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TRIBUNA / La ley del embudo

Ángel Coronado incide en este artículo de opinión en el embudo peatonal del alto del paseo del Espolón y reflexiona con ironia sobre su solución.

TRIBUNA / La ley del embudo

No sabe uno qué pensar cuando un conjunto de vecinos de una ciudad pide ayuda económica para costear un procedimiento judicial en contra de su alcalde.

¿Como dice?

Lo que oye, que yo tampoco lo entiendo. Bien, por lo que sé, en este desgraciado asunto contamos con todo un conjunto de vecinos implicados. Eso de un lado, y del otro, el alcalde, por más que con  este último se cuente a la fuerza.

¿A la fuerza?

A la fuerza y buena pregunta esa, porque a todos obliga por igual aunque de forma distinta. O mejor dicho, se trata de diferentes fuerzas.

Yo no sé por qué digo eso de que no sabe uno que pensar cuando pasa esto que ahora comento, porque lo malo no es eso sino lo contrario, que no es posible dejar de pensar en qué vecinos, en qué alcalde, en qué procedimiento y en qué demonios dejar de pensar para que un conjunto de vecinos de Soria pida socorro y ayuda en contra de su alcalde. En el siglo de oro era Fuenteovejuna pero en el XXI (no sé cómo lo llamarán en el futuro) es Soria, que a su alcalde, los vecinos de la fuente de los colorines, importa una zanahoria.

¿Una zanahoria?

Menos aún. Yo por lo que oigo, que no quiero meterme donde no me llaman, pero a veces paso por allí aunque prefiero hacerlo a la luz del día. En cuanto anochece la fuente se tiñe de unos colorines que, por lo menos a mí, que no quiero meterme donde no me llaman pero que tengo que pasar por allí completamente peatonalizado y ahora ya en pleno proceso de descarbonización, me producen profundo desagrado. Hablo del embudo peatonal que nuestro alcalde ha organizado en todo lo alto de El Espolón, justo a la vera de la fuente de los colorines. Yo me pregunto si el alcalde de Soria le ha cogido manía a esa zona de la ciudad, o es esa zona la que no puede ni ver al alcalde, porque yo que fuente, y para desacreditar al alcalde, me teñiría de azul cobalto y de rojo cadmio justo al tiempo en que las farolas de la ciudad se encienden para decirle adiós al sol que se hunde más allá del Pico Frentes.

¿De azul cobalto y de rojo cadmio?

Como lo oyes, porque mejor así que si lo ves, y mucho mejor todavía si no te acercas por allí entrada la tarde ya sin sol a cambio de la farola y, en esas condiciones, la fuente de los colorines empieza con su verbena y te cruzas en el embudo, yo qué sé, con un carrito de niño aunque no sea de gemelitos, o con un inválido en su silla o con un cieguecito abanicando el suelo con su bastón, o con un simple peatón obediente al proceso de peatonalización generalizada en la que nos encontramos y además gordo… Mucho mejor así que si lo vieses, que por eso mismo estoy gastando fuerza en explicártelo aunque tampoco lo entienda yo, amigo lector, amigo vecino, amigo conciudadano, que ganas me darían de ser fuenteovejuno contigo, para poder decir, todos en uno, fuenteovejunos, señor, somos fuenteovejunos.

¿Fuenteovejunos?

Es un decir. Yo por lo que oigo. Y en esto que advierto, como cayendo del guindo, que sin quererlo he bajado el tono de voz haciendo corrillo aparte y además que miro de un lado para otro, mira tú, más despacio de lo normal, como queriendo, mira tú, cerrar ese corrillo para que nadie más, mira tú qué cosa, entre. Y es que a los machadianos nos pasa igual que a los fuenteovejunos, yo por lo que oigo.

¿Lo que oye?

Lo que oigo, lo que veo y lo que me huelo. Soy machadiano y por lo que veo también fuenteovejuno. Aparte, y como viejo que se asoma por la rendija de la tapia para ver cómo va la obra, me asomo por una rendija del ayuntamiento para ver cómo va el ayuntamiento y se lo cuento a un amigo. Y le digo lo que oigo. Y me hago cuentas de lo que veo. Para mí que, yo que, si de mí dependiese la cosa esa yo, si el alcalde fuese este curro, si este curro fuese el alcalde, y por fin, si este curro fuese yo, les dejaría contentos a todos. Y a los primeros a los fuenteovejunos, pero antes que se gasten los dineros, manda narices por no decir otra cosa fea, que me han dicho que no la diga que por mis güevos la digo, no en público como antes, pero la digo, me la digo y me la digo. Pero antes que se gasten los dineros.

¿Empobrecerlos primero?

Justo así, que luego, por menos de lo que cuesta un café, arreglo lo del embudo y me los meto a todos en el bolsillo. A todos los fuenteovejunos de un golpe

¿Y a los machadianos?

A esos de otro golpe, pero más bajo. Duele más. Y es en estas cuando despierto, recupero de golpe mi propia identidad. Releo esto. Lo hubiese dicho igual. Lo dejo tal cual. Ni corto ni pego. Solo que ya despierto miro el calendario y veo la ola pandémica electoral que se avecina y lo comprendo todo un pelo mejor. Dicen que a veces hay quien dice lo de virgencita que me quede como estoy.

Fdo: Ángel Coronado

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