TRIBUNA / El cabrero y el "espabilao"
Ángel Coronado incide en este artículo de opinión en un posible encuentro de cabrero y espabilado en el Cerro de los Moros.
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TRIBUNA / El cabrero y el "espabilao"
Con “el cabrero” no me refiero (tan solo) al que apacienta cabras. Me refiero al que apacienta, solo al que apacienta. Porque hay muchas formas de apacentar. No me refiero a una sola. Me refiero a todas, a todas menos a una
¿Menos a una?
Eso. Menos a una. Esa sola. Pero ahora no me interesa esa. No quiero saber nada del que apacienta de la forma que no. Me interesa el que apacienta de la forma que sí, dando algo de sí, pero no estirándolo sino quitándoselo, arrancándoselo, restándoselo, cogiéndoselo, pero no porque le pique o moleste sino que lo voy a dejar aquí porque veo que me lío. Me refiero al que apacienta cabras, ovejas, vacas, cerdos, gallinas, conejos, incluso caimanes. También me interesa el que apacienta personas para enseñarle cosas buenas, para enseñarle que no a las malas, informarle de cosas buenas y ojo con las malas, para curarle siempre y dejarle en paz ya sano. Y no sigo porque ya empiezo a liarme otra vez
Me interesa el que apacienta sin más. Eso es. Me interesa, lo primero, saber con precisión lo que significa apacentar. Me cojo el diccionario María Moliner que dice que apacentar es dar. Y como dar, así, en general (general pero no necesaria, general pero acaso contingente o azarosa), puede ser que te arrimen una coz, el diccionario precisa con muchísima oportunidad que fuera de darle algo a los animales, de una parte, y a las personas de otra, apacentar es dar alimento material a los animales y espiritual a las personas. Y así el diccionario viene a matar dos pájaros de un tiro. Distingue a los animales de las personas, cosa que siempre conviene, porque a los animales que además son personas los excluye de un plumazo cuando define la clase de alimento que da todo aquél que apacienta sin más. Pasto para los animales primero, luego que les den por donde les quepa a los que además de humanos ni apacientan ni gustan de alimento espiritual, y al resto de la población, alimento espiritual sin más. Y de aquí, dejando el alimento espiritual de lado y representando a todo el reino animal por una cabra, llegamos por fin al cabrero, el ser humano que da el alimento que necesita a quien lo necesite, en nuestro caso a una cabra. Eso es, eso es lo que me interesa. Cambio y corto.
Bueno, ¿Y qué?
¿Cómo que bueno? ¿Cómo que y qué? Como que bueno es saber que un cabrero no puede saber (me refiero a un buen cabrero, que no al cabrero de la legión, que no me interesa la legión ni los legionarios, que si me apura tampoco quiero su cabra, que solo me refiero al que responde dando, y solo al que da lo que cualquier animal necesita (en el caso de la cabra pasto), solo eso), que un cabrero no puede saber lo que sabe, por ejemplo, un humano de los que el diccionario excluye describiendo el significado de la voz “apacentar”, porque además de humano es, con perdón, un animal, que ni come pasto sino solo pasta, pizza no, digo pasta. Y al espíritu que le den por el C… Quería decir por El Cerro, ¿vale? Un ”espabilao”. Un “preparao”, “enterao”, “avisao”, poco escrupuloso, que se lo sabe todo pero disimulao, pero educao de aquéllas maneras, baboso sin “entrecomilao”, lo que se dice baboso.
Bueno, ¿Y qué?
Como que bueno, como que bueno y medio, como que entre un cabrero y un “espabilao” se interpone una cosa a la que Fernando Ramón define como “Ideología urbanística” y a la que aplica el complemento indirecto de “miserable”
Bueno, ¿Y qué?
Y dale con el bueno y qué. Pues que tengo un buen amigo que apacienta cabras y le voy a decir que se pase con ellas por el Cerro de los Moros. Y vendrá. Es buen amigo. Me hace caso. Vendrá. Y ahora viene lo difícil. No sé si el “preparao” me hará caso, pero se lo voy a decir. Y ahora viene otra cosa difícil, porque el cabrero tira por allí por donde tiren las cabras, al cerro (la Wikipedia me dice que por una vez, y sin que sirva de precedente, puedo utilizar indiferentemente las voces “cerro” y “monte” como afectadas por el fenómeno de la sinonimia), pero el “espabilao” no creo que tire tras el rebaño, y lo que quiero es que ambos se tropiecen entre sí. Que cabrero y “espabilao o preparao” se topen. Pirotecnia formidable y “miserable” de la “ideología urbanística”. Laboratorio. Puro ensayo. Tubos, microscopios y pinzas de poner y quitar comillas.
Bueno, ¿Y qué?
Y dale que dale. Se está poniendo usted muy pesado, caramba. Que no quiero que me vea el “espabilao” que le veo, que le veo tropezándose con el cabrero. Que si me ve, ya le veo echando bellotitas a las cabras y pelotitas al cabrero. Solo quiero ver lo que se dicen. Quiero verlo y oírlo. Y esto es difícil. Así lo veo. Lo que más. Así lo creo. Que yo sepa no soy ni “espabilao” ni “preparao”. Quíteme las comillas si quiere, pero no me las ponga. No soy cabrero. Lo juro. No entendería nada. ¿Cómo que y qué? ¡Por María Moliner! ¿le parecerá poco? Mire Ud. Ni se podrán entender uno al otro, cuente con ello, ni yo tampoco a ellos (y encima escondido menos). Solo quiero ver…, si a ver entre sí…, ellos mismos…, “cagoen” Sr. “espabilao”…, le oigo al cabrero. Sonriente, baboso el “preparao”, baboso y cantarín diciendo al cabrero: ¿un cigarrillo, le apetece dar unas caladitas, Sr. cabrero?… Saca Winston emboquillado y ofrece fuego. El cabrero fuma negro. Difícil, difícil. Ni rastro de feeling. Difícil lo veo.
¡Fernando!, ¡María!, ¡Fernando Ramón!, ¡María Moliner!, ¡Asístanme, se lo ruego!.
Bueno, ¿Y qué?
Pues que Fernando y María me asistan. Y qué. Bocazas. A ver. Y qué.
Bueno, pues que te asistan. A mí qué.
Brazo al hombro del cabrero, se pierden ambos por ahí. Las encinas cada una clavada en su sitio desde que nacieron.
¿Y las cabras?
Ramoneando.
Fdo. Ángel Coronado