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El modelo energético solar cambiará usos de suelo

El futuro energético mundial es claro: los próximos años han de estar protagonizados por una transición de las energías fósiles hacia las energías renovables. El nuevo modelo energético solar generará cambios de uso de suelo en los próximos 30 años, según un estudio de la Universidad de Valladolid.

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De esta forma, se espera que en el año 2050 la energía solar ocupe entre un 20 por ciento y un 60 por ciento de la producción energética total, llegando incluso, en algunas regiones específicas, a generar el 90 por ciento.

Sin embargo, este futuro tan prometedor no está exento de inconvenientes desde el punto de vista de la biodivesdidad, el uso del suelo… tal y como revela un estudio puesto en marcha por el BC3 y en el que participa el Grupo de Energía, Economía y Dinámica de Sistemas (GEEDS) de la Universidad de Valladolid.

“El punto de partida del estudio es que las energías renovables, en general, utilizan mucha más superficie que las fósiles, ya que estas son depósitos de energía concentrada bajo tierra, mientras que las renovables necesitan gran cantidad de superficie para producir la misma cantidad de energía", ha explicado Íñigo Capellán, investigador del GEEDS.

El debate sobre la transición a las energías renovables no es algo nuevo.

Hace aproximadamente diez años la Unión Europea comenzó a plantearse el problema del uso del suelo derivado de la generación de energías renovables, cuando se vio obligada a frenar su paquete de políticas relacionado con los biocombustibles.

“Según un estudio elaborado por la OCDE el abastecimiento de biocombustibles para el 10 por ciento de los vehículos de la UE supondría el uso del 70 por ciento del suelo dedicado a cultivos", ha explicado el investigador.

Por ello, en 2012 la Comisión Europea tuvo que modificar la directiva sobre biocombustibles del 2009 para reducir los efectos de su producción, teniendo en cuenta que una parte de la demanda adicional de biocombustibles se tendría que haber cubierto a costa de las tierras dedicadas a la agricultura en el mundo, lo que generaría un aumento indirecto de las emisiones de CO2.

En este sentido, el artículo ‘The potential land requirements and related land use change emissions of solar energy’, publicado en Scientific Reports por investigadores de la UVa, del grupo de investigación Basque Centre for Climate Change (BC3) de la Universidad del País Vasco (UPV/EHU) y del Joint Global Change Research Institute, analiza las necesidades futuras de terreno para la instalación de plantas solares y cuantifica el impacto que tendrían estas instalaciones en tres zonas geográficas: Europa, India y Japón/Corea del Sur.

Se han seleccionado concretamente estas tres zonas por haber sido consideradas en el estudio de los mismos autores ‘Assessing vulnerabilities and limits in the transition to renewable energies: Land requirements under 100% solar energy scenarios’ como potencialmente vulnerables.

Emisiones indirectas del uso de energía solar

La producción de energía solar exige una cantidad muy amplia de suelo, y esto genera una preocupación cada vez mayor sobre la sostenibilidad de este tipo de energía.

La ocupación de tierras para la creación de parques fotovoltaicos supondrá inevitablemente cambios en el uso del suelo, pérdida de la biodiversidad debido a la mortalidad directa de fauna y flora y, consecuentemente, un aumento en las emisiones de carbono.

De esta forma el cambio del uso de la tierra, cuando la creación de parques fotovoltaicos haga que la producción de alimentos o la ganadería extensiva se desplace a tierras que previamente eran, por ejemplo, superficies forestales, generará las emisiones de gases de efecto invernadero que se pretenden eliminar.

Por ello, es muy importante tener en cuenta la cantidad de superficie ocupada en cada territorio por placas solares.

Según los resultados obtenidos en este estudio, los parques solares ocuparán mayoritariamente suelo dedicado actualmente a actividades comerciales como la agricultura o la silvicultura.

Esta ocupación significará un cambio en el uso del suelo en los países afectados, pero también en muchos otros que nada tienen que ver con la implementación de estos parques solares, ya que la necesidad de productos agrícolas o derivados del campo seguirá existiendo, por lo que habrá que buscar otras localizaciones con terrenos disponibles para la agricultura y silvicultura.

Ante esta situación, existen diferentes modelos de gestión del suelo que permitirían desde el uso exclusivo para la producción energética hasta un modelo mixto en el que se usasen como parques fotovoltaicos y, al mismo tiempo, existiese algún tipo de actividad agrícola.

Sin embargo, todo apunta a que este segundo modelo será el menos implementado.

Y, ¿qué pasa con las placas solares urbanas?

La transición hacia las energías renovables, como vemos, no está exenta de dificultades. Y otra de las dudas que sobrevuelan a esta transición es el modelo que ha de seguirse para su implantación.

¿Sería mejor un modelo centralizado en el que las placas fotovoltaicas se localicen juntas en grandes parques solares? ¿O por el contrario sería más adecuado un sistema descentralizado donde las placas pudiesen instalarse en pequeñas superficies?

Si bien es cierto que el autoabastecimiento parece, por el momento, técnicamente imposible, lo recomendable sería instaurar un modelo con placas fotovoltaicas urbanas que permitiesen un cierto nivel de autoconsumo que se completase con la existencia de algunos parques solares.

Como explica Íñigo Capellán, “económicamente es más rentable tener una planta grande que cien pequeñas, ya que en los grandes parques será posible obtener beneficios derivados de las economías de escala, mientras que en las casas o superficies pequeñas los costes y los problemas se multiplican".

En definitiva, la clave para lograr la transición reside en la elaboración de una buena planificación en la localización de las plantas y gestión de la tierra de estas nuevas infraestructuras intentando de esta forma reducir las emisiones indirectas de carbono. Este estudio, estima que la energía solar supondrá una generación de emisiones de CO2 mayor de la que se suponía hasta el momento, pero aun así muy pequeñas en comparación con otras energías renovables como la biomasa, y por supuesto, ínfimas respecto a los combustibles fósiles, ya que representarán menos de un 5%.


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