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TRIBUNA / Contradicciones

Ángel Coronado reflexiona en este artículo de opinión sore el fenómeno de la despoblación, en el que contrapone la España vaciada a la llena, y al mal camino que sería intentar copiar el modelo de otras ciudades pobladas.

TRIBUNA / Contradicciones

Entiendo que la contradicción, genéricamente hablando, es ineluctable. En consecuencia  (y en su caso), eludible. Porque se podrá eludir (en su caso), pero nunca suprimir, y confundir estos dos conceptos sería grave. Nos conduciría, por ejemplo, a ese famoso milagro del soplar y aspirar al mismo tiempo que, astuta pero falsamente cierto, el artero crítico Felipe achacaba en el inefable despistado M. Rajoy.

A propósito de la despoblación, y siguiendo en ese plano de absoluta generalidad (pero en mi opinión también oportuno aquí), cabría seguir de alguna forma el razonamiento expuesto.

Sostengo el carácter irreversible de la Historia y al tiempo la idea del llamado “eterno retorno”, y, en consecuencia, me topo con la contradicción y me propongo eludirla. Y advierto estar, con todo esto, a un paso de lo milagroso.

El milagro, he ahí algo en lo que no entraríamos de ninguna manera. En el cielo será como en el cielo sea, pero en la tierra estamos, queramos o no, y a eso nos atenemos. Eso lo primero, y lo segundo, porque, según hemos dicho, la contradicción, aquí en la tierra, debe ser objeto de elusión, lo que aprovechamos para indicar que eludir no es obviar sino justamente lo contrario. Eludir algo es mirar para otro lado, es tenerlo en cuenta. Al propio lenguaje hacemos dar una sutil y matizada pirueta distinguiendo los conceptos de lo que se obvia y lo que es obvio. A cuenta de ese par de palabros, se nos sume de nuevo en la insuperable contradicción entre lo que sabemos (lo obvio) y lo que aparentamos no saber (lo eludido). Y ya de paso, marcaremos con claridad otra diferencia aún más arcana y sutil, pero gracias a Dios no contradictoria: la diferencia entre habla y lengua. Habla es pura condición humana, pura y propia condición. Somos habla. Pero lengua es habla mediada, regulada, sometida a una ley, la ley gramatical que la trasforma en lengua, pura y colectiva condición. El habla es a uno mismo lo que la lengua es común a todos (a todos los que la parlotean)

Y como siempre (casi siempre) suele ocurrir, hemos llegado casi al final antes de haber empezado a decir que la despoblación, la Historia de la despoblación, no se repite. Aquí no cabe la idea del “eterno retorno”.

¿Y la del milagro?

Tampoco. Olvídese de los milagros. Ni podemos volver al pastorcito y a la cuadra con la vaca ni al gallinero con la gallina ni al arado romano para el granito de trigo, porque ya no tenemos nada de eso (recuerdos sí, nostalgia también, rechazo, lo que se dice rechazo, igual, y además no vamos a tirar por la borda tradiciones milenarias, enviar al paro a los arqueólogos, a los etnógrafos, a los etnólogos, a los antropólogos, a Marcel Mauss, a Claude Levi-Strauss, yo qué sé, que por ese camino, o cortamos de alguna manera o acabamos con todo). Como tampoco podemos llenar lo vacío con volquetes de lo que ahora tenemos lleno, una especie de compost medio podrido de gente, de amos y esclavos revueltos, y de atascos, cloacas, abonos, nitratos,  jardines, basureros, “sin techos” tirados por las calles, palacios, chabolas, industrias verticales y pozos de fondos buitres carroñeros, mares muertos, que no sigo, ¡botellones en El Mar Muerto!, que no sigo, que no y que no. Ni tenemos ya lo que tanto añoramos de ayer ni queremos lo que hoy hemos alcanzado y tenemos. Una desdicha desdichadísima.

Además, dijo un tercero con muchísima razón, ya tenemos algunas experiencias que nos dicen por dónde vienen soplando los vientos. Hay pueblines que quieren y hacen pinitos así. Vierten sobre sí pequeños volquetes de pequeñas muestras de lo que ahora tenemos tan lleno, de la España llena, los están vertiendo sobre sí esos pequeños pueblines de la vacía. Me imagino todo un Baracaldo, por ejemplo (por modelo de la España llena podríamos citar también un Madrid, una Barcelona, un Cartagena, Vigo, El Ferrol mismo…), que fuese modelo por parte de un pequeño pueblín del que nadie supiese ni el nombre. Vacío. Y, volquete tras volquete, hete aquí que al pueblín le instalan su pequeña dosis (para él enorme) del compost medio podrido de la España llena, que no sigo. Mire usted, señor Cayo, a partir de hoy su pueblín se llamará Baracaldito. Baracaldito ha nacido. Un engendro.

Pienso ahora en nuestra Soria y no encuentro para ella diminutivo. Pequeña es, pero tan llena de orgullo de lo suyo, que no acepta diminutivo. “Sorita” no puede ser. “Soriaita” tampoco. Y “Sorieja” o “Soriaeja” menos. Dejemos a nuestra Soria como está. Con sus collados y sus cerros. Ni es grande ni está vacía. Está corriente, y además ha dicho que no y “no” es “no”, que ya la están toqueteando más de la cuenta. Yo que Soria no diría ¡Ya!, porque Soria ya dijo que ¡No! Yo diría mejor que ¡Ya No! ¡que ya está bien! Pero la provincia, ¡Dios mío, la provincia! Menos mal que los de Soria ¡Ya! nos la dibujan la cara con su barbilla puntiaguda en Iruecha y la orejita de Montenegro de Cameros y todo.

En resumen y al grano, no me gustaría que a Noviercas la llamasen “La Olveguita de las Vacas” y menos, ¡cuidado!, que a una Òlvega sobrepasada se la conociese por “Novierquitas de La Sierra”. Brillarían las navajas, y eso nunca, que tampoco queremos ni veintitrés mil pastorcillos y pico en Noviercas, uno detrás de cada vaca, ni nada de malo en Ólvega, excepto recordarle, eso sí, que la caca de las mascotas se debería recoger por parte de su dueño, y nada más. Solo que tengo un amigo en Baracaldo y lo visito con frecuencia en sus altos hornos, y se lo recomiendo a todos para que vayan vean el fruto de sus sudores para salir, porque le cuesta pero va saliendo, ya no me acuerdo, si de la España vacía de lo que no tiene y quiere, o de la llena de lo que no quiere y tiene, y esto no es contradicción sino frase capicúa.

Ahora voy resumiendo del todo, ahora y aquí. Porque si la Historia no se repite, no repitamos la historia (otra frase capicúa, covachuela gramatical que reclama ser tenida en cuenta).

¿Y del “eterno retorno” qué?

Ese vuelve a su antojo, solo donde, cuándo, y cómo quiere. A Proust le volvió de pronto y a cuenta de una magdalena.

Fdo: Ángel Coronado

 

 

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