente en la acción, o lo que es lo mismo, como ahora todo nuestro mundo es acción, lo hemos de poner de juego lo anterior como base “primaria” de la supervivencia, no solo cuando estamos de mañana en casa y salimos a la calle, sino en todas nuestras funciones cerebrales, en un designio físico y que ya no es terciario o cuaternario, sino meramente primario, o lo que es igual a decir, que tenemos el alma tensa y con estrés para poner en juego todos nuestros conocimientos de supervivencia para lanzarlos en lucha despiadada frente a aquello que nos pone el buen Dios como contienda tensa y activa y todo consciente, en juego frente a los demás, los cuales son nuestros enemigos.
Esto es lo que se puede considerar como primario, lo que hacíamos como terciario o cuaternario ahora es primario, con lo que queremos decir que vivimos en la actualidad constante que pone en marcha nuestro camino diario en el cual nos estamos jugando todo en cualquier momento, de forma, eso sí, meramente animal y meramente presencial en el cual es todo presente e instantáneo, con lo cual, esto, de momento, nos pone hipertensos y aún podemos aguantar, aunque no sabemos hasta cuándo, cuándo va a llegar ese momento de relax en el cual el almacén de sabiduría que éramos todos, estaba descartado y solo utilizábamos lo primario en circunstancias concretas y especializadas de supervivencia.
Ahora es como en el servicio militar, que estamos permanentemente alerta de la vida que nos rodea, dada y a esto es a lo que queríamos llegar, nuestra inminencia a los acontecimientos en los cuales ponemos nuestra acción toda nuestra civilidad para sobrevivir, para comer, beber, dormir y hasta andar o moverse, todo alerta ante unos tiempos en los cuales perdemos un gran porcentaje de saberes acumulados que no se ponían en práctica en cualquier momento sino en los momentos extraordinarios… A este paso el “burnout” va a ser la mayor enfermedad síquica que nos atenace y ese estrés de la vida que no teníamos antes, ahora nos va a quemar y dejarnos cansados o quemados.
Es que es cierto que, ante determinados acontecimientos, la vida nos atañe más, más el saber dónde dar un paso o dónde o de qué manera el comer un día y otro, como agentes que debieran ser responsables de toda su vida propia para sobrevivir. Como si ya no hubiera civilización y sí la guerra o la lucha vital de la alerta de todos contra todos, en un paisaje desolado y hostil como los que parece se van representando y no podemos dejar de responder con las propias fuerzas de cada uno y ya no existiera ni agente del orden o dimensiones de futuro de salida o como que todo estuviera tancado para la persona humana y todo fuera instantáneo o inevitable, acabando con nuestra tradición de convivencia o nuestra vida en la que, como decía Montaigne, “los animales viven el futuro, los hombres viven el presente.”
Y ya sentimos contradecir, con todo el contenido académico que tiene este dicho, a Borges, que decía: “Los animales viven el presente, los hombres viven el futuro.” Porque estamos hablando de un momento darwiniano en el peor sentido de nuestras sociedades, en el cual todo es caos y una emocional y permanente guerra. ¿Estamos convencidos de que no se debería dejar votar a ciertas personas?... O hablamos de educación.
Fdo: Juana Largo